Éste fin de semana la Iglesia Española celebra la Jornada del Apostolado seglar .
Pero ¿que es eso del Apostolado Seglar ?
Ha sido mérito
del Concilio Vaticano II desatar definitivamente las ligaduras que tuvieron
recluido al laicado cristiano en un discreto e irrelevante segundo plano de la
vida eclesial. A raíz de la paz constantiniana y de la irrupción de los pueblos
bárbaros en la Iglesia, se generó una relación dialéctica entre los espirituales
(monjes y clero) por una parte, y el resto (los laicos) considerados como los
carnales, por otra. Esta tensión, típica de la situación de cristiandad,
sustituyó a la que toda la comunidad cristiana -laicado y ministerio ordenado-
había mantenido con el mundo durante la época de los mártires. Al contrario de
lo que ocurría en Oriente, "laico" o "lego", en el Occidente cristiano, llegó a
ser sinónimo de inculto (illitteratus o idiotes), y la compilación legislativa
de Graciano (hacia el 1140), hecha para el uso escolástico y por ello de notable
influjo, consagró durante siglos la disociación entre clérigos y laicos en el
famoso canon que comienza: duo sunt genera christianorum (hay dos clases de
cristianos). De acuerdo con él, a los clérigos y monjes, su condición eclesial
les brindaba un camino real para el encuentro con Dios; a los otros, su
condición laical más parecía un estorbo que una ayuda para encontrar a Dios. Los
laicos, considerados durante siglos como "Iglesia discente" (la Iglesia que ha
de escuchar y aprender), no parecían aptos para llevar a puerto la misión de la
Iglesia, que resultó ser encomienda practicamente exclusiva de clérigos y
monjes. (Para la evolución histórica del laicado en la Iglesia, vid. FORTE, B.
en
Diccionario teológico interdisciplinar,
voz "laicado", p. 252-269).
Bien es verdad
que se siguieron promoviendo iniciativas laicales dentro de la vida de la
Iglesia. Prueba de ello son las cofradías y terceras órdenes que surgen en plena
edad media, los montes de piedad del siglo XIV, las fraternitates de la devotio
moderna (en los Países Bajos), y más tarde, las escuelas de la doctrina
cristiana (Milán 1536), las congregaciones marianas, los oratorios al gusto de
San Felipe Neri y otras obras semejantes en la edad moderna. Pero habrá que
llegar a los albores del siglo XX, con la emergencia de la Acción Católica, para
encontrar textos autorizados que atribuyan al laicado una verdadera tarea
apostólica. Pío X (II fermo proposito) señala que el ámbito de la acción
de los seglares abarca "todo lo que directa o indirectamente pertenece a la
misión de la Iglesia..., es decir, guiar a las almas a Dios y restaurar todas
las cosas en Cristo" (Cf. ESCART(N, P., Apuntes para la historia de la Acción
Católica Española, en "La Acción Católica Española. Documentos", Madrid
1996, p. 151 ss.
El apostolado de
los seglares, tal como lo describe el Concilio Vaticano II, da carta de
naturaleza dentro de la misión de la Iglesia a la iniciativa apostólica del
laicado, la cual en las décadas previas al Concilio había cuajado en diversas
organizaciones, entre las que resaltan con particular fuerza y significación las
de la ya citada Acción Católica.
Para el Concilio
Vaticano II, la misión de la Iglesia consiste en propagar el reino de Dios,
haciendo a todos los hombres partícipes de la redención, y ordenando todo el
mundo hacia Cristo. A toda esta tarea la llama apostolado, y dice que la Iglesia
la ejerce a través de todos sus miembros de diversas maneras (AA 2. LG 5. 31).
Por lo tanto, el apostolado de los laicos o apostolado seglar es la
participación del laicado, de forma individual o asociada, en la misión de la
Iglesia antes descrita. Sin embargo, en virtud del principio que sanciona la
unidad de misión y diversidad de tareas en la Iglesia (LG 7, 32, 33. AA 2), es
el propio Concilio quien señala algunas peculiaridades al apostolado de los
laicos, que corresponden precisamente a su carácter secular, es decir, a aquella
condición laical que siglos atrás había constituido un posible obstáculo para el
encuentro de los seglares (seculares) con Dios.
Ese carácter
secular, con el que está tejida la existencia del laico, no es otra cosa que el
conjunto de actividades y condicionamientos que comporta la vida familiar,
profesional, social, vecinal, cultural, política, etc., que los laicos
cristianos, a un tiempo, protagonizan y comparten con sus conciudadanos. En ese
"lugar" son llamados por Dios para que vivan su existencia "guiándose por el
espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde
dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los
demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y
caridad". Así es como los laicos cristianos realizan un aspecto peculiar del
apostolado, hoy particularmente necesario: "hacer presente y operante a la
Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si
no es a través de ellos" (LG 31, 33).
El papa Juan
Pablo II, en su exhortación apostólica fruto del Sínodo de 1987 sobre los
laicos, hace notar que "el ser y actuar en el mundo", es decir, la índole
secular del laico cristiano "no es sólo una realidad antropológica y
sociológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y
eclesial", o dicho de otro modo, el cáracter secular tiene sentido teologal
puesto que es en ese "lugar" donde Dios les llama a la santidad y al apostolado.
