sábado, 21 de diciembre de 2024

Un Domingo mariano. Por Francisco Torres Ruiz

(In virga virtutis) Presentamos un pequeño comentario a las oraciones y antífonas del Misal romano para este domingo cuarto de Adviento.

Antífona de entrada

«Cielos, destilad desde lo alto; nubes derramad al Justo; ábrase la tierra y brote al Salvador». Tomada del libro del profeta Isaías, capítulo 45, versículo 8. Por las primeras palabras de esta antífona en latín, esta misa recibe el nombre de “Rorate Caeli”. Por el tenor literal de los textos que conforman este formulario podemos decir que se trata de un domingo mariano, ya que está centrado en el misterio de la Encarnación en lo que a María, la Virgen-Madre, le compete. Descubriremos en estas oraciones la forma en que María recibe el anuncio del Ángel y la gracia del Santo Espíritu.

Esta antífona ha recibido importantes interpretaciones durante la patrística entendiendo la expresión “tierra” como imagen de María Virgen. “Cielos” hace referencia al espacio divino, donde Dios habita. Allí está el trono de la gracia y la omnipotencia divina; “destilad desde lo alto; nubes derramad al justo” doble imagen para expresar la acción de Dios hacia los hombres, que siempre es descendente, catabática. En este caso, hacen referencia al poder del Espíritu Santo que baja al seno de María, “la tierra”. El vientre de la tierra hace germinar los frutos que dan vida y prosperidad al pueblo, del mismo modo que el vientre de María ha hecho brotar el fruto que trae la salvación al mundo. La gran bendición de Dios al mundo será el mismo Jesucristo.

Oración colecta

«Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncia del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo». Tomada del sacramentario gregoriano del papa Adrián (s. X) y presente en el misal romano de 1570. Quizá esta oración nos suene a todos puesto que es la que tradicionalmente se reza al final de la oración del “Angelus”. Esta oración, al parecer, tiene sus orígenes en san Ambrosio de Milán, o al menos, en una liturgia occidental fuera de la romana.

A poco que observemos, nos daremos cuenta de que esta oración va haciendo de manera sintética y lírica, un recorrido por los misterios de la vida de Cristo. Pero no se trata de una concatenación de hechos a se, sino en lo que nos afecta a nosotros: “hemos conocido”, “lleguemos”. Es una oración centrada en la dimensión subjetiva de la Redención.

Oración sobre las ofrendas

«El mismo Espíritu, que colmó con su poder las entrañas de santa María, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar. Por Jesucristo, nuestro Señor». Tomada del sacramentario gelasiano de Angoulenme (s. IX) con algunas modificaciones. Por la amplitud de términos epiclépticos, que veremos a continuación, y la concisión de su literalidad, parece ser que esta oración tiene sus raíces en la liturgia ambrosiana.

La oración establece un paralelismo entre las entrañas de la Virgen María y los dones colocados en el altar, esto es, el pan y el vino. Sobre ambos actúa un mismo Espíritu, una misa fuerza del cielo y una misma fecundación bajo la sombra del mismo.

La sombra es una imagen muy común en la Biblia para expresar la acción del Espíritu. Cubrir con la sombra implica que es el Espíritu el que fecunda algo. Algunos textos significativos son Gn 1, 2b “el espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas”; Sal 63 (62) “y a la sombra de tus alas canto con júbilo”; Sal 91 (90) “que vives a la sombra del omnipotente”; Mt 17, 5 “una nube luminosa los cubrió con su sombra” Lc 1, 35 “el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. De estas citas podemos sacar un significado importante para nuestra vida cristiana: dejar, también nosotros, que el Espíritu Santo nos cubra y nos fecunde, que su acción sea fecunda en nosotros. Esta es una gracia que hemos de pedir, la fecundidad de nuestra oración y de nuestra vida apostólica y cristiana dependen de la acción de Dios en nosotros y nunca de nosotros mismos.

Antífona de comunión

«Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel». Tomada del libro del profeta Isaías, capítulo 7, versículo 14. “Enmanuel” es un nombre hebreo que significa “con (ma) nosotros (nu) Dios (El)”. En este momento de la celebración eucarística, esta antífona no solo es un recuerdo de la profecía que en unos días se cumplirá, sino la actualización mística de la presencia de Dios en medio de su pueblo por medio de las especies sacramentales.

El “Dios con nosotros” es una gracia inmerecida que Dios nos hace por medio de la acción del Espíritu, como se vio en la oración sobre las ofrendas. Como con el rey Ajaz, quiere ser, otra vez, una prueba de que Él está de nuestra parte y quiere seguir acompañando a su pueblo, la Iglesia, peregrina en este mundo.

Oración para después de la comunión

«Dios todopoderoso, después de recibir la prenda de la redención eterna, te pedimos que crezca en nosotros tanto fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo, cuanto más se acerca la gran fiesta de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor». De nueva incorporación al misal de Pablo VI. Ante la inmediatez de la Navidad, parece que esta oración quiere exhortarnos a apresurar la preparación a estas fiestas pascuales. Los pecados de la vida vieja deben ceder el paso al fervor que nuestro corazón va sintiendo por el pronto nacimiento del Señor.

1 comentario:

  1. "La música es el lenguaje de Dios" . L. Van Beethoven.

    https://www.youtube.com/live/puevAVTjVf8?si=5-6CR6pKUhnmrIes

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