Estuve en la cárcel y me visitaste. A propósito de la UTE
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Hay una especial sensibilidad hacia todos aquellos que han cometido en su vida
algún tipo de delito. La sociedad no desea la impunidad para quien ha podido
aprovecharse de otros, hacerles daño, generando sufrimiento que ha llegado
incluso a la muerte. No estamos hablando de cualquier cosa. Y como una especie
de constante en la historia de la humanidad, la sociedad se ha dado siempre
leyes que pusieran mesura y justicia en la convivencia entre las personas con
sus derechos y sus deberes. Si tal convivencia quiebra y se pervierte, esas
mismas leyes arbitrarán una justa pena para quien ha delinquido, aunque tantas
veces no logre modificar y redimir el mal infligido.
Estamos asistiendo en nuestro mundo a una serie de violencias,
terrorismos, extorsiones, robos, corrupciones y abusos de todo tipo. La crisis
económica que nos asola y acorrala no responde únicamente a un desajuste en las
balanzas comerciales de los países ni a una turbulencia pasajera en los índices
bursátiles de las Bolsas internacionales. Tiene antes una causa que nutre y
hasta jalea esta situación que tanto daño hace a los más inocentes y vulnerables
como vemos en tantas familias y en tantos pobres. Esa causa no es otra que la
crisis moral que ha introducido el relativismo ético más frívolo, que siempre
pretende beneficiar a los poderosos en su avidez: poder económico, poder
político, poder mediático. No importan los medios para los fines propuestos: la
mentira, la violencia, el chantaje, la ignorancia, los arreglos entre ellos y un
largo etc.
Con estas estamos, llenos de perplejidad asustada y legítimo temor. En
medio de esta realidad estuve el domingo en el Centro Penitenciario de Villabona
(Asturias). Pasé toda la tarde con casi un centenar de internos. Primero
celebramos la misa con una alta participación de todos ellos. Atentos a lo que
allí celebrábamos, con todo su interés y agradecimiento. Me acompañaba algún
sacerdote más con ese extraordinario equipo de la pastoral penitenciaria (curas,
religiosas y laicos) que han hecho vida la bienaventuranza de Jesús: estuve en
la cárcel y me visitasteis.
Tras la misa, un buen rato de diálogo a corazón abierto. Hombres y
mujeres en su mayoría jóvenes, abrían su sinceridad. Reconocen que han hecho
cosas mal en su vida, y como pueden y saben piden perdón, aceptando la pena que
en prisión están cumpliendo. Pero había una importante variante: no están sin
más esperando a que finalice su pena carcelaria. Ellos quieren reinsertarse el
día de mañana con su propia humanidad que ha aprendido de sus errores estando
dispuestos a recomenzar su vida de un modo nuevo, con sus familias, con sus
trabajos, con su manchada dignidad.
Y es aquí donde volví a sorprenderme en Villabona como la primera vez.
De ahí partió un proyecto educativo de reinserción que se llama UTE (Unidad
Terapéutica Educativa). Es conocido su prestigio en España y fuera de nuestro
país. Claramente iluminadora es la estadística de los presos reincidentes que
acaban volviendo a la cárcel tras su puesta en libertad: basta comparar los que
reinciden proviniendo de los módulos normales y los que provienen de las UTE.
Cuando ves que hay gente realmente dispuesta a volver a empezar de un modo nuevo
alejados de sus errores, con un sincero arrepentimiento que les lleva a intentar
una vida distinta; cuando ves a funcionarios que creen en este modelo diverso de
prisión; cuando ves a gente de Iglesia comprometida con la pastoral
penitenciaria, entonces rompes una lanza por esta experiencia mientras deseo de
que no se manipule ni se cercene por nadie esta posibilidad rehabilitadora.
Yo ni puedo ni debo entrar en ciertas polémicas de carácter político de
diverso signo que pueden hacer de la UTE una bandera demagógica para intereses
de partido. Pero atestiguo el valor de la experiencia como tal, que ha
conseguido no sólo salvar a las personas sino también a sus familias. Alzo mi
voz para apoyar todos los esfuerzos sinceros sin intromisiones indebidas para
sacar adelante esta hermosa experiencia donde las personas son devueltas a la
sociedad con la esperanza real de haber cambiado de vida.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Arzobispo de Oviedo
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