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sábado, 23 de abril de 2016
Reflexión a la Palabra. Por Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.
1ª) ¡Desahogos de la intimidad de Jesús con sus discípulos en el cenáculo!
Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él... Me queda poco de estar con vosotros. El redactor joánico insiste en la amistad de Jesús con los suyos. La lectura proclamada subraya este talante de la escuela joánica; o mejor, de la figura de Jesús interpretada y presentada por la escuela joánica. En la intimidad, Jesús abre su corazón a los suyos. Quiere que el grupo de sus seguidores viva la experiencia íntima del cenáculo antes de proyectarse en la misión y como punto de referencia en la misión. Toda la evangelización está destinada a conseguir que el hombre viva en la comunión con Jesús y que en esa comunión encuentre el sentido de su vida. Esto brota de la temática general tratada en estos discursos de despedida. Jesús sale garante de la posibilidad de esta experiencia. En realidad, en la interpretación dramática de los discursos, es como si Jesús resucitado volviera a su comunidad y culminara su revelación desde esta nueva realidad en la que se encuentra (Jn 15,12-15; Jn 14,3ss). Es necesario recuperar esta realidad humana de la amistad de Jesús que es incondicional, fiel a toda prueba, humanizadora y esperanzadora. La Iglesia debe transmitir al mundo, con su palabra y su experiencia, la realidad de esta amistad singular a la que son tan sensibles son los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
2ª) ¡Los hombres os distinguirán por vuestro amor fraterno hasta el don de la vida!
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros porque yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros. En el discurso de la Cena hay tres momentos singulares donde aparece en todo su relieve el valor del amor mutuo (como le gusta decir a la escuela joánica). El primer momento es este texto que acabamos de proclamar. En él se insiste en el valor testimonial del amor fraterno o mutuo describiéndolo como la característica peculiar de los discípulos de Jesús. El segundo momento, lo acabamos de recoger en la reflexión anterior. En él se insiste en dos características: debe ser tan sincero e intenso que empuje al don generoso de la vida por los otros y es la expresión visible de la amistad de Jesús con los suyos. El tercer momento, se encuentra en la oración de Jesús, y más en concreto, cuando ora por la unidad de los discípulos para que el mundo crea y conozca que Jesús es el enviado definitivo del Padre a favor de los hombres (Jn 17,20ss). Estos tres elementos invitan a tomar en serio el mandato de Jesús porque de él pende la misión misma de la Iglesia y su credibilidad en medio del mundo. En nuestro mundo este mensaje sigue resonando con fuerza.
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