(De profesión cura) No soy de muchas reuniones, pero ayer acudí a Madrid a un encuentro de sacerdotes que comenzamos con un retiro que impartió el cardenal arzobispo, D. José Cobo. Siempre he sostenido que D. José es muy buen comunicador y que sabe llegar a la gente. También a los sacerdotes, y les aseguro que no somos un público fácil.
Evidentemente no pretendo hacer aquí un resumen de su predicación, pero sí hacerme eco de algo que personalmente me hizo bien, y es una idea que repitió y que básicamente es el título de este post: “vamos a disfrutar de lo que tenemos".
Nos decía, y es así, que los curas nos quejamos mucho. Yo añado que curas y no curas somos fáciles al lamento. Pero en nuestro caso es cierto que siempre tenemos un ay en la boca. Unos porque no llegan, tienen mil cosas, necesitarían otro sacerdote, no tienen tiempo para nada. Otros andan en mil problemas con las ventanas, la economía, las goteras, papeles, reuniones. Y otros nos quejamos porque no viene nadie, la gente no responde, cada vez somos menos.
Nos decía D. José que con tantos lamentos se nos olvida disfrutar de lo que tenemos y agradecer a Dios todo lo que nos va regalando cada día. Es verdad. Yo puedo lamentarme de que en misa apenas somos tres o cuatro o disfrutar de esa presencia y dar gracias por el don de la fidelidad que sigue asombrándonos. Cuántas cosas para agradecer, para contemplar, para disfrutar.
También nos hablaba de que no era el momento ni de grandes proyectos, grandes planes ni más reuniones, que necesitamos un tiempo de sosiego, de serenidad, de, una vez más, disfrutar de nuestras comunidades y sentirnos felices por lo que somos, hacemos, podemos y no podemos. No puedo estar más de acuerdo, demasiadas veces nos agobiamos, yo el primero, por “los frutos", parece que nos urge tener gente como una forma de justificar nