martes, 22 de septiembre de 2015

Juan Manuel de Prada: «Santa Teresa consiguió que hombres importantísimos trabajasen para ella»



Carmelo López-Arias / ReL 22 septiembre 2015

Hoy martes sale a la venta El castillo de diamante (Espasa), la última novela de Juan Manuel de Prada, un extraordinario acercamiento a la figura histórica de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) a través de su enfrentamiento con Ana de Mendoza, Princesa de Éboli y duquesa de Pastrana (1540-1592), quien quiso sujetar a su voluntad las fundaciones de la santa reformadora en la localidad alcarreña.
Allí precisamente, durante un recorrido con el autor por los lugares emblemáticos de ese conflicto (el Palacio Ducal, la Colegiata, el Convento de San José), encuentro que la editorial organizó con los medios de comunicación, Prada explicó que la célebre princesa del parche en el ojo pinchó en hueso.

Rebeldía al servicio de la ortodoxia

Porque con Santa Teresa se rompen los prejuicios sobre la sumisión de la mujer al hombre en aquella época o sobre el carácter domeñable de las religiosas: "Se las considera personajes secundarios, poco lucidos, se las mira con condescendencia, como a seres pasivos, romos, grises, y eso es injusto". Y destacó en Teresa de Cepeda y Ahumana "su carácter rompedor, revoltoso, rebelde, que se concilia perfectamente con la ortodoxia" porque ese inconformismo no se refiere "a las cosas duraderas y valiosas sino a lo formulario y vacuo".

Santa Teresa, añade a ReL el escritor de Baracaldo criado en Zamora, "nos enseña a ver cosas que no podían ver los hombres de su época, como la oración mental", que en aquella época de protestantes y alumbrados estaba mal vista incluso políticamente: "Sin embargo ella logra imponer la oración mental desde la ortodoxia más plena. Ella abre los horizontes de la ortodoxia".

"Había recibido una formación que el noventa por ciento de los hombres de su época no tenían", a pesar de provenir de una clase media alta venida a menos tras la ruinda de su padre. "Pero, sobre todo", continúa Prada, fascinado con su personaje, "tenía la virtud dehacerle creer a la gente que les estaba obedeciendo cuando en realidad les estaba mandando, y parecía que se estaba amoldando a lo que la gente decía cuando en realidad se estaba amoldando a su carácter para luego llevarla donde ella quería".

Manejando situaciones y hombres

De hecho, en El castillo de diamante Santa Teresa nos deslumbra en su habilidad en el trato con el marido de la Princesa de Éboli, Ruy Gómez de Silva (1516-1573), o con el mismísimo rey Felipe II, o con los superiores de su orden, o con los dos pintorescos ermitaños napolitanos que logró atraer hasta Pastrana para unirse a su reforma del Carmelo. "O con su confesor, San Pedro de Alcántara", añade el autor, "que no es que se ponga a las órdenes de Santa Teresa, pero hace exactamente lo que Santa Teresa quiere que haga, porque, desde la admiración y devolución absoluta que profesaba a este santo, logra su apoyo en Roma, o que intervenga ante el obispo de Ávila... ¡Convierte a San Pedro en su peón! Pero lo mismo ocurre con San Francisco de Borja... Santa Teresa convierte a su causa a hombres importantísmos de su tiempo -en la Iglesia pero también en la política-, y consigue que trabajen para ella. Lo logra porque esos hombres descubren que lo que busca es algo bueno, una empresa inspirada por Dios. Pero también por su forma de ser y de cautivar con sus prendas personales".

Reforma y purificación de la vida religiosa

En la novela, un homenaje literario a la literatura española del Siglo de Oro donde el humor esperpéntico también está presente, vemos a Santa Teresa en permanente intimidad con Dios y refulge el espíritu de observancia y penitencia como clave de la reforma carmelita descalza. "Con todos los grandes reformadores religiosos este ha sido el esquema. Cada vez que la vida religiosa ha estado en crisis, la solución no ha sidoaggiornarla [ponerla al día] o tratar de complacer las nuevas tendencias que se imponen u obedecer a la inercia de los tiempos, sino un ejercicio de purificación y de retorno a los orígenes, de recuperación de los consejos evangélicos. Toda vida religiosa tiene dos velocidades: una, la que se puede exigir al hombre débil, que es cumplir con los mandatos divinos; y otra, la que se le puede exigir a todo hombre o mujer que decide seguir de una forma mucho más comprometida a Cristo, y en ese momento se impone una mayor rigor en la pobreza, un mayor rigor en la obediencia, un mayor rigor en la castidad, una recuperación de una vida religiosa mucho más exigente. Esto ha sido siempre así en la historia".

