sábado, 28 de junio de 2025

La historia del padre Pepito Castaño, el dominico asturiano que dirigió la tesis de León XIV: una eminencia del Derecho Canónico

(Lne) "Como sacerdote dominico, nunca pensé que para estas cosas que son festivas, lúdicas, se iban a acordar de mí. Supongo que habrán tenido en cuenta mi condición de profesor en Roma". Con una suave ironía muy asturiana, algo esencial en su carácter, José Fernández Castaño respondía así al comienzo de la entrevista que el 21 de julio de 1990 aparecía publicada en LA NUEVA ESPAÑA con motivo de su elección como pregonero de las fiestas de Santiago Apóstol de Sama de Langreo, donde había nacido el 26 de septiembre de 1926 y donde residió hasta los 19 años.

En esa entrevista, Castaño apuntaba que en su labor docente en Roma se dedicaba especialmente a dirigir tesis doctorales. De hecho, llegó a dirigir 230. Justo cinco años antes había sido el "relator" de la tesis de un agustino estadounidense nacido en Chicago que todavía no llegaba a la treintena y cuyo nombre era Robert Francis Prevost, más conocido hoy como León XIV. Castaño fue el maestro del Papa en la elaboración de su investigación doctoral sobre el papel de los priores en el gobierno de las comunidades agustinianas. Hoy ya se bucea en ese trabajo en busca de pistas sobre la idea que León XIV tiene de ejercer la autoridad.

El padre Castaño, "Pepito" como le conocían dentro de la orden de Santo Domingo, falleció en 2005. Nunca perdió su acento asturiano pese a que pasó 40 años de docencia en Roma. Siempre le acompañó "un cierto aire campechano que le identificaba fácilmente como hijo de las Cuencas", según dice una nota necrológica de la congregación dominicana en recuerdo de este fraile fallecido en 2005 en Oviedo. Se había retirado con 70 años, después de su jubilación, al convento ovetense, que antes solía visitar con frecuencia cuando venía a Asturias.

Esa "sencillez exquisita" que usaba Castaño le impedía explicar en la mencionada entrevista que era algo más que un simple profesor en Roma. Mucho más. De hecho, entonces ya llevaba cuatro de los ocho años que estuvo como Rector de la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino de Roma, conocida como "Angelicum" en alusión a otro sobrenombre de "El Aquinate", llamado "Doctor Angélico" porque la finura de su pensamiento escolástico no podía más que provenir de los ángeles.

La altura de la obra de Castaño, catedrático de Derecho Canónico y autor de doce libros, le valió el título de "Maestro en sagrada teología", el más importante que concede la orden dominicana, de marcado carácter intelectual. Aunque su cátedra se centraba en el derecho matrimonial, su verdadera pasión intelectual y espiritual era el estudio de la vida consagrada, el ámbito donde se mueve la tesis de Prevost.

A Castaño no le faltaron dedicaciones relevantes en Roma, a donde llegó como estudiante de doctorado en Derecho Canónico en 1955 después profesar en la Orden de Predicadores en 1947 y de los correspondientes estudios en filosofía y teología. Antes de llegar a rector del Angelicum había sido decano de su facultad de Derecho. También ejerció como juez del Tribunal Eclesiástico de la Ciudad del Vaticano y como consultor de distintas órdenes religiosas. Fue profesor de la Escuela Diplomática del Vaticano y consultor de las congregaciones romanas. Formó parte de la comisión que renovó el Derecho Canónico en el Concilio Vaticano II y del Consejo para la interpretación de los textos legislativos de la Iglesia. En 1989, por sus aportaciones en el campo del Derecho Internacional, el presidente francés François Mitterand lo condecoró como Oficial de la Orden Nacional del Mérito. El papa Juan Pablo II, que también hizo su tesis en el Angelicum de los dominicos, lo nombró consultor de la Sagrada Congregación de los Obispos, uno de los organismos más relevantes de la curia romana. De hecho era el "ministerio" vaticano que encabezaba el cardenal Prevost desde 2023 y hasta su elección como sucesor de Pedro.

Hay una singular coincidencia en este punto de la historia del langreano que formó a un papa y asesoró a otros anteriores. Castaño y Juan Pablo II fallecieron el mismo día, el 2 de abril de 2005. Castaño murió en la Residencia de las Hermanitas de los Pobres de El Naranco, donde había sido trasladado a consecuencia de los cuidados especiales que necesitaba. Falleció a consecuencia de un cáncer de piel "que le había acompañado desde sus años de Roma. Fue el origen de una enfermedad que fue extendiéndose paulatinamente a los pulmones y el cerebro", dice la nota necrológica de los dominicos. Si hubiera gozado de salud es probable que le hubiera llegado el cardenalato cuando Ratzinger accedió al papado. "El padre Castaño era uno de los que llamábamos ‘Los siete magníficos’, porque eran los ‘rectores magníficos’ de las siete universidades pontificias de Roma y Benedicto acabó nombrando cardenales a seis de ellos. El séptimo no pudo ser porque justo había fallecido el mismo día que el papa Juan Pablo II". Así lo cuenta el dominico de la Felguera Luis García Matamoro, profesor de Derecho Canónico de la Pontificia de Salamanca y descatado discípulo de Castaño. "Era un pedagogo muy bueno, una persona muy cercana, un sabio verdadero", afirma. El padre Castaño tenía otra singularidad académica: era el único catedrático en dos universidades pontificias, en el Angelicum y en la Lateralense, explica este dominico asturiano que también fue profesor en esas dos universidades romanas antes de incorporarse a la de Salamanca.

García Matamoro incide en la excepcional calidad humana e intelectual de Castaño y también del padre Benito Gangoiti, otro de los canonistas que enseñaban en el Angelicum en la época en que allí estudiaba Prevost. De hecho, Gangoiti fue el "censor", el primer juez, de la tesis del papa actual. "Compartir aquellos años con ellos en Roma, por cómo me acogieron, fue la etapa más feliz de mi vida", añade.

Castaño, ya en su jubilación, se integró en 1996 en el convento de Oviedo, donde fue elegido prior unos años. "Era una gran persona, siempre muy abierto a la gente, siempre muy atento", recuerda el padre Valdés, el más veterano de la comunidad de dominicos de Oviedo, que coincidió con el padre Castaño tanto en Roma en su juventud como luego en su retiro en Asturias. Castaño, según una carta de recuerdo publicada en este periódico por su amigo Ramón Menéndez, también dominico, dedicó esos años a seguir investigando en su campo, a escribir algunos ensayos literarios y "a atender las muchas consultas que le llegaban de muchas partes del mundo sobre Derecho Canónico". Consultaban obispos, cardenales, instituciones.

En la búsqueda de datos sobre este dominico que formó al papa León XIV, en la reconstrucción de una vida llena de logros en el ámbito del derecho, aparece el rastro de una pérdida. En algunos lugares Castaño aparece llamado "José Manuel" y en otros, "José Joaquín". Su nombre real era el primero. Joaquín era realmente el nombre de su hermano pequeño, fallecido de joven en un accidente de moto. Probablemente unió ese nombre al suyo como forma de fundirse con su recuerdo. El nombre hace a las cosas.

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