viernes, 22 de mayo de 2015

Carta semanal del Sr. Arzobispo


No se han presentado a los comicios, pero han sido elegidos. La candidatura tiene si­glas emergentes que nunca menguan en el afán ni en el destino para aquello para lo que fue creada. La elección es directa, no ha habido campaña previa ni se ha invertido un cén­timo en propaganda electoral. Es lista única personal e intransferible, y to­dos figuran como cabeza sin rivalidad alguna. No se volverán a presentar porque el mandato de su enco­mienda no caduca jamás.

Esta descripción podría parecer una especie de bicoca extraterrestre precisamente en estos días en los que estamos en asuntos de urnas en el horizonte inmediato. Puede que se haya despertado la curiosidad del nombre de esa extraña formación que aglutina se­mejantes bondades o que pretende in extremisvendernos su milonga arregla-todo. Pero estos elegidos son distintos: por quien les elige, por aquello para lo cual han sido elegidos, y por su ligero equipaje que les permite ser libres y llegar al mundo.

Me estoy refiriendo a los cuatro buenos hermanos que el domingo que viene, fiesta de Pentecostés, tendré la alegría de ordenar sacerdotes para siempre en la Catedral de Oviedo. Toda una bendición para nuestra Archidiócesis asturiana, un inmerecido regalo con el que Dios sale al encuentro de nuestra pobreza como cuando llega al Seminario un joven llamado a seguir a Jesús en este sagrado ministerio.

Toda una historia que tiene la edad de cada uno de ellos y los nombres y luga­res por donde han transcurrido sus pesadillas y sus sueños, sus gracias y sus tropiezos, se concentra en esa tarde de domingo para decir como nunca antes y para siempre jamás, su más sincero­ y rendido “Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero” a Cristo que les llama, les consa­gra­ y les envía. Sólo saben esto y sin embargo les basta, como quien queriendo de veras enamoradamente se arriesga dulcemente a lo no escrito todavía, rubricando con la fidelidad de cada instante lo que pueda ir llegando en la salud o enfermedad, en la pena o alegría, poniendo así fecha y lugar cotidianamente a todo cuanto está por estrenar.

En sus labios el Señor pondrá su palabra como grito que denuncia con coraje o susurro que con dulzura anuncia. En sus manos Dios repartirá lo que no han amasado ellas pero que Él quiere regalar con la gratuidad de la gracia misma. Y sus corazones latirán los amores que no engañan, ni se turbian, ni se amañan, para que tenga en ellos cabida Dios amado sobre todas las cosas y cuanto el propio Corazón de Dios ama. Su tiempo estará marcado por las horas de un reloj sin horarios de pereza y su entrega tendrá el secreto del amor incondicional que no sabe de reservas.

Siempre conmueve ver a un misacantano que en la mocedad de su ilusión, tenga la edad que tenga, se atreve a decir sí y para siempre al Señor que le llama a abrazar su misma misión, a compartir la pasión y la gloria que le embargan, a buscar su Rostro cada mañana, a estremecerse escuchando su Palabra, y a rendir adoración a su Presencia con las rodillas del alma. El sacerdote que dice en el altar las palabras de Jesús en la última Cena, “tomad, esto es mi cuerpo”, debe decir en el altar de todas las encrucijadas humanas, mirando a los hermanos que la Iglesia le confía: tomad mi tiempo­, mi ilusión, mi entrega… dando así la vida por ellos.

Han sido elegidos. Tenemos cuatro nuevos sacerdotes que contarán fielmente lo que han visto y oído en la entraña del Maestro, que han dejado sus redes aceptando ser pastores de sus hermanos aprendiendo de Jesús, el Pastor Bueno. A todos, enhorabuena


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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