viernes, 3 de abril de 2015

Reflexión para el Viernes Santo


La Iglesia enmudecida

La muerte del Señor ha puesto a la Iglesia universal de luto. El novio no está; así nos lo hace ver la sede del sacerdote vacía en los oficios. Jesús les dijo: «¿Pueden ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?. Vendrá un día en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días (Lc 5, 34 - 35)». Por eso hemos querido hoy mortificarnos guardando ayuno en unos casos y abstinencia de carne en otros.

Las campanas hoy no doblan para convocar a la Eucaristía, pues hoy no hay Eucaristía. Nos cuesta hacernos al Sagrario vacío, e incluso al entrar al templo como de costumbre nos da la tentación de hacer la genuflexión, más Jesús no está ahí, sino en el Monumento.

El altar desnudo, la Cruz tapada, el presbiterio sin flores… todo nos ayuda a entrar en el contexto de lo que hoy celebramos, la muerte del Señor. Lo celebramos sabedores de que esa sangre que regó el suelo desde la Cruz ha cambiado nuestra vida y nuestra muerte; nuestra historia y nuestro destino.

En los funerales los sacerdotes nos insisten a menudo que la muerte del creyente no es celebrar el fin sino el principio, y eso es gracias únicamente al acontecimiento que hoy recordamos. Si, sólo Jesús cambió esto, más antes tuvo que padecer la más horrible de las torturas, los escarnios más atroces y una agonía larga entre insultos, desprecios y salivazos en presencia de su pobre madre. ¡Señor que precio tal alto tuviste que pagar por nosotros, pecadores!


Un evangelio que no necesita explicación

La lectura de la Pasión vuelve de nuevo a interrogarnos. En ese mar de diálogos, caminos y gestos, Dios cruza su camino con el nuestro. ¿Te has fijado en sus ojos o en sus heridas?, ¿le ves cayendo o cargando con la Cruz?, ¿Quién eres tú en esta historia? ¿Eres un traidor como Judas? ¿Eres valiente como la verónica? ¿Eres un convertido Longinos? ¿eres un cobarde como Pedro? …

La palabra de Dios habla por si sola y casi que ni de homilía o reflexión requiere. Si estamos atentos esta puede ser la mejor predicación, la mejor oración y la mejor catequesis…

Es esta palabra de verdad la que vence la mentira que hoy muchos pretende extender en torno al final de la vida del hombre. Si Jesús no aceptó la mirra que le podría haber servido de anestesia para aliviar el sufrimiento ¿tenemos nosotros derecho a decidir cuál será la hora de nuestra muerte?.

En el madero de la Cruz cobra sentido el sufrimiento de tantos enfermos, la agonía de tantos moribundos que se acercan y se configuran con lo que nuestro redentor vivió, a pesar de estar tan lejos de compararse con su calvario.



La tierra de Jesús y los crucificados de hoy

Con el "consumatum est" el velo del templo se rasgó en dos y el mundo detuvo su reloj. Ojalá hoy nuestro mundo también se parara a recapacitar, a buscar una paz que no tenemos y que nos es muy necesaria.

La paz os dejo, MI PAZ os doy. Han pasado más de dos mil años y el mundo y la tierra del Señor siguen con enfrentamientos y las armas en alto. Sus discípulos siguen perseguidos y martirizados entregando sus vidas por amor. No nos pilla por sorpresa, "mirad que os envió como ovejas entre lobos".

Hoy a los pies de la Cruz ponemos todas esas vidas que la barbarie y la sin razón se ha llevado por delante. Incluimos en nuestra oración universal a los creyentes y ateos, a los católicos y los judíos, a los gobernantes y gobernados… que el triunfo de la Cruz devuelva la esperanza a los que la han perdido.

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