Encaminados al final del Tiempo Pascual celebramos hoy la Solemnidad de la Ascensión del Señor, liturgia que antaño tenía lugar cuarenta días después del domingo de Pascua de Resurrección, por lo que siempre se celebraba en Jueves, de ahí el refrán de los antiguos de ser uno de los jueves del año "que relumbran más que el Sol" junto al Jueves Santo y el Corpus Christi.
Este domingo de la Ascensión, domingo VII de Pascua, la Palabra de Dios nos interpela sobre lo que la Iglesia nos invita a interiorizar para luego hacerlo igualmente a lo largo de toda la semana.
La primera enseñanza nos la da el libro de los Hechos: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse». Entre los primeros cristianos hubo quienes pensaron que la segunda venida de Jesús (la parusía o advenimiento; es decir, cuando "venga a nosotros su reino" -adveniam regnum tuum-) iba a ser algo inmediato, por ello muchos dejaron de trabajar, dejaron de vivir y se cruzaron de brazos a esperar al Señor. Por lo mismo San Lucas al escribir el Libro de los Hechos no pasa por alto este detalle, y es que Jesús no quiere discípulos sentados, ni se puede ganar el cielo con miradas perdidas o intenciones inconcretas; el cielo empieza aquí y ahora con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo y con nuestro mejorar cada día aspirando a la perfección a la que somos llamados. Encontramos pues, aquí, el primer mensaje del día: la llamada a la conversión. Somos ya ciudadanos del cielo, por tanto estamos llamados a huir de lo mundano para aspirar siempre a lo más alto, dando lo mejor de nosotros mismos y a vivir en clave de trascendencia.
El Papa Francisco en su homilía del sábado pasado decía: «La mundanidad es la cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje, una cultura del hoy sí y mañana no, que tiene valores superficiales, que no conoce la fidelidad y cambia según las circunstancias, que negocia todo». Y "la mundanidad espiritual es el peor de los males que le puede acaecer a la Iglesia" (Henri de Lubac, jesuita 1896-1991) .
En la carta de San Pablo a los de Éfeso encontramos un anticipo ya de lo que nos disponemos a celebrar el domingo próximo: la Pascua del Espíritu, por eso resuenan de forma especial en nuestro corazón las palabras del apóstol: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendais. San Pablo desea que entendamos que estamos llamados a vivir la esperanza en nuestra vida, la riqueza de la gloria que nos espera sabiendo seguir el camino que ya experimentan los que han alcanzado la meta.
La segunda idea de este día nos invita a ser buenos discípulos de Jesús, esperando y confiando siempre en él, mirando al cielo no físicamente sino viviendo nuestro día a día en clave de fe y en clave de Dios, con la certeza que somo limitados, por ellos pidiéndole al Señor que nos de su Espíritu que nos ayude a cambiar y mejorar, no escudando nuestra pereza y pasividad en que Dios nos ama como somos, sino que paralelamente a esa tautología hemos de dar resultados propios, frutos de conversión y del compromiso de fe.
También hoy la Iglesia Universal celebra desde 1967 por iniciativa del Papa San Pablo VI la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, algo tan premonitorio como real en nuestro tiempo. Todo medio de comunicación y redes sociales son un buen campo de trabajo para dar a conocer a nuestro Salvador, nuestra Iglesia, nuestra fe y ser testigos valientes de nuestra esperanza.
La segunda idea de este día nos invita a ser buenos discípulos de Jesús, esperando y confiando siempre en él, mirando al cielo no físicamente sino viviendo nuestro día a día en clave de fe y en clave de Dios, con la certeza que somo limitados, por ellos pidiéndole al Señor que nos de su Espíritu que nos ayude a cambiar y mejorar, no escudando nuestra pereza y pasividad en que Dios nos ama como somos, sino que paralelamente a esa tautología hemos de dar resultados propios, frutos de conversión y del compromiso de fe.
También hoy la Iglesia Universal celebra desde 1967 por iniciativa del Papa San Pablo VI la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, algo tan premonitorio como real en nuestro tiempo. Todo medio de comunicación y redes sociales son un buen campo de trabajo para dar a conocer a nuestro Salvador, nuestra Iglesia, nuestra fe y ser testigos valientes de nuestra esperanza.
En el Evangelio el Señor nos recuerda «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». Esta es la tercera idea de este día, nuestra misión principal como Iglesia: evangelizar, bautizar, enseñar a guardar lo que hemos recibido del Señor sin lamentos ni remilgos, poniendo la mano en el arado sin mirar atrás.
A veces somos muy buenos en muchas cosas, y ninguna de ellas sin ser malas dice bien de nosotros. Por ejemplo y mirando "ad intra", cuando muere un religioso o un sacerdote algunas veces los medios de comunicación nos cuentan lo buenos que fueron en ésto o en aquello, si sabían mucho de arte, de fútbol, de cine, si fundaron sindicatos, mandaron medicinas al Congo o trabajaron por la ecología... Pero la pregunta clave es ¿qué hicieron por la fe; por dar a conocer al Señor? Porque esa es la principal misión. Y es que en ocasiones a los medios les llama más la atención en un consagrado sus facetas mundanas, pero el principal compromiso de todo bautizado está en la misión evangelizadora transparentando en los actos al Señor y no a nosotros mismos.
San Juan Pablo II proclamó: "La Iglesia necesita muchos y cualificados evangelizadores que, con nuevo ardor, renovado entusiasmo, fino espíritu eclesial, desbordantes de fe y esperanza, hablen cada vez más de Jesucristo". Esa es la clave y compromiso del buen cristiano.
Y concluye el evangelio diciéndonos: ''Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos''. Esta es la última idea para la reflexión de este día: el Señor nos deja claro que "no estamos solos". Él está aquí en medio de nosotros acompañando cada paso que damos hacia la eternidad. No se ha ido desentendiéndose del hombre (aunque a veces el hombre lo merezca) sino para prepararnos sitio en la morada celestial. El Señor entre tanto nos dejará su Espíritu para levantarnos de las caídas y enfrentar las dificulatades y para ser valientes testigos suyos iluminados por la fe y la fuerza de los sacramentos.
En Asturias la Ascensión siempre ha sido un día importante, las gentes del campo y de las zonas rurales venían a Oviedo para participar en la catedral de la solemne eucaristía, así como aprovechaban mercadear los productos del campo y sus animales para sobrevivir en un reconocido sustrato de fe. Es cierto que en el mundo rural ya no dice nada a muchas personas esta fiesta de La Ascensión, pero si algo tiene de especial esta celebración -que por desgracia este año ha quedado suspendida- es que nos recuerda a todos de dónde venimos, nos invita a mirar agradecidos a nuestros antepasados que vivieron de la tierra y de sus animales y del trabajo de sus manos y siempre encomendándose y agradecidos a Dios. Se hacía evidente en esta solemnidad cómo la gente sencilla es la que mejor ha entendido siempre el Evangelio, al igual que San Isidro Labrador que hacía también del trabajo con su arado la mejor oración.
El Señor sube hoy al cielo, pero cumpliendo la promesa de no dejarnos huérfanos; quiso perpetuar su presencia por medio de su Palabra y de forma especial por su Cuerpo y su Sangre que nos acercan ya aquí en la tierra a ese cielo en el que nuestro Señor reina sentado a la derecha del Padre.
El Señor sube hoy al cielo, pero cumpliendo la promesa de no dejarnos huérfanos; quiso perpetuar su presencia por medio de su Palabra y de forma especial por su Cuerpo y su Sangre que nos acercan ya aquí en la tierra a ese cielo en el que nuestro Señor reina sentado a la derecha del Padre.
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