martes, 2 de enero de 2018

Navidad al revés. Por Rodrigo Huerta Migoya

1. ¡Oh!... Laica Navidad

La Navidad es una fiesta que, en principio, gusta y agrada a todo el mundo; sin embargo, hoy muchos la celebran desde distintos prismas. Uno que puede ser más bien rutinario; esto es, hacerlo por tradición y repetir casi mecánicamente gestos de años anteriores. Y luego está la "nueva navidad"; la navidad de los que renegando de Dios e incluso de la tradición, aceptan pasar por estas fechas pero a su modo y estilo, sin atarse a nada. Antes -dicen- sería Navidad, ahora un buen número hablan ya de fiestas de invierno o vacaciones blancas. Pero el dilema seguirá abierto mientras estas realidades "navideñas" coexistan en esta desnortada sociedad: La de aquellos a los que les molesta el Niño, la de los que el Niño les sirve de pretexto, y la verdadera y auténtica Navidad que no se entiende sin el Niño. Como ha dicho el Papa Francisco: ''Una navidad sin Jesús, es una navidad vacía''.

Hay cerebros que no paran de estrujarse en la búsqueda de la disolución de toda referencia católica: cambiar el niño por niña, reyes por brujas, cabalgata por mini-carnaval... Nietzsche ya hablaba de "la muerte de Dios", más es evidente que se equivocó pues doscientos años después los hay que a pesar de declararse ateos siguen buscando cómo matarle. 

Hace unos años -a finales del 2014 si no recuerdo mal- se presentó en el Ayuntamiento de Gijón una propuesta para que todos y cada uno de los actos del Ayuntamiento fueran explícitamente "laicos". Comenzó en el Pleno el "lanzamiento de cuchillos" al efecto; sin embargo, el entonces concejal del PP Gabriel Díaz, respondía al portavoz socialista diciendo: ''me parece perfecto que quieran Vds. un ayuntamiento laico, eso sí, me gustaría verle a usted explicando a los niños de Gijón que este año no habrá cabalgata. No olvide que la Cabalgata recuerda a tres magos que según el Evangelio fueron a adorar al Niño Dios. Seguro que también se podría cambiar la cruz de la victoria de la bandera asturiana y sustituirla por una estrella o un martillo...''. Ciertamente cuando uno se plantea la laicidad, al menos que esta se realice con coherencia y en su totalidad, y no gritar por "lo laico" (en realidad no es laico, sino laicista) cuando sólo interesa para unos fines -políticos, normalmente- y para otros se siga muy agusto cuando lo religioso lo facilita todo, empezando por la identidad y las fiestas de los pueblos y su historia imborrable, muy a pesar del absurdo e indocumentado laicismo beligerante.

2. La Navidad que perdimos

Hace no tantos años en España, por ejemplo, la cena de nochebuena era un reunión familiar con su peculiaridad propia: se empezaba muy pronto a cenar y siempre pendientes del reloj para no llegar tarde a la Parroquia para participar de la Misa del Gallo. 
Ese día la sobremesa se postponía para después de la Misa o directamente para el día siguiente. Todo el pueblo, o todo el barrio, después de haber cenado en casa con los suyos se encontraba con los vecinos y paisanos para participar de la cena que a todos nos hace siempre una única familia: la Santa Misa. Una Misa que terminaba con villancicos, con felicitaciones de Navidad, con la adoración del Niño, abrazos y buenos deseos... 
El paso del tiempo, la secularización, el laicismo del que hablamos, la reducción vocaciones y del clero y el erróneo concepto "buenista" y "tragatodo" de buena parte de éste, hicieron mella en lo que siempre ha sido el momento clave de las fiestas de Navidad. Es comprensible que a las personas que nada les diga el sentir religioso prefieran estar la noche del 24 de diciembre en casa de tertulia, entre polvorones y sidra "El Gaiteru", pero que haya sacerdotes que hayan cambiado igualmente la mesa del Altar por la mesa del salón, deja claro que algo no va bien.

¡Eso son cosas de antes! -aparece la disculpa fácil-: ¿Es algo pasado celebrar que Dios toma nuestra propia carne y viene a nosotros?; entonces, ¿Para qué cuatro semanas preparándonos para algo que al final suplimos por comodidad?... Todos recordamos en el Evangelio lo de "estar en vela", pero aquí, a pesar de que sabemos el día y la hora, el Señor llega y ni "los suyos" van a recibirle: ''vino a los suyos y los suyos no le reibieron''(J.1,11-21). Y sinó, que alguien me explique como en Asturias con cuatrocientos sacerdotes y mil parroquias, no llegan a 30 las "misas de gallo" en toda la diócesis?...

3. También en el cementerio es Navidad, y en el hospital, y ...

A veces se tiene la idea de que al cementerio únicamente se acude mayoritariamente en el mes de Noviembre, y eso no es verdad o al menos no debería serlo. Hay fechas que si ser tan propias (aunque propio es cualquier día del año) no quedan muy lejos del "mes de difuntos". Navidad es un tiempo 
-sin olvidar el 19 de marzo y el día de la madre- muy propicio para ello pues sabemos que la felicidad nunca es completa al percatarnos de nuevo de los huecos que faltan en la mesa, de la voz que ya no escuchamos en la sobremesa, o de aquél ser querido que daba calor y color con su personalidad.

Por eso también en el camposanto es Navidad, porque en él duermen nuestros familiares más queridos esperando que el Redentor, cuyo nacimiento celebramos, los revista a todos de gloria e inmortalidad.

Dios nació frágil, vulnerable y casi indefenso asumiendo nuestra naturaleza, y desde ella también conoció y vivió la fragilidad humana. Por ello también el encanto de la Navidad está en los hospitales, en las cárceles, en los hospicios y asilos que deberíamos visitar más antes de ser "clientes propios".  En ellos se vive esperando siempre, como en un adviento prolongado.

Del momento en que Jesús vino por primera vez en nuestra propia carne, al momento en que de nuevo vendrá, hay un espacio de tiempo misterioso, pero lo que sabemos con seguridad es que entre una fecha y otra estará también nuestra última Navidad, aquella con la que iniciaremos la peregrinación hacia la Paz definitiva. Reservemos juntos el mejor rincón del corazón para este niño que ha venido, pues si le damos una buena acogida y una buena posada seguro que nos lo tendrá en cuenta cuando Él sea el anfitrión y tenga que preparar la nuestra. Si ya es dulce la Navidad para el que en la tierra la sabe saborear, cuánto más lo será cuando Cristo nos llame a su regazo, a compartir con Él la gloria que los ángeles cantaron en Belén.


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