domingo, 15 de diciembre de 2024

''¿qué debemos hacer?''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Superado ya el ecuador de este "tiempo de espera", celebramos el día del Señor en este domingo III de Adviento y que familiarmente denominamos ''Gaudete'' (de la alegría), pues ya está muy cerca el Señor; falta poco para su llegada. Por eso la liturgia de este día es toda ella una invitación a un gozo festivo, ese único y auténtico que es el que nos trae Dios; una alegría que viene de dentro y que no es tan visible como las juergas o fiestas ruidosas del mundo, sino que ésta dura más, no termina a una hora determinada, sino sabiéndola conservar en el corazón, viviremos realmente unas fiestas de navidad no a medio gas, sino ''con júbilo desbordante''. El apóstol San Pablo en su carta a los Filipenses que hemos escuchado, nos anima a ello en primer lugar: ''Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos''. Vemos que hasta en estos días de Adviento sobre el color morado austero y penitente se impone hoy el rosado, que no es un alivio tras un duelo, sino una alerta para la celebración dado que lo mejor está por llegar. Es el segundo detalle a subrayar de la epístola: ''El Señor está cerca'', por tanto no podemos dormirnos en los laureles, debemos poner el alma a punto. Y por último, ''Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones''; es decir, lo que hemos dicho en el párrafo anterior: La alegría que dura nunca es la que desde fuera quiere entrar, sino la que sale de dentro.

El salmo de hoy nos resulta familiar, "Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel"; prácticamente el mismo que cantamos en la fiesta de la Visitación de María a Santa Isabel, y es que es una oración que nos lleva a pensar en la interioridad, en el estado de buena esperanza, y el Adviento si tiene una particularidad como tiempo litúrgico es que es el más mariano. Como Iglesia queremos acompañar a Nuestra Señora en las últimas semanas de la gestación de nuestro Redentor. También esto aparece en la primera lectura: ''El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador''. Cuántas veces lo buscamos lejos y está cerca, lo buscamos fuera y está dentro... La mejor forma de vivir este adviento es en fidelidad a lo que Dios espera de nosotros, que no nos ocurra como al pueblo elegido como hemos escuchado en la primera lectura del profeta Sofonías, que se sentía abatido y abandonado, y medio de esa crisis el Señor les habla y anima por boca de su profeta; no les reprocha su orgullo y obstinación, ni les amenaza con castigos, sino que les invita a volver al amor primero: ''El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno''.

El evangelio de este día es diferente a los pasajes que estamos acostumbrados, pues como os habréis dado cuenta, en este fragmento del capítulo 3 del evangelio de San Lucas no se nos habla de lo que Jesús dijo "en aquel tiempo" ni de lo que hizo, sino que hoy el protagonista es San Juan Bautista. La gente acudía a él, era hijo de dos personas buenas como Isabel y Zacarías; su nacimiento rompió moldes por la vejez de sus padres, y según fue creciendo llamaba la atención por lo que decía; sí, pero más aún por la forma austera y exigente en que vivía en pleno desierto. A Juan Dios le había dado mucho, y le había encomendado una misión muy concreta: ser el precursor, el que anunciara la llegada del Mesías, el que gritaría al mundo que es la hora de preparar los caminos al Señor. La figura del bautista es la que nos interpela en este día. Pensemos por un momento que era familia de Jesús; María e Isabel eran primas, por tanto Jesús y él primos segundos; era famoso ya antes de nacer por lo que vivieron sus padres con su concepción y la elección de su nombre y, sin embargo, Juan no se queda cruzado de brazos sino que se prepara en conciencia para la venida del Señor. 

Ante toda esa gente que incluso dentro de la Iglesia nos dicen que Dios nos quiere como somos y ya está, que no hace falta que cambiemos en nada, que lo de confesarse es algo del pasado, que con ser bueno ya está todo hecho, vemos aquí que de eso nada. Juan tenía "enchufe" con su primo, eran familia, podía haberse dedicado a hacer cosas aparentemente de más provecho o disfrutar de la vida ya que era próximo al Mesías y, sin embargo, se retira al desierto, intensifica su vida de oración, se pone a prueba, ayuna... Y, además de eso, anima a los que a él se acercan a convertirse, a cambiar de vida, a bautizarse ante la venida del "Sol que nace de lo alto". En ese diálogo de la muchedumbre con Juan aparece hasta en tres ocasiones la misma pregunta: "¿qué debemos hacer?". Había sed de eternidad, un deseo profundo de que el Mesías llegara y los encontrara preparados, y San Juan les da algunas claves: "El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene" (Practicar la caridad). Cuando hacen esa misma pregunta los publicanos a ellos les dice: "No exijáis más de lo establecido" (Evitar el fariseísmo; nunca reclamar lo que uno no da). Y los últimos en preguntar son los soldados, a los que Juan contesta: "No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga" (Ser honrados y transparentes y no aprovecharse de la posición para el beneficio propio).

Quedaban admirados de las palabras del Bautista, lo que generaba que muchos afirmaran que era un profeta, y otros directamente que se trataba del Mesías en persona. Pero Juan era tan humilde que despejaba siempre la duda, como en esta escena en que les aclara: ''Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego''. En resumidas cuentas, les dice que él no es nadie en comparación con el que ha de venir. Y hay unas palabras que en el sur de España, especialmente en Extremadura y otras provincias del sur lo entenderán muy bien, aunque en Asturias esto nos suena raro, me refiero cuando dice: ''en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga''. ¿Qué es eso del bieldo?: el bieldo es lo que nosotros en algunos sitios llamamos "angazu"; y "la parva" nos sonará más, que es un montículo de paja. Entonces el bautista les está diciendo más de lo que esperaban escuchar, no les habla sólo de esa primera venida que llevaban siglos esperando, sino que ya les adelanta algo sobre la segunda venida del Mesías, cuando vuelva como juez de vivos y muertos con ese comentario simbólico de que en su mano estará el separar lo bueno de lo malo; el trigo que simboliza lo bueno irá al granero que es el cielo, mientras que lo malo que simboliza la paja irá a ''la hoguera que no se apaga'', que es lo que llamamos infierno... 

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