sábado, 19 de abril de 2025

Vigilia Pascual, que las trompetas anuncien la salvación. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


''Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo, y por la victoria de Rey tan poderoso que las trompetas anuncien la salvación''... Esto nos reclama el Pregón Pascual. La celebración de la Pascua alegra en esta noche dichosa los cielos y la tierra, al universo entero, pues es en esta noche cuando actualizamos el paso del Señor. Los judíos recuerdan pasar de la esclavitud de Egipto a la liberación cruzando el mar rojo, nosotros el paso de Cristo de la muerte a la vida y, al mismo tiempo, renovamos las promesas bautismales conscientes de que también cuando nosotros salimos del agua -de la pila del bautismo- empezamos a ser muy distintos a antes de haber entrado; fuimos incorporados a Cristo, hechos hijos de Dios, lavados del pecado original. En esta noche santa actualizamos las promesas que un día hicieron nuestros padres y padrinos por nosotros.

El solemne canto del Aleluya tras toda la Cuaresma sin haber sido escuchado nos ha llenado de alegría; es el himno pascual por antonomasia que seguiremos entonando con emoción a lo largo de toda esta cincuentena en que el cirio pascual nos recordará que Jesucristo ha salido de la fosa y se convierte en luz para nuestros pasos. En estos próximos cincuenta días hasta la solemnidad del Espíritu Santo en Pentecostés, celebramos la Pascua de las pascuas, la resurrección de Jesucristo, cuyo eco se prolongará a lo largo de todo el año litúrgico. Los judíos tienen el sábado como su día principal, el nuestro es hoy: el domingo, recordando esa madrugada única en que la vida venció a la muerte. La celebración de la Vigilia Pascual debe llenarnos de gozo, de alegría, de emoción... Es aquí donde todo cobra sentido al percatarnos de que el Señor vive y nos llama a la vida. Si Él ha resucitado, resucitemos también hoy nosotros renunciando a nuestro pasado pecador, a nuestros malos hábitos y conductas erróneas, y comencemos una vida nueva en gracia y resucitada. 

Jamás veamos las celebraciones de la Iglesia como una rutina sin sentido o aburrida y repetida: hemos de tener la sensibilidad de descubrir en cada símbolo y signo litúrgico como la caricia del Señor no deja de hacerse presente y de caminar a nuestro lado, sin nosotros reconocerlo y darnos cuenta como les pasó a los discípulos de Emaús. El Espíritu Santo no deja de renovarnos, de actuar en nosotros, especialísimamente en los sacramentos. Esta ha sido una verdad siempre clara de nuestra fe, y es que ''La liturgia cristiana no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. El misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio'' (CIC 1104). La vigilia pascual es una celebración intensa y extensa, pues en ella se busca condesar la historia de la salvación desde el mismo momento de la creación hasta el instante en que Cristo rompe las cadenas de la muerte y el pecado.

¡Jesucristo ha resucitado!... Esta es la buena noticia que dio el ángel a las mujeres y que éstas transmitieron a los apóstoles, y éstos a los primeros cristianos, y así pasó de boca en boca a todos los rincones de la tierra. Este es el gran mensaje de la Iglesia Católica a los hombres y mujeres de cada tiempo: ''¡ha resucitado el Señor!'' Sintámonos dichosos de estar entre los que hemos descubierto esta verdad, y pensemos al mismo tiempo cómo puedo hacer yo para que en mi vida se refleje que soy un cristiano de Pascua y resurrección y no me quedo en la angustia de la noche del Jueves Santo en Getsemaní, ni en las lágrimas del Viernes Santo en el Gólgota, o en la tristeza de la soledad del Sábado Santo. Mi alegría nace aquí, en esta madrugada del tercer día; mi fe se cimienta en la Pascua florida. Revivamos, por tanto, el compromiso bautismal que nos llama a ser luz en nuestro mundo en tinieblas dando a nuestra vida de creyentes otra nueva plena y resucitada.

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