(Iglesia de Asturias) Antonio Herrero es actualmente párroco de Teverga y Delegado episcopal del Clero. Pero esto es desde hace tan solo unos meses, porque hasta hace poco estaba al frente de la misión diocesana de Benín, donde permaneció durante trece años, atendiendo pastoralmente el extenso territorio que abarcaba la misión, y aportando también su ayuda en lo que pudiera servir para mejorar la vida de las personas de la zona.
Decir «Manos Unidas» es para un misionero habitualmente decir un «viejo conocido», porque tal y como afirma el propio Antonio Herrero, «desde el momento en que empezamos a ver las necesidades con la gente, es a Manos Unidas a quien recurrimos, porque sabemos que hay una garantía y una seriedad en el trabajo que hacen». Una labor que tiene su origen, no solo en los propios misioneros, sino en las comunidades, que detectan sus prioridades, y a partir de un diálogo y un diseño de la petición en concreto, comienza un largo trabajo donde la implicación de la gente de la comunidad es fundamental.
El lema de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas de este año es «El efecto ser humano. La única especie capaz de cambiar el planeta», y hace hincapié en el cambio climático y muy especialmente en cómo las personas de los países en vías de desarrollo, que son las que menos contaminan, son las que sufren de manera especial las consecuencias de esta problemática. Algo que Antonio Herrero afirma haber vivido «en carne propia», porque «son la gente de allí los que sufren más, los que están siendo más perjudicados por todo este cambio climático y por esta falta de cuidado, como dice el Papa, de la Casa Común, y solamente con ellos, unidos a ellos, es como las cosas puedan cambiar».
El agua concretamente es uno de los problemas fundamentales para muchas comunidades en África y otros países en vías de desarrollo. «Hay muchos pueblos que tienen agua, pero provienen de pozos artesanales y es un agua no potable, que les hace coger muchas enfermedades. Otras veces, por ejemplo, el problema es que tienen que desplazarse kilómetros para encontrar agua. Por eso, con la ayuda de Manos Unidas a lo largo de los años hemos promovido la creación de pozos y en algunos sitios también se han creado grandes depósitos con fuentes –explica Antonio Herrero–. Todo ello es especialmente difícil porque el terreno no es bueno, hay que hacer sondeos para encontrar el agua, algo que es caro y encima a veces ni siquiera se encuentra agua, o es mala. El agua está comprobado que es un gran problema para muchos millones de personas en el mundo, pero al mismo tiempo algo necesario para vivir y parece que en el futuro uno de los grandes problemas que nos va a tocar resolver. Lo estamos viviendo aquí ahora con toda la sequía que hay en España».
La formación, la creación de escuelas, es otro de los ámbitos en los que Manos Unidas ha apoyado, para permitir que los niños y jóvenes tengan posibilidades de estudiar. Lo mismo sucede con el terreno de la salud, y de la promoción de la mujer.
Los proyectos solían ser redactados por los propios misioneros, toda vez que habían hablado con la población y habían quedado claras las necesidades. «Es a ellos a quienes se les pide la información –explica Antonio Herrero–, y con ellos es con quien se hace el proyecto, aunque todo lo que tiene que ver con la redacción del mismo, nos suele tocar a nosotros porque la mayoría no sabe ni leer ni escribir. Y la relación con Manos Unidas no finaliza una vez que se ha financiado el proyecto y se ha llevado a cabo, sino que hay un seguimiento muy cercano, hasta el punto de que cada año las trabajadoras o voluntarias de Manos Unidas acuden para visitar los proyectos, la población y las necesidades. Al final, acaban teniendo relación, no solo con los misioneros y religiosas, sino también con gente que ofrece garantía de responsabilidad, como directores de escuelas o institutos». «En el otro sentido, desde el punto de vista de la misión –explica– siempre se tiene la tranquilidad de que Manos Unidas garantiza que el dinero que va para allá no se va a perder. Es algo que no pasa por ejemplo con dinero que recoge el Estado, que a veces se pierde por el camino. Aquí tenemos una garantía de que lo que se recoge, realmente sirve para llevar a cabo proyectos para la población».
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