(COPE) Existen ocasiones que no se pueden desligar de la víspera porque están interrelacionadas. Hoy, después de La festividad de Las Candelas que fue ayer, recordamos a uno de los Santos que goza de mayor popularidad en el calendario cristiano: San Blas. Oriundo de Sebaste, en Armenia, su vida transcurre en el siglo III. Hombre dedicado a la medicina, trató sobre todo males relacionados con la garganta.
Pero esto no era lo único que realizaba, puesto que el gran espíritu de fervor y de caridad, le impulsaba a ayudar a cambiar de vida a quienes vivían inmersos en el pecado. Todo esto sirvió para que la Providencia suscitase la aclamación del pueblo cristiano como Obispo, al estilo de entonces. El nuevo Prelado, al oír las atrocidades de Diocleciano en la persecución a los cristianos, oró y confortó a muchos.
Al arreciar la persecución, se refugia en las montañas, hasta que él mismo fue descubierto por los perseguidores. Conducido al Procurador, una innumerable multitud de cristianos y paganos, vitorean al Santo que les ha dado un ejemplo de Fe y valentía. Muchos son los milagros que había realizado, entre los que se encuentra la sanación de enfermos de la garganta. Una vez le presentaron a un niño que se había tragado una espina de pescado y él le curó.
Pero también le tocaba la otra cara de la moneda, que es ser signo de contradicción. Y es que todo esto molesta a las autoridades que le arrestan y decretan la muerte del Obispo armenio. Al hacerle pasar por muchos suplicios cruentos antes de matarle, algunas mujeres recogen piadosamente restos de la sangre que ha derramado su pastor, por el Evangelio. Los gobernantes ordenan que sean detenidas y decapitadas junto con San Blas en el año 316. Es abogado de la garganta.
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