viernes, 18 de abril de 2025

Viernes Santo, la Cruz: escuela de amor, esperanza y misericordia. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Celebramos hoy unidos a toda la Iglesia Universal la pasión y muerte del Señor; es este un día silencioso, enlutado, en que no hay eucaristía en ningún lugar del orbe. El rezo de laudes, el ejercicio del vía crucis, la oración ante el monumento, han sido oportunidades de interiorización en esta jornada tan cargada de emoción y sentimiento. Especialísimamente el Oficio de este día, con la postración inicial de los presbíteros ante el altar desnudo y la liturgia de la palabra con la solemne lectura de la pasión según San Juan, nos ayudan a la contemplación a la que somos llamados mirando ''al que traspasaron'', como profetizó Zacarías. Somos invitados a mirar a Cristo en la cruz y preguntarnos, ¿Cuántos pecados míos veo en el leño santo? ¿Qué sentido tiene la muerte del Señor para mí? ¿Y en qué medida he respondido o tengo pensado responder en mi conversión, en mi camino de vida de fe para testimoniar mi agradecimiento al que dio su vida por la mía?.

Volver a revivir su prendimiento, condena, tortura y muerte, supone ser testigos de nuevo de una injusticia como pocas, pero que al mismo tiempo era necesaria para dar cumplimiento a las escrituras, de que el Mesías debía de padecer mucho. La muerte de Cristo nos interpela e interpela al mundo. He aquí un inocente llevado al patíbulo más horrendo e infame en el que morir y, sin embargo, no clama en sed de venganza, no maldice, no grita, sino que hace verdad en su docilidad lo anunciado por Isaías: ''como oveja llevada al matadero... como oveja enmudecida ante el esquilador''. No hay cabida para la violencia en la fe católica, ni hay causa por muy noble o social que sea que sirva de justificación para empuñar las armas y terminar con la vida de un semejante. Si alguien era inocente de verdad ese fue Jesucristo y, sin embargo, aceptó la muerte ''uno por todos, para librarnos del morir eterno''.

En este día de Pasión por antonomasia queremos de algún modo imitar a las monjas y monjes de vida contemplativa y hacer de esta jornada una contemplación del amor de Dios al mundo, a los pecadores, a cada uno de nosotros. Queremos subir al Calvario, acompañarle en su agonía y decirle como el buen ladrón ''acuérdate de mí cuando llegues a tu reino''. Hay muchos que aprovecharán esta jornada para el descanso, viajar, ir a la playa, a la discoteca, al cine... ¡Cuantos ignoran que Jesucristo los ha rescatado ya con su sangre! Que nuestra salvación nos viene por esta ofrenda sublime de caridad, por este pacto de la nueva alianza sellado en sangre un viernes santo. Hoy queremos tener a todo el universo presente en nuestra plegaria, por eso pedimos en la oración universal del Oficio por los judíos, por los que no creen en Dios, por los que están sufriendo tribulación, etc...

La adoración de la Cruz, inclinándonos ante el signo de nuestra redención, es reconocer que de Ella nos viene la misericordia, la esperanza y la propia vida: ¿puede haber cátedra de amor y perdón mayor que el leño santo?... Mirando la imagen de Jesús crucificado entendemos cómo Dios es quien tiene la iniciativa del amor redentor universal; como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia en su nº 604: Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. Jn 4, 19). Es un día también para tener muy presentes a nuestros hermanos católicos de Tierra Santa, a la Custodia Franciscana, a los que mantienen viva en ese suelo bendito la llama de la fe cristiana en medio de no pocas dificultades e incomprensiones. La muerte del Señor perdonando a sus verdugos ha de movernos en este día a orar por la paz en todos los lugares del orbe que sufren la violencia, empezando por los corazones de cada uno de nosotros necesitados también de perdón y de perdonar a ejemplo del Maestro: Gracias Señor, pues ''por el madero ha venido la salvación al mundo entero''

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