Además, el Papa reivindica la prioridad, en el momento presente, de esta
dimensión secular del apostolado seglar, dada la actual proclividad de muchos
laicos a consentir en dos tentaciones: la de prestar más atención a las tareas
eclesiales que a las responsabilidades apostólicas en el campo profesional,
social, económico, cultural y político; y la de legitimar el divorcio entre fe y
vida, que ya había denunciado el Concilio Vaticano II (ChL 15, 17, 2).
El apostolado
seglar es verdadera participación de los laicos cristianos en la misión de la
Iglesia. Ellos toman parte no por concesión de los pastores, sino en virtud de
su ser cristianos "incorporados a Cristo por el bautismo, constituidos en pueblo
de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y
real de Jesucristo" (LG 31). Este apostolado tiene por objeto, como ya se ha
dicho, todo lo que constituye la misión de la Iglesia: "evangelizar y santificar
a los hombres" y "saturar del espíritu del Evangelio las diversas comunidades y
los diversos ambientes" (AA 20). Las actividades en las que los laicos han de
implicarse para realizar esa tarea son muy variadas y se orientan, por una parte
a impregnar la comunidad humana con los valores del Evangelio, tarea "primera e
inmediata" que les compete (EN 70. ChL 34-35). Y por la otra, a cooperar en la
edificación de la Iglesia como hogar; para ello toman parte activa en el
servicio catequético, litúrgico-oracional, caritativo-social-asistencial y
organizativo de las comunidades eclesiales (LG 33. AA 10), pudiendo adquirir en
algunos casos un cierto carácter ministerial (ministerios laicales sin orden
sagrado); sin embargo, hay que advertir que "el ejercicio de estas tareas no
hace del fiel laico un pastor" (EN 73. ChL 23. Sobre la colaboración directa de
los laicos en las tareas específicas de los pastores, véase Instrucción
sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles
laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, agosto 1997, procedente
de forma conjunta de ocho dicasterios de la Curia Romana), por lo que es preciso
saber ejercerlas desde la peculiaridad que comporta el carácter secular.
La actual
carencia de vocaciones sacerdotales ha llevado, en diversas Iglesias de Europa,
a encomendar a los laicos, bajo la coordinación de un presbítero que actúa como
moderador, tareas de animación pastoral en sectores especializados (como la
pastoral con jóvenes o dentro de un hospital, etc.) o de ayudante parroquial
como una colaboración más global en la parroquia o en la animación de
comunidades sin sacerdote. Se trata de compromisos estables por parte de los
laicos, al menos durante un período de varios años, con dedicación a tiempo
pleno o a media jornada, y con remuneración económica. Estas experiencias abocan
a un modelo diferente de organización pastoral, no ajeno a las posibilidades
abiertas por el Concilio Vaticano II y por el vigente Código de Derecho
Canónico. Sin embargo, no será inútil advertir un riesgo: que esta vía de
participación laical en la misión de la Iglesia aminore la presencia misionera
de los laicos en el mundo. Y siempre hay que recordar que, sean cuales fueren
las responsabilidades que el laico asuma, debe anunciar a Jesucristo,
"brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad"
(LG 31. cf. EN 21-22) a través de unas u otras tareas (cf. BORRAS, A., Des
laics en responsabilité pastorale? Accueillir de nouveaux ministéres.
Les Editions du Cerf, París 1998. Se trata de una reflexión
teológico-canónica, realizada por un grupo de trabajo de canonistas francófonos,
a partir de experiencias instauradas en Iglesias de Francia y de Bélgica).
La necesidad del
apostolado seglar surge del ser y misión de la Iglesia como pueblo de Dios, en
el que "se da una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y
a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo"
(LG 32). Las peculiares circunstancias del cambio cultural, ya iniciado en la
década de los sesenta, y la escasez de los sacerdotes y limitaciones a que se
ven sometidos en muchas regiones son, además, motivos complementarios que el
Concilio Vaticano II invocó para urgir la intervención de los laicos en la
misión de la Iglesia. Veinte años más tarde, en la exhortación postsinodal
Christifideles laici, el papa Juan Pablo II ha vuelto a dirigirse a los
laicos con la invitación evangélica "Id también vosotros a mi viña", en el
contexto de la apremiante necesidad de una nueva evangelización. Y los Obispos
españoles, por su parte, concluyen su más reciente documento sobre el apostolado
seglar con estas palabras:
"En un mundo
secular los laicos -hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos- son los nuevos
samaritanos, protagonistas de la nueva evangelización, con el Espíritu Santo que
se les ha dado. La nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos o no
se hará" (CLIM 148).
Siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza.
Ya que insertos en el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Son consagrados como sacerdocio real y gente santa (Cf. 1 Pe., 2,4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras, y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. La caridad, que es como el alma de todo apostolado, se comunica y mantiene con los Sacramentos, sobre todo de la Eucaristía. (Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de los laicos, nn. 2-3.
Ejemplos de grupos y movimientos de Apostolado Seglar
Comunión y Liberación
Camino Neocatecumenal
Comunidades de vida cristiana CVX
Acción Catolica
Junior
Cursillos de Cristiandad
Cooperadores Salesianos
Movimiento de familias cristianas
Frater ( fraternidad cristiana de personas con discapacidad)
HOAC (Hermandad Obrera de Acción Catolica)
JOC (Juventud obrera catolica)
JMV (Juventudes Marianas Vicencianas)
Legión de María
Renovación Carismatica
Scouts Catolicos
Talleres de Oración y Vida
Unión Eucaristica Reparadora
JEC (Juventud estudiante catolica)
Vida Ascendente
y muchas más realidades ...
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