En este Domingo de Ramos, ya en su víspera, damos inicio a la Semana Santa, la semana más importante de la vida del creyente, y lo hacemos con dos gestos: primero unas palabras (el pregón) y después con una mesa fraterna (la Eucaristía).
Antes de nada, quisiera agradecer tanto a la Cofradía como a la Parroquia en la persona de su Párroco, la deferencia de haberme propuesto y elegido como pregonera de la Semana Santa Lugonina en este 2017. Gesto y “guiño” que no sólo atañe a mi persona, sino también a nuestra comunidad de religiosas y a nuestra Congregación de Hermanas del Santo Ángel, particularmente en este año de gracia que nuestra Congregación esta viviendo desde la dedicación a la figura de nuestro fundador el Padre Luis Ormières.
Quisiera también tener un saludo particular para los pregoneros de años pasados, el cronista de Lugones, Don Jose Antonio Coppen y el sacerdote Don Constantino Bada; así como un recuerdo agradecido a nuestros difuntos, los que otros años celebraban esta fiesta con nosotros y esta Semana Santa ya la vivirán desde el cielo.
La celebración de la Semana Santa, se desarrolla en la iglesia, el templo, y también en la calle. Tanto la piedad litúrgica (los actos religiosos) como la piedad popular (las procesiones), son compatibles y complementarias porque brotan del evangelio recibido en la Iglesia y ambas son expresión de fe y fuerza evangelizadora
Adentrémonos pues en este tiempo único y tan especial al que hoy daremos inicio.
1 .El valor de la Semana Santa
En la audiencia general del miércoles 01 de abril de 2015 en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco dedicó su catequesis al Triduo Pascual; es decir, la celebración de los tres días antes del Domingo de Resurrección, que prefigura el culmen de “nuestra vida de cristianos”.
El Papa Francisco invitó a los fieles a no limitarse en la Semana Santa “a conmemorar la pasión del Señor”. Les dijo: entremos en el misterio, “sintiendo lo mismo que Jesús” como nos invita a hacer el apóstol Pablo. Hagamos nuestros sus sentimientos, sus pensamientos. Entonces, la nuestra, será una feliz y provechosa Pascua.
I. La última Cena del Señor (Jueves Santo): el testimonio del servicio.
Con “la caricia de Jesús que besará y lavará tus pies en este Jueves Santo” en la celebración de la Ultima Cena -ha recordado el Papa- dará comienzo el Triduo Pascual que rememora la Pasión y muerte de Jesús y que nos proyecta a la Gloria de la Pascua.
En la vigilia de su Pasión, Jesús ofreció con el Pan y el Vino, su Cuerpo y su Sangre al Padre, y donándolos como alimento para sus Apóstoles, les pidió que perpetuaran este gesto en memoria suya para recordarlo (a lo largo de todos los tiempos )
Tanto el pan como la copa, así como los gestos y palabras pronunciadas sobre ellos, son expresión de la entrega de Jesús, resumen de su vida y anticipo del sentido de su muerte
Sucesivamente, explicaba igualmente el Papa, el lavatorio de los pies que “tiene el mismo significado de la Eucaristía con una perspectiva de servicio. Jesús –como un siervo– lava los pies a Simón Pedro y a los otros once discípulos. Con este gesto profético expresa el sentido de su vida y su pasión, como servicio a Dios y a los demás…”
A los cristianos nos dice: Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo unos con otros y así seréis felices
Porque, vivir sirviendo es fuente de felicidad y de alegría
El Jueves Santo se celebra también el día del amor fraterno
A este propósito, nos sumamos nosotros “entrando en comunión con Cristo Siervo para cumplir su mandamiento de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado”.
II. La muerte de Cristo (Viernes Santo), inspiración para dar la vida por los demás
En el Viernes Santo, sigue diciendo el Papa, se medita el misterio de la muerte de Cristo y recordamos sus palabras en la Cruz: “Todo está cumplido”, que significa “que la obra de salvación se ha cumplido, que todas las Escrituras encuentran su cumplimiento en el amor de Cristo”. Y agrega: “Jesús, con su sacrificio, ha transformado la iniquidad más grande en el más grande amor”.