"Quizá el drama contemporáneo", añade Prada, "sea pensar que la Iglesia necesita una purificación, pero que esa purificación va a venir por su adecuamiento o aggiornamento[puesta al día] o por hacer un seguidiismo de las modas o tendencias sociales: eso conduce a la esterilidad y a la desintegración".

Tres meses de "ambiente irrespirable" en el Palacio Ducal

La visita a Pastrana con Juan Manuel de Prada como cicerone sirvió para encuadrar la figura de la otra apasionante protagonista de El castillo de diamante: la Princesa de Éboli.

En el Palacio Ducal, ahora propiedad de la Universidad de Alcalá, Santa Teresa vivió entre tres y cinco meses "en un ambiente irrespirable y con una bronca constante" con su anfitriona, señaló Prada: "Santa Teresa llevó a rajatable la purificación de la vida religiosa del Concilio de Trento, y eso no lo entendió la Princesa de Éboli, vinculada a una concepción feudal en virtud de la cual ella se convertiría en dueña y señora de los conventos que apadrinase". Pero "Santa Teresa imponía sus condiciones y no admitía que los benefactores influyeran en la vida del convento".

Que fue toda la raíz de su animadversión, aunque en la novela el autor, que considera a Ana de Mendoza "sinceramente religiosa", presenta a la duquesa como un "alma gemela" de la santa pero insuperablemente envidiosa de los dones sobrenaturales que ella recibía. Es en la narración de esos momentos donde El castillo de diamante, que refleja fielmente la espiritualidad teresiana, alcanza momentos portentosos de penetración psicológica en el alma de ambas mujeres.

La de Santa Teresa, sostiene Prada, estaba moldeada por sus juveniles lecturas de novelas, y así "su capacidad para enfrentarse con los adversarios y los obstáculos en lucha constante y esforzada tiene algo de los ideales de la cabellería, de hacer lo imposible: ella es una caballera andante, pero a lo divino".

Por su parte, la princesa de Éboli sublimó su insatisfacción religiosa entregándose a la política, para su propia perdición. El autor de El castillo de diamante tuvo ocasión de explicar, en la misma habitación donde Ana de Mendoza vivió recluida sus últimos años, las intrigas en las que se enredó, a la muerte de su marido, con el secretario del Rey y luego traidor Antonio Pérez: "Santa Teresa y la Princesa de Éboli coinciden en no conformarse con lo establecido, ambas se rebelan contra el papel que se les asigna, pero eso a una la lleva al perfeccionamiento anterior y a la otra a la destrucción".

Por las calles y monumentos de Pastrana

Es así como la villa ducal de Pastrana afronta el quinto centenario de Santa Teresa conlos dos grandes personajes de su historia unidos gracias al afán literario de Juan Manuel de Prada.

Juan Manuel de Prada no oculta su fascinación por el personaje de Ana de Mendoza, de cuyas relaciones con Santa Teresa ofrece un retrato en ocasiones entrañable, en ocasiones despiadado.

El alcalde Ignacio Ranera agradeció a Prada ese protagonismo, recordando que su localidad es la única en la que Santa Teresa fundó un convento masculino y otro femenino, aunque éste fuera un "fracaso" y la santa personalmente dirigiese la operación nocturna de evacuación, dejando sola allí a Doña Ana (quien a la muerte de su marido había querido ingresar en él, arruinando la vida de las religiosas con sus pretensiones y mangoneos).

Posteriormente el párroco de la colegiata, Emilio Esteban, mostró a los medios de comunicación el lugar donde está enterrada la Princesa de Éboli, en la cripta del templo. El cual llegó a tener 48 canónigos como expresión del poder que los duques de Pastrana querían otorgar a sus territorios.

Por último, ante el Convento de San José escenario del durísimo conflicto, que fue entregado poco después a las Concepcionistas Franciscanas y donde ingresó como religiosa la hija menor de la Princesa de Éboli cuando ella murió, Prada explicó que no ha tratado de hacer una novela histórica: "Lo que me interesaba era la creación del personaje de Santa Teresa y novelar un episodio que nunca lo había sido". Y donde (como sugiere el título, evocador del "castillo interior" que ella misma describe al hablar del alma y sus moradas) lo que queda también novelado, pero con absoluta precisión en el conocimiento por Prada de los vericuetos literarios de esa fortaleza, es el alma de Teresa, fundida de amor el día de la Transverberación, uno de los pasajes cumbre de la novela por su tumbativo impacto... y no sólo en la santa.

El castillo de diamante se presenta en Madrid este miércoles 23 de septiembre, a las 19.30 horas, en el Instituto Cervantes (Barquillo, 4), en un acto en el que participarán Gonzalo Santonja, Enrique Álvarez y Fernando García de Cortázar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario