jueves, 10 de enero de 2013

Indignado con tanto indignado

Por el Rvdo. D. Jorge González Guadalix
 
Jorge González Guadalix
 
Esto va por rachas. ¿Se acuerdan de las movidas del 0,7? Hubo un momento, allá por mediados de los noventa, que si no llevabas una chapita del 0,7 o no participabas en algo de eso eras poco menos que un marciano.
No se ha vuelto a hablar del asunto. Quizá porque entonces nos enteramos de que justo los países más izquierdosos eran los que menos aportaban, pero posiblemente sea una mala suposición de un servidor, así que no me hagan demasiado caso.

Hoy me doy cuenta de que lo está de moda es ser un “indignado social”. Aquí y ahora, o eres un indignado, o te conviertes en explotador y puntal del sistema. Pero es que encima cualquier indignado se convierte en representante del pueblo y lo que él dice lo tenemos que tragar los demás. En Madrid aparecen de cuando en cuando pidiendo cosas tan sencillas y consensuadas como disolución de las cortes y nombramiento de comisión político gestora asamblearia.
Leí el otro día la carta que un llamado grupo de cristianos indignados ha hecho llegar al arzobispo de Pamplona pidiendo cosas tan elementales y sencillas para un arzobispo como exigir a los poderes públicos acabar con la evasión de capitales, repartir trabajo y riqueza, el fin de los desahucios y no sé cuántas cosas más. Lo interesante es que te vas a la carta y la firman ¡31 personas!
 
 
Pues servidor ha decidido también escribir su cartita, cartita de un indignado a otros indignados, que aquí cada cual se indigna con lo que le apetece:
Queridos amigos indignados:
Yo también estoy indignado, como tanta gente de este país, aunque quizá no coincidamos demasiado en los motivos.
Nací en pleno franquismo y he conocido perfectamente lo que fue aquella época. He vivido la transición y llevamos ya muchos años en una supuesta democracia.
No fue fácil esto. Más aún, sigue sin ser fácil. Mi idea de democracia, quizá equivocada, es que vivir en democracia no es en absoluto llegar a un estado de cosas en el que cada cual puede hacer lo que le venga en gana, eso es acracia, sino que las leyes que entre todos hacemos y votamos son de estricto cumplimiento para todos y llevan sanción para aquellos que se niegan a acatarlas.
Posiblemente haya leyes que no nos gusten o que nos parezcan hoy injustas. Pero existen formas de cambiarlas: elecciones e iniciativas populares. Lo que no estoy dispuesto es a que se modifiquen las cosas por mis narices. Ni Tejero con sus bigotes, ni ETA con sus armas, ni los indignados gritando ante el Congreso sois nadie para hacerlo.
No, hermanos, no basta decir que estáis indignados. A mí me indigna una Puerta del Sol de Madrid “tomada” durante meses. Me indigna ver acosado el Congreso. Me indigna ver a los llamados “cristianos indignados” sin más plan de anuncio del evangelio que mandar cartas a los medios de comunicación sabiendo que todo lo que sea sacudir a la Iglesia siempre tendrá un recuadro en primer plano.
Indignado yo, que veo cómo unos cuantos quieren manejar el cotarro al margen de la ley, sin más argumentos que sus gritos y sus narices. Indignado yo, que he sido privado de pasear libremente por la Puerta del Sol de Madrid durante meses. Indignado yo, y harto muy harto de cartitas a los obispos pidiendo la luna, el sol y las estrellas que en lugar de enviarse al obispo como hermanos, se sacan en los medios simplemente “porque sabemos que es lo que más le fastidia” (sic).
Con la ley en la mano, lo que sea. Con caridad fraterna, lo que sea. Con una vida comprometida, lo que sea.
Pero si vamos “por mis narices” y jugando “a que se fastidie”, no vamos a entendernos.
Así que hoy por hoy, indignado, servidor.

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