Francisco recordó en este contexto a los hombres y mujeres que a lo largo de los siglos han dado testimonio de Cristo, incluso con su vida, como “un destello de ese amor perfecto, pleno e incontaminado”.
En su estilo particular, el Pontífice citó el ejemplo de un sacerdote italiano Andrea Santoro, misionero en Turquía, que poco antes de ser asesinado en la iglesia de Trebisonda, el 5 de febrero de 2006, escribía: “Estoy aquí para vivir entre esta gente y permitir a Jesús hacerlo, prestándole mi carne”.
El Papa expresó que este y otros ejemplos sostienen y animan a las personas a la hora de ofrecer su vida “como don de amor a los hermanos imitando a Jesús”.
Muchas veces no comprendemos por qué hay tanto dolor en el mundo. Sólo desde la cruz de Jesús nos podemos acercar a él, al dolor, y aunque no lo podamos evitar sí podemos acompañar con nuestro amor a las personas que sufren
III .Cristo en el sepulcro (Sábado Santo); la luz vence sobre las tinieblas y la vida del cristiano no termina con la muerte
En el Sábado Santo “la Iglesia contempla el descanso de Cristo en la tumba después de la batalla victoriosa de la cruz y una vez más se identifica con María: toda su fe se recoge en ella, la primera y perfecta discípula, la primera y perfecta creyente”.
De esta manera, en la gran Vigilia de la noche pascual, “celebramos a Cristo resucitado, centro y fin del cosmos y de la historia; velamos, llenos de esperanza, esperando su regreso, cuando la Pascua se manifestará plenamente…”
A veces -observó el Papa- “la oscuridad de la noche parece penetrar el alma; pensamos que ya no hay nada que hacer, y el corazón no encuentra la fuerza para amar ... Pero en esa oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor que rompe las tinieblas y anuncia un comienzo”.
La piedra del dolor se remueve, dejando espacio a la esperanza. El Papa Francisco invitó a los fieles a ver la noche santa de la Pascua como una entrega de la “luz del Resucitado para que quienes creen puedan ver un futuro radiante: ¡Nuestra vida no termina ante la piedra de un sepulcro!”.
2. La implicación del laicado
La Semana Santa no nos puede dejar indiferentes. No deja de ser misión en la que todos nos tenemos que implicar, cada uno desde su situación concreta:
¿Cuál es la misión de los laicos?
El Concilio Vaticano II fue muy conciso al abordar esta cuestión. En el número 33 de la Constitución “Lumen Gentium” se nos dice que: Los laicos congregados en el Pueblo de Dios e integrados en el único Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, están llamados a ser miembros vivos, a contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del Creador y por la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a su continua santificación.
El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el mismo Señor en virtud del bautismo y de la confirmación. Y los sacramentos, especialmente la sagrada Eucaristía, comunican y alimentan aquel amor hacia Dios y hacia los hombres que es el alma de todo apostolado. Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo se puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7).
Pueden ser llamados, también, de diversas formas, a una colaboración más inmediata con el apostolado de la jerarquía para ciertos cargos eclesiásticos según sus aptitudes y disponibilidad.
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que para que la misión del sacerdote, religioso o laico sea eficaz, ha de partir de una profunda experiencia personal de la pasión muerte y resurrección de Cristo a través de la oración y contemplación asidua de estos misterios
El poema de la poetisa Gabriela Mistral que voy a recitar expresa seguramente nuestros sentimientos más profundos si a esa letra le ponemos rostro: el rostro de Jesús crucificado, de Jesús muerto, de Jesús en la urna al que con tanta devoción veneramos
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?;
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
3. La vocación a la vida religiosa en la Iglesia
En el año 2014 el Sr. Arzobispo de Oviedo escribía por el mes de Enero una preciosa carta que titulaba “El secreto de la alegría de los consagrados”. En ella nos decía que la vida consagrada representa esa caricia que Dios brinda a los pobres de todas las pobrezas, como hemos visto hacer a tantos hombres y mujeres “llamados” que han dado la vida por sus hermanos más necesitados, imitando así la donación que para todos hizo el mismo Dios por medio de su hijo Jesucristo. Es su gozoso testimonio en medio de los avatares y dificultades de nuestro mundo, una alegría que nace de la mirada con la que Dios nos mira, del amor con el que Él nos ama, del perdón conmovido con el cual el Señor nos perdona. Una mirada, un amor y un perdón que no tienen nuestra medida ni son fruto de nuestra imaginación, sino que representan el humilde testimonio de lo que hemos visto hacer y lo que hemos escuchado decir a Dios en nuestra propia vida. Demos gracias al Señor por la sonrisa de los consagrados, por sus hechos y palabras, por sus vidas que nos traen la alegría de la Buena Noticia del Evangelio.
4. El legado del Padre Ormières
Desde ese compromiso de Vida Consagrada, la Congregación de las Hermanas del Santo Ángel de la Guarda a la que pertenezco, nos sentimos llamadas a celebrar con la alegría del que sirve la beatificación del P. Luis Antonio Ormières, Fundador de nuestra Congregación, y compartirla con esta Comunidad Parroquial de San Félix de Lugones en la que trabajamos pastoralmente y con toda Asturias en general, que también fue el “Paraíso Natural” del Padre Fundador.-
La Ceremonia tendrá lugar el próximo 22 de Abril a las 11h de la mañana en la Catedral de Oviedo, a la que todos estáis invitados.
El P. Ormières fue un Sacerdote nacido en Quillán, un pueblo del sur de Francia, en 1809 que, desde muy joven, sintió una gran preocupación por la educación de las niñas de las zonas rurales de su país, muy abandonadas en aquel momento.
La Revolución Francesa de 1789 promovió las ideas de libertad igualdad y fraternidad que abrieron las puertas a la “Declaración de los Derechos Humanos” e inauguró una época caracterizada por la secularización de las instituciones.
La Iglesia también se vio afectada por esta política y quedó en una situación de marginación por las nuevas corrientes sociales, culturales y científicas. Ante una propaganda claramente anticlerical
-existe una cierta tendencia cíclica en la historia a la repetición de estas situaciones- la Iglesia deja oír su voz y lo hace con un florecimiento de la Vida Religiosa, sobre todo femenina, dedicada a la enseñanza elemental en pequeños pueblos, la atención de los jóvenes y el cuidado de los enfermos y ancianos.
La respuesta del P. Ormières a esta situación, se concreta en la evangelización de las niñas pobres, desde escuelas de enseñanza elemental en pueblos y aldeas.
Para ello solicitó ayuda a una Congregación de Religiosas “Hermanas de la Instrucción Cristiana” dedicada a la enseñanza y establecida en el Norte de Francia, que le proporcionó tres Hermanas. Y así, después de muchos avatares, el P. Ormières comienza a levantar en Quillán, la escuela con la que tanto había soñado.
Quillán, que vio nacer al P. Ormières, verá nacer también su primer proyecto hecho realidad: la Fundación de una pequeña Comunidad de Hermanas, de la que será el primer Superior, que se llamará “Hermanas del Ángel de la Guarda” y se convertirá así en la Casa Madre de la nueva Congregación. Es el 3 de diciembre de 1839.
Enseguida se multiplicaron estas escuelas por todo el sur de Francia.
La venida de la Congregación a España fue providencial.
El P. Ormières tuvo siempre gran espíritu misionero y quiso fundar en Dahomey (África) una Comunidad. Ya estaban en España las Hnas. destinadas a esta misión pero, por diversas circunstancias, el viaje no se pudo realizar y tuvieron que quedarse en Puerto Real (Cádiz). Aquí, en tierras andaluzas, forman una Comunidad y una escuela. Era el año 1864.
Sólo un interrogante se le presentó al Fundador. Esta nueva fundación ¿significaba el abandono de la educación de las zonas rurales?. No. Porque:
La situación social de España no era la de Francia. En España se necesitaba, con urgencia, atender el mundo de la juventud que se desarrollaba masivamente en las ciudades. Y se decía el P. Ormières: Lo importante es que no desaparezca el espíritu de sencillez y entrega que están en nuestros orígenes. Porque para nuestras obras lo más importante ha sido y sigue siendo la atención a los niños pobres.
Después de un profundo discernimiento, las Hermanas se quedan en Puerto Real y no tardaron en llover peticiones para otras Fundaciones: Sevilla, Jerez de la Frontera, Huelva, Palencia, Pravia, Carmona, Avilés, Gijón, Badajoz, Oviedo etc. En todas estas ciudades construyen Colegios en los que se imparte una educación integral desde los valores del Evangelio.
El P. Ormières viene a Gijón invitado por un Sacerdote, D. Eugenio, Coadjutor de la Parroquia de San Pedro y se establece en el edificio que hoy es el Colegio del Santo Ángel, en el Campo Valdés, junto a la playa de San Lorenzo.
De Gijón hace el P. Ormières su residencia oficial en España; vive con fama de santo hasta su muerte acaecida el 16 de Enero de 1890 a los 81 años.
Esta santidad con la que vivió y murió la ha reconocido la Iglesia y es lo que vamos a celebrar el día de la Beatificación.
El testamento espiritual que el P. Ormières dejó a las Hermanas contiene, entre otros, los siguientes rasgos:
· Amor a la Iglesia
· Sencillez y humildad
· Fe y confianza en la Providencia
· Amor al trabajo
· Bondad y paciencia
· Formar verdaderos discípulos de Cristo
· Preferencia por los más pobres y vulnerables de la sociedad
En la actualidad la Congregación de HH del Ángel de la Guarda está presente en: Francia, España, Alemania, Italia, Venezuela, Colombia, Ecuador, Estados Unidos (Los Ángeles), Nicaragua, México, El Salvador, Malí, Guinea Ecuatorial, Costa de Marfil, Japón y Vietnam.
Diversas en las tareas, tenemos un mismo estilo de presencia que configura los rasgos propios del ángel que ilumina, guía, protege, libera... son las raíces donde se alimenta nuestro estilo de evangelizar, que nos imprime un sello y un talante peculiar en la manera de ser y estar en nuestra misión.
El 7 de Octubre de 1990 las Hermanas llegan a Lugones formando una Comunidad inserta en la Parroquia de San Félix, y colaboran en diversas actividades de pastoral social. En la actualidad continuamos realizando estas mismas tareas, en estrecha colaboración con el Párroco.
5. Con María en su Soledad
Quisiera concluir con una mirada para la Madre, con ella caminaremos este itinerario de Semana Santa. La acompañaremos como discípula atenta que sube sin miedo al Calvario, para después felicitarla en el Domingo de Pascua Florida cuando le pedimos que se alegre. Pero ahora la tenemos de luto, saliendo aún de la Cuaresma para introducirnos en el ya cercano y anunciado Triduo.
Ante esta hermosa figura de Santa María que acompañaremos estos días en su “Soledad”, quiero recordar a modo de oración un poema que compuso un sacerdote poeta Francisco Vaquerizo de Sigüenza-Guadalajara, en el que parece describir fielmente nuestra imagen. Con él quiero concluir este pregón:
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
con esas manos tan hechas
al perdón y a la bondad,
con esa cara de pena,
ese gesto de orfandad
y ese luto que acompasa
tu agonía maternal,
no te canto una saeta
porque no la sé cantar
pero te rezo una salve
y lo que haya que rezar.
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
los pesares de la vida
casi dejan de pesar,
los sueños, que tanto cuentan,
casi dejan de contar,
las ilusiones perdidas
recobran su identidad
porque, a tu sombra bendita,
oh Madre, nada es igual.
Tu pena es tan soberana,
tan honda tu soledad,
tu desamparo tan íntimo
y tu herida tan mortal
que, si mucho nos admira,
nos conduele mucho más.
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
échanos tu bendición
y ayúdanos a llevar
una vida siempre acorde
con tu amor y tu bondad,
bajo la sombra benéfica
de tu amparo maternal.
Animo a los miembros de la Cofradía a seguir trabajando con empeño e ilusión en la promoción y fomento de la Semana Santa Lugonina. Escenificar por las calles de nuestro pueblo, en las procesiones, lo que representan para nosotros, las imágenes del Cristo y de la Virgen de la Soledad, a los que con tanto cariño y devoción veneramos.
Estos gestos nos ayudan, sin duda, a madurar y fortalecer la fe, a hacerla más auténtica y comprometida en la vivencia cristiana de amor y servicio siguiendo el ejemplo que Jesús nos ha dado con su vida, muerte y Resurrección
Feliz Semana Santa y Pascua 2017
Muchas gracias
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