Sonaron con aire de fiesta esperada largamente. Pero ¿por quién doblan las campanas? No estamos ante la novela lejana de 1940 de Ernest Hemingway con su relato trágico en la sierra del Guadarrama durante la guerra civil. El escenario es otro y otro también el motivo. Tantas iglesias de la capital asturiana echaron al vuelo sus tañidos más gozosos desde sus campanarios para unirse a la euforia deportiva de la ciudad por un triunfo futbolero. Extensamente esperado, finalmente llegó el ascenso a la categoría “premium” de la Primera División en la liga del fútbol español, que es, sin duda, una de las mejores competiciones del mundo. Así el Real Oviedo está de fiesta merecida tras 24 años de andadura en las bajuras de otras divisiones durante demasiado tiempo. Al día siguiente, tras muchas horas de algazara y alirón, bien reflejaba el ambiente las palabras con las que nuestro Clarín comenzaba tan bellamente otra novela, La Regenta: «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte».
Otros equipos asturianos miran comedidos el triunfo carbayón. De veras deseamos que puedan competir y lograr también su merecido ascenso los amigos gijoneses con su Real Sporting en Primera División. Sería una alegría grande ver a estos dos equipos hermanos astures haciendo su mejor fútbol en la misma tabla deportiva. Que sea el año que viene, como desea la afición. Mientras tanto, los ovetenses se relamen de alegría con toda una ciudad revestida de azul que ha empezado a soñar las gestas de antaño cuando le llega esta buena noticia precisamente a las puertas del año centenario de su fundación 1926-2026. Ya está pedida la audiencia con el Papa León, y acompañaré con gusto al Real Oviedo para recibir la bendición de este Papa deportista.
Precisamente hace unos días el Santo Padre se dirigía al mundo del deporte con estas importantes palabras: «con alegría dirijo mi saludo a todos vosotros, deportistas de diversas las edades y procedencias. Os exhorto a vivir la actividad deportiva, incluso a nivel competitivo, siempre con espíritu de gratuidad, con espíritu “lúdico” en el sentido noble de este término, porque en el juego y en la sana diversión el ser humano se asemeja a su Creador. Quiero subrayar que el deporte es un camino para construir la paz, porque es una escuela de respeto y lealtad, que hace crecer la cultura del encuentro y la fraternidad. Hermanas y hermanos, os animo a practicar este estilo de manera consciente, oponiéndose a toda forma de violencia y opresión. ¡El mundo actual lo necesita tanto!».
Hermosas palabras que bien traducen los valores humanos y cristianos que albergan los deportes diversos cuando se practican en esa clave que apuntaba el Papa León. El deporte tiene muchos valores. En primer lugar, toda actividad deportiva supone el esfuerzo de quien se prepara a conciencia incluso renunciando a tantas cosas por el noble motivo de estar en forma física y anímicamente. Pero también se cultiva una sana competición que no se traduce en adversidad que pretende ganar al contrario destruyendo su dignidad y su legítima aspiración, porque hay muchas maneras de competir y cuando se excluye cualquier forma de violencia, entonces emerge ese valor que llamamos deportividad. Y también en el ejercicio del deporte se da la fraterna camaradería de saber jugar sin abuso narcisista y sin anónima inhibición, sino sabiendo cuál es tu puesto y tu función dentro de un equipo del que formas parte de modo complementario.
Hace unos días una representación del Real Oviedo ha ido a Covadonga para ofrecer a la Virgen el ascenso a Primera División. Es un gesto precioso. La Santina sabe vestir las camisetas de todos sus hijos porque con todos comparte su anhelo y su ilusión.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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