(Infocatolica/ Javier Navascues) P. José Miguel Marqués Campo es sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo. Criado en Chicago (Illinois) USA, es licenciado en Empresariales por Rosary College, EE.UU. (1985). Cursó sus estudios Eclesiásticos en el Seminario de Oviedo (1989—1996) y fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1996. Sus destinos pastorales han sido: Salas, Luarca, Basílica del Sagrado Corazón en Gijón, Oviedo. Fue director del “Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica” en Radio María (2007—2012) y de una serie sobre Literatura y Fe en la misma emisora: “De los Anillos al Señor” (2013). Actualmente es capellán diocesano de la Santa Misa Romana Tradicional (desde 2008).
¿Cómo nació su amor a la liturgia tradicional?
Creo muy sinceramente que mi respuesta está incluida en su pregunta: sencillamente yo “nací así", por así decirlo. Desde muy pequeño, siempre me ha cautivado la liturgia de la Iglesia. El camino a mi corazón es por la liturgia y por la música litúrgica. Habiéndome criado en aquella extraordinaria parroquia-colegio de San Jacinto en la zona polaca de Chicago, recuerdo vivamente a los sacerdotes que eran como padres para nosotros los niños, y las religiosas que eran como madres. Recuerdo a los niños y niñas de clase, que tanto nos queríamos. Son recuerdos tan buenos que me marcaron hondamente para siempre. Un día se nos anunció en clase que íbamos ir a Misa más temprano que habitual, y recuerdo mirando por la ventana hacia la hermosa iglesia parroquial, y tuve (sin saberlo entonces) la experiencia del salmista (121): Qué alegría cuando me dijeron: ¡vamos a la casa del Señor! Recuerdo a los sacerdotes en sotana y portando casullas romanas preciosas, recuerdo las religiosas en sus hábitos en clase, y en Misa el dulce canto gregoriano, acompañado con los suaves acordes del órgano, el olor del incienso, y particularmente el canto per omnia sæcula sæculorum. El latín y el carácter tan sagrado de la liturgia desde entonces siempre me han cautivado y fascinado.
Gracias a Dios la puede celebrar desde hace años en Oviedo…
Efectivamente, gracias a Benedicto XVI, reconoció en 2007 el inmenso tesoro espiritual de la Misa Tradicional en Latín, que nunca fue abrogada, y el principio de que lo que fue sagrado para generaciones anteriores sigue siendo sagrado para nosotros hoy, y lo será para las generaciones futuras. Entonces en 2008, hubo una petición en Gijón para poder iniciar celebración dominical y festiva en la archidiócesis, fui nombrado desde entonces capellán diocesano, aprendí el rito Romano tradicional, y lo llevo celebrando ininterrumpidamente desde 2008, en lugares distintos. Hemos mantenido una asistencia fiel todos estos años, y seguimos creciendo lenta pero consistentemente.
¿Por qué quiso participar en esta peregrinación NSC-España?
La primera noticia que tuve de esta peregrinación me llenó el corazón de una gran alegría. Bien conocida es la tradicional peregrinación París—Chartres en torno a Pentecostés (últimamente alcanzando unos 20.000 peregrinos de todo el mundo), y la peregrinación a Nuestra Señora de Luján en Argentina. Nunca me fue posible participar en esas peregrinaciones. Celebrar una peregrinación de estas características en España, y más aún en Asturias—tierra donde comenzó la Reconquista—es una excelente iniciativa que segurísimo supondrá gracia tras gracia para nuestra nación, y para la Iglesia aquí. En el vídeo que prepararon a posteriori, aparecen estas palabras esperanzadoras: Lætare, Mater. Hispania tua est / Regocíjate, Madre. España tuya es. ¿Cómo no iba a participar en algo tan providencial para nuestra querida Patria?
¿Era necesaria una peregrinación así en España?
¡Ya lo creo que sí! Ahí donde hay una liturgia verdaderamente sagrada, más enraizada en la Tradición de la Iglesia, donde personas de todas las edades son convocadas para unos días veraniegos de intensa espiritualidad y de gran esfuerzo físico, supone una lluvia de bendiciones. Reavivamos nuestra honda alma católica española, sin complejos estamos sanamente orgullosos de nuestra historia común, en plena comunión con la Iglesia, nuestra Madre en la fe católica y apostólica. Rezamos por España y la evangelización, para que Cristo vuelva a reinar en los corazones pero también en la sociedad. Rezamos por el Papa, los obispos, sacerdotes y fieles, por las vocaciones y por las necesidades personales que cada peregrino llevaba en su corazón.
¿Qué supuso para usted poder asistir por primera vez a la primera celebración solemne del Vetus Ordo?
Habiendo celebrado la Santa Misa Tradicional en mi diócesis desde 2008 ha sido y es una enorme gracia. Y lo seguirá siendo. Para un servidor, desde luego, para el ejercicio del sacerdocio. Por supuesto es una bendición para la diócesis también, aunque no siempre es apreciada. Pero he estado celebrando habitualmente Misa rezada—que con su intenso silencio orante es ya de por sí sobrecogedor—alguna vez Misa cantada, pero no había tenido ocasión de una Misa con rito propiamente solemne.
