Quedan lejos las islas que con todo acierto llamamos preciosas. Es una tierra amable y bendecida por su clima y belleza, por sus gentes bondadosas y alegres, por una comunidad cristiana muy comprometida. Y de aquellos lares nos han llegado noticias no solamente de volcanes que entran en erupción y arrasan, sino también de cómo la Iglesia acoge a jóvenes que salen de sus infiernos huyendo queriendo dejar atrás las llamas de la guerra, de la violencia, del hambre, de los abusos por parte de las potencias mundiales que los esquilman en su dignidad, en su libertad, en sus recursos naturales.
Hemos celebrado en estos días la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal. En ese foro donde la Iglesia en España nos juntamos a través de los obispos que la representamos en nuestras diversas diócesis, no sólo hemos orado con una liturgia cuidada, también hemos reflexionado con hondura y seriedad, pero además hemos compartido tantas cosas de nuestras iglesias más particulares. Y es cuando los obispos canarios quisieron acercarnos una problemática que tiene rostro, que tiene edad, y que tiene también los tejemanejes de una política que muchas veces hace trampas.
Los menores de edad llegan en patera a través de mil avatares tras días de travesía sorteando no pocos peligros marítimos con los que se encuentran, como si tuvieran que sortear piratas de tantas guisas. Pero tocando tierra canaria son acogidos en centros tutelados oficiales. Es curioso que cuanto propone y ofrece la Iglesia a través de Cáritas y otras instituciones cristianas, no suele contar, sencillamente se desprecia, por provenir precisamente de un compromiso que aprende a amar mirando el ejemplo supremo de la caridad del mismo Dios. No obstante, aunque el ministro de turno tenga sus listados de preferencias y exclusiones, y se escojan las ONG favorecidas con gustosas subvenciones por alguna afinidad política, los cristianos no van a dejar de ofrecer lo mejor de ellos mismos, de su tiempo, de sus recursos y dinero, para acoger con los brazos abiertos a estos jóvenes que al cumplir los dieciocho años, son puestos en la calle.
Señalan los obispos canarios que sin más plazas de acogida ni posibilidad de abrir más centros o pisos tutelados a corto plazo, la situación en las islas es cada vez más desesperada. Desde las dos Diócesis insulares se favorecen varios recursos para la acogida, el acompañamiento y la inclusión social de jóvenes ex tutelados o no, que se encuentran en situación o grave riesgo de exclusión social. El objetivo es ofrecerles oportunidades que contribuyan a superar los obstáculos, para su plena inclusión social y laboral.
La Iglesia en las Islas Canarias constata con preocupación este gran desafío, agravado por el factor insular y de frontera europea del archipiélago, que puede ser utilizado como cárcel sin muros donde contener a jóvenes migrantes a los que no se les facilita el tránsito a la Península o a otros países de Europa para proseguir su proyecto de vida; sea por su falta de recursos o por las trabas burocráticas a distintos niveles de las administraciones públicas. Por eso, se insta a los gobiernos y administraciones públicas concernidas, a poner los medios para retomar las derivaciones de menores o jóvenes migrantes ex tutelados o en situación de emergencia, a programas de inserción en otras Comunidades Autónomas. Igualmente, se apela a la solidaridad eclesial impulsando desde Canarias con el apoyo de la Conferencia Episcopal, el proyecto Corredores de Hospitalidad, que derive en la acogida integral de jóvenes ex tutelados. Nosotros en Asturias queremos abrir nuestras puertas a estos hermanos. Resuena lo dicho por Jesús: tuve hambre, estuve desnudo, fui extranjero... y vosotros vinisteis a mi encuentro (Mt 25). Es la divina solidaridad que se hace gesto fraterno de acogida con caridad e inteligencia. El amor a Dios y al hombre, siendo diferentes, son inseparables.
+ Jesús Sanz Montes,
Arzobispo de Oviedo
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