Por el Rvdo. Sr. D. Antonio Gil , Párroco de San Lorenzo de Córdoba
Casi sin darnos cuenta, las
Navidades se pasan y enseguida nos adentramos en la tan temida cuesta de enero,
que, este año, será más cuesta y más anticipada. La verdad es que ahora, con la
crisis, todo el año se nos convierte en una encuesta empinada, con recortes un
día sí, otro no y el de en medio.
El problema es que algunos de esos recortes vienen a ser como el chocolate del loro, -el caso, por ejemplo, del helicóptero de la sierra madrileña-, y quizás, por eso, no se entiende que sean suprimidos. ¿Puede equipararse el coste de un helicóptero, con su función tan primordial de salvamento de vidas? Pero así es, aunque así no os parezca. Bueno será, de todas formas, que abramos en nuestras vidas, y ojalá en el seno de una sociedad aturdida y preocupada, doce amplios ventanales para encarar el año nuevo, todavía flamante y a estreno.
Primera, fe, para nunca dudar de que Alguien va por delante, abriéndonos camino; segunda, ilusión, para no decaer en nuestro empeño de mejorar el mundo; tercera, fortaleza, para no dejarnos vencer por las dificultades; cuarta, trabajo, si es que lo tenemos o podemos encontrarlo, para que no falte el sustento en la familia; quinta, humildad, para reconocer nuestras limitaciones, nuestras sombras y debilidades; sexta, caridad, ahí es nada, para que desterrar todas las clases de egoísmo; séptima, salud, que nos llevará a valorarla y cuidarla al máximo; octava, oración, aunque resulte extraña la palabra, que no es más que conexión con "las alturas"; novena, verdad, mostrándonos siempre fuertes ante las mentiras interesadas; décima, coherencia, para no desafinar entre lo que creo, digo y hago; undécima, optimismo, para no desanimarme en las luchas de cada día; y duodécima, amor que, en realidad, es la primera: no dar sino darme a quien más me necesite.
Doce hermosas ventanas para que entre la luz, el aire puro, la aurora nueva. Necesitamos respirar a gusto, para que los problemas agobiantes de esta hora no nos asfixien, para que se ensanchen los pulmones de la esperanza, para que sigamos caminando sin desfallecer.
El problema es que algunos de esos recortes vienen a ser como el chocolate del loro, -el caso, por ejemplo, del helicóptero de la sierra madrileña-, y quizás, por eso, no se entiende que sean suprimidos. ¿Puede equipararse el coste de un helicóptero, con su función tan primordial de salvamento de vidas? Pero así es, aunque así no os parezca. Bueno será, de todas formas, que abramos en nuestras vidas, y ojalá en el seno de una sociedad aturdida y preocupada, doce amplios ventanales para encarar el año nuevo, todavía flamante y a estreno.
Primera, fe, para nunca dudar de que Alguien va por delante, abriéndonos camino; segunda, ilusión, para no decaer en nuestro empeño de mejorar el mundo; tercera, fortaleza, para no dejarnos vencer por las dificultades; cuarta, trabajo, si es que lo tenemos o podemos encontrarlo, para que no falte el sustento en la familia; quinta, humildad, para reconocer nuestras limitaciones, nuestras sombras y debilidades; sexta, caridad, ahí es nada, para que desterrar todas las clases de egoísmo; séptima, salud, que nos llevará a valorarla y cuidarla al máximo; octava, oración, aunque resulte extraña la palabra, que no es más que conexión con "las alturas"; novena, verdad, mostrándonos siempre fuertes ante las mentiras interesadas; décima, coherencia, para no desafinar entre lo que creo, digo y hago; undécima, optimismo, para no desanimarme en las luchas de cada día; y duodécima, amor que, en realidad, es la primera: no dar sino darme a quien más me necesite.
Doce hermosas ventanas para que entre la luz, el aire puro, la aurora nueva. Necesitamos respirar a gusto, para que los problemas agobiantes de esta hora no nos asfixien, para que se ensanchen los pulmones de la esperanza, para que sigamos caminando sin desfallecer.
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