Es sencillamente conmovedor. Todos los detalles, pequeños y grandes, son de gran reverencia. Me impresiona sobremanera la asistencia del diácono y del subdiácono. Y cómo el diácono, al entregar cada objeto litúrgico al sacerdote-celebrante y viceversa, por ej., el incensario, la cucharilla del incienso, el cáliz, la patena, etc., lo besa, y luego besa también la mano derecha del sacerdote. Son sublimes gestos de gran piedad litúrgica. Es un hondo agradecimiento a la misericordia sacerdotal sacrificada del Señor, representado por el indigno celebrante, en cuyas manos ungidas con el buen olor de Cristo, se hará realmente presente el Señor en el misterio de nuestra Redención.
El Rito Romano Tradicional ayuda muchísimo a centrarse en Cristo. No hay lugar para distracciones ya que sacerdote y fieles fijamos la mirada, todos juntos, en la misma dirección: hacia el altar, hacia el Crucifijo, hacia Cristo, el Sol que nace de lo alto, como cantamos en el Benedictus de Laudes. De ahí que celebrar la Misa ad Orientem, ayuda a “orientar” nuestra mirada al Señor… y no a nosotros mismos. Especialmente ayuda al sacerdote ser lo que es, oficiando justo y sólo lo que la Iglesia recibe del Señor. Desaparece su persona y su protagonismo, por así decirlo, dejando transparentar a Cristo Sacerdote, sacrificándose de manera sacramental en el altar.
Igualmente era muy edificante ver celebrar numerosas Misas privadas como en un monasterio…
Impresionante la capacidad de adaptación de los organizadores, que pudieron en tan poco tiempo, reajustar admirablemente la logística que supusieron los imprevistos a última hora. Y así fue que a lo largo de la ruta, establecieron capillas-tienda de dos, tres, cuatro altares portables, para que cada sacerdote pudiera ofrecer la Santa Misa con todo bien dispuesto, asistido cada uno por un atento monaguillo, que abundaban. Y no digamos el precioso altar preparado para las tres Misas Romanas de rito solemne, celebradas en los tres días de la peregrinación.
¿Qué ha supuesto poder compartir impresiones con sus hermanos sacerdotes?
Fue enormemente enriquecedor para mí conocer a tantos hermanos sacerdotes, muchos de ellos jóvenes, y poder intercambiar nuestras experiencias. Además de compartir impresiones de cómo la vivencia de la liturgia Romana tradicional nos ayuda a ser más conscientes de nuestra identidad sacerdotal, supuso asimismo una magnífica ocasión para constatar los buenos frutos pastorales: de búsqueda y de acercamiento a Dios, de conversión, de confesión, de admirarnos de cómo la gracia divina actúa en los corazones, atraídos por tanta belleza litúrgica.
También todo el mundo destaca la presencia de jóvenes y de familias… el futuro de la Iglesia.
Ciertamente, sí. Entre los múltiples cientos de peregrinos, he podido constatar una evidente mayoría de hermosas familias jóvenes con sus hijos, vibrantes adolescentes y gente joven en abundancia, aunque también es cierto que hubo peregrinos de todas las edades. Una gran familia.
La belleza y riqueza oracional de la inmemorial liturgia Romana tradicional ha santificado a incontables católicos a lo largo de milenio y medio, muchos de ellos santos y mártires de la fe. El hecho de que tanta gente joven de hoy—que no puede sentir nostalgia por la liturgia antigua de su juventud—se sienta tan atraída por la liturgia tradicional de la Iglesia, es la prueba irrefutable de su poder cautivador a lo largo de los siglos. Un árbol bueno siempre da frutos buenos, dice el Señor. La liturgia Romana tradicional es ese árbol bueno, con hondas raíces. Así de sencillo, así de profundo. Hace años un benemérito sacerdote me comentó: “Mira, lo que vale de verdad, vale siempre". Jamás he olvidado sus acertadas palabras, comprobando su perenne validez.
Desde muy joven, siempre me ha parecido tan hermoso el rezo del salmo 42 al pie de altar, antes de que el sacerdote, habiéndose purificado primero él mismo con el Confiteor y otras oraciones, sube las gradas para entrar en el Sancta Sanctorum, el Santo de los Santos y ofrecer el Sacrificio: “Me acercaré al altar de Dios", respondiendo el acólito (o el diácono y subdiácono en una Misa Solemne): “Al Dios que alegra mi juventud".
El futuro de la Iglesia es su pasado y su presente, es decir, la perenne juventud que Cristo nos ofrece desde la Cruz, el verdadero Árbol de la Vida, que sólo puede dar buenos frutos. Tanto si eres sacerdote joven o mayor, ya si estás rodeado de tanta bella juventud (y no sólo por la edad) estas palabras del salmo 42 son siempre un destello de la juventud perdurable que añoramos conseguir, con la esperanza en la vida eterna.
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