domingo, 29 de junio de 2025

San Pedro y San Pablo. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este domingo, la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo eclipsa el propio del Tiempo Ordinario, por eso la alegría de celebrar el día del Señor se hace aún más especial al recordar a estos apóstoles, pilares de la Iglesia. Sus vidas, no exenta de contradicciones, pecados y flaquezas, cambió el día en que Jesucristo entró en ellas. Simón Pedro, junto al lago faenando y escuchando al Señor en su sígueme, tras la pesca milagrosa; Pablo, en la conversión que vive camino a Damasco, cuando escucha en su interior cómo el Señor le pregunta: ¿por qué me persigues? El seguimiento de Jesucristo de estos dos discípulos insignes les llevó hasta el martirio, regando con su sangre el suelo de la ciudad de Roma, donde floreció la fe hasta el punto de convertirse aquel lugar desde entonces en el corazón del catolicismo.

Recordarles hoy y acercarnos a sus vidas supone tomar conciencia de cómo Jesucristo y su evangelio han llegado hasta nosotros por medio de sus anunciadores, en una cadena ininterrumpida de testigos que ha permitido que lo que el mismo Maestro les mandó anunciar a todos los pueblos, es hoy nuestra fe y seguimos queriendo continuar la misión de "contar las maravillas del Señor a todas las naciones". Como hijos de esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana, nuestra mirada se pone hoy de forma especial en aquel que ocupa ahora la cátedra de San Pedro, el Papa León, por el que debemos orar mucho ante los difíciles retos que se le presentan en este momento que vivimos como pueblo de Dios, en medio de esta vorágine del siglo XXI.

Cada 29 de junio es una jornada para orar por el Romano Pontífice; sí, pero también para fomentar nuestra comunión, adhesión y cariño hacia nuestro Pastor Universal. Es hermoso pensar en cómo el Señor nunca ha venido a elegir a los perfectos; lo vemos con san Pedro y san Pablo, lo vemos con los papas a lo largo de la historia, lo vemos con cada uno de nosotros llamados por Él. Nos ha querido así como somos, frágiles, de barro, imperfectos... Él nos elige, pero no por ello estamos exentos de pruebas, problemas y cruces, más ni en esos trances se olvida el Señor de nosotros. Así lo vemos en la primera lectura, cuando San Pedro encarcelado por causa del evangelio, suponía el dolor para aquella iglesia primitiva que se veía alejada de su cabeza visible, por lo que el Altísimo intercede enviándole un ángel para auxiliarle. El Salmo responde a la lectura con esta definición tan clara: "El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen y los protege". ''Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él''. Ante todas las realidades que nos esclavizan, aprisionan y secuestran, siempre viene el Señor a librarnos de todas esas ansias, como también siempre necesita la Iglesia ser liberada de la mundanidad de las ideologías que la deforman y corrompen.

El ardor de San Pablo como predicador incansable y modélico, se nos pone de ejemplo en este día. Es emocionante escuchar sus propias palabras en la segunda carta a Timoteo, donde, a modo de testamento, se despide consciente de que su final en este mundo está a punto de llegar: ''He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe''... El evangelio de este día, tomado del capítulo 16 de San Mateo, nos recuerda cómo la Iglesia está cimentada sobre la roca de los Apóstoles. Esta emocionante escena de la confesión de Pedro -Simón-, al que el mismo Jesucristo cambió el nombre por el de Pedro, fue una señal de quién pondría a llevar el timón del barco de la Iglesia, como finalmente lo confirma al reconocer su primado. Apóstol significa mensajero, enviado, predicador, propagador... Todos nosotros lo somos también por el bautismo y la confirmación; somos llamados, igualmente, a anunciar a Cristo y su Buena Nueva en nuestro entorno. 

Pedimos a San Pedro y a San Pablo que intercedan por la Iglesia, que permanece firme tras veintiún siglos atravesando crisis, problemas y dificultades. Qué, como hemos pedido en la oración colecta de este día, nos mantengamos siempre fieles ''a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana''.

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