Iniciamos la Semana Santa con esta liturgia tan hermosa y querida por el pueblo fiel con la que nos adentramos a vivir la conmemoración anual de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Este día es conocido como "Dominica in Palmis de passione Domini" (domingo de ramos en la pasión del Señor) ó, abreviadamente "Dominica Palmarum" (domingo de ramos). La liturgia de este día quiere abrirnos los ojos sobre lo que representa la misión de Jesucristo en nuestro mundo, que nada tenía que ver con las pretensiones políticas del momento, sino que trasciende por completo este mundo, aunque empiece aquí su misión como la de todos los que formamos la Iglesia. Jesús no vino a ser homenajeado, a triunfar ni dominar, sino ''a tomar la condición de esclavo'', humillarse y despojarse para darnos a nosotros la libertad, levantarnos de nuestras caídas y revestirnos con la vida nueva que nos ganó en la cruz.
La primera idea de este domingo nos lleva a esa entrada mesiánica del Señor en la ciudad de Jerusalén, y lo hace en un pollino o borrico que ni siquiera era suyo, sino que le prestaron para la ocasión para que se cumpliera así lo profetizado por Zacarías: ''Mira, tu rey viene hacia ti, justo, Salvador y humilde''. No es un rey ostentoso, sino sencillo. Ya exteriormente vemos cómo es interiormente su corazón. La bendición de las palmas y ramos no es únicamente un recordatorio de aquel recibimiento apoteósico que le hicieron a Cristo aquel día, es una bendición especialmente para nosotros que queremos acompañar a Jesucristo a lo largo de esta Semana, la cual constituye el epicentro de nuestra fe. Es, además, un anticipo ya de la Pascua eterna que anhelamos. Los Padres de la Iglesia han sabido darle bellísimas interpretaciones al simbolismo del "pollino", por ejemplo que la asna representaría al judaísmo mientras el pollino a los gentiles: en algunas representaciones se representa a Jesús entrando con ambos animales -madre y cría- en la ciudad, la asna con yugo (la Torá) y la cría libre, ya que los gentiles no estaban atados a normas. Pero ambos entran con Jesús por las puertas de la Nueva Jerusalén; es decir, de la Iglesia.
Los ramos bendecidos que conservamos en nuestros hogares nos recuerdan, por ejemplo, las palmas de los mártires o las coronas de laurel llamadas también de triunfo o laureas, que en la cultura grecolatina se empleaba para premiar los éxitos deportivos, académicos... San Pablo, sin embargo, ya habla en su primera carta a los Corintios ''un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita''.
Domingo de Ramos sí, pero en la pasión del Señor; por ello la lectura solemne de la Pasión, este año según San Lucas, predispone ya nuestro corazón ante la semana que comienza. Jesucristo todo lo hizo con pasión: vivir, servir, amar... Él es el amor mismo entregado, por eso no sólo la Semana Santa es para vivirla apasionadamente, sino toda la vida en clave de fe. También la liturgia eucarística insiste en todo momento en la importancia de la Pasión por encima de la escena triunfalista de las palmas, como nos recuerda no sólo el color litúrgico del día, sino todas las oraciones. El prefacio, por ejemplo, es un resumen perfecto de todo el texto de la Pasión al cantar: ''El cual siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales''. Pero es que hasta la misma palabra ''Hosanna'' ha tenido a lo largo de la historia diferentes interpretaciones en lo que se refiere a este día, mientras para algunos ha supuesto un claro grito de victoria: ''¡Viva!''. Otros autores cristianos han defendido también el grito de auxilio del pueblo a su Mesías que le suplica: ''¡sálvanos!''.
Una mala costumbre en el mundo rural español es la de facilitar en todas las parroquias, por pequeñas que sean, la liturgia del domingo de ramos sin dedicar el mismo interés a la celebración de la Pascua. Muchos sacerdotes es tal el ingente número de celebraciones que tienen el fin de semana propio del domingo de ramos, que con frecuencia sustituyen la proclamación de la pasión por el evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén. A este respecto, la liturgia pide lo siguiente: ''En el Domingo de ramos de la pasión del Señor, para la procesión se han escogido los textos que se refieren a la solemne entrada de Jesús en Jerusalén, tomados de los tres sinópticos; en la misa se lee el relato de la Pasión del Señor'' (Prenotandos del Leccionario nn.97-98).
La primera parte de la celebración que se suele hacer en el exterior para después entrar al templo en procesión, comienza con el saludo habitual: En el nombre del padre... La breve monición previa a la oración de bendición de los ramos y tras ésta la lectura del evangelio de la entrada en Jerusalén. El misal ofrece tres fórmulas para que el sacerdote anuncie el inicio de la procesión de las palmas:
1. Queridos hermanos, imitemos a la muchedumbre que aclamaba a Jesús, y vayamos en paz
2. Vayamos en paz
3. En el nombre de Cristo. Amén
Para el recorrido de la procesión el misal ofrece cuatro himnos apropiados: La antífona ''Los niños hebreros, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo'' intercalada con el salmo 23. La antífona ''Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban: Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor''. La tercera opción es el himno ''¡Gloria, alabanza y honor!¡Gritad Hosanna, y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor!¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor''. Y el cuarto himno es ''Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo, proclamando, con ramos de palmas: «Hosanna en el cielo».
La segunda fórmula o entrada solemne está pensada para algo más sencillo; esta es la fórmula habitual de las parroquias rurales y urbanas, que consiste en la bendición de los ramos en las proximidades del templo. Tras la bendición y la lectura del evangelio se entra ya en procesión al templo. En este caso se omiten los ritos iniciales de la misa, quedando el acto penitencial a juicio del celebrante, pudiéndose pasar directamente a la oración colecta.
La tercera fórmula o entrada simple consistiría en la procesión de entrada del sacerdote, para ello se pide que el canto de entrada haga alusión a este hecho y, sino al menos, que el celebrante lea la antífona de entrada propia para esta fórmula.
La lectura de la Pasión se inicia sin signarse ni incensación. Conviene dejar algún momento de silencio, o al menos invitar a los fieles a arrodillarse en el momento en que se dice: ''expiró''. También se puede hacer un canto apropiado como "Perdón, oh Dios mío", o "Perdona a tu pueblo Señor". A pesar de lo larga que es la Pasión se pide que no se omita la homilía, aunque sea breve. El prefacio de este día es el de la Pasión (página 242 - 243 o 464). El apéndice musicalizado está en la página 1168.
Advertencia- Para los que hagan la lectura de la Pasión en su versión larga tengan en cuenta dos erratas que contiene el leccionario. *En la página 166 donde aparece la + ante la frase "Señor, ¿herimos con la espada?" corresponde en realidad al lector que hace de sinagoga. Por tanto tachen a lápiz la + y pongan S. *Otra errata aparece en la página 171 donde nuevamente aparece la + ante la frase "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". También aquí corresponde a la sinagoga y no al Señor, por ello toca tachar a lápiz la + y poner S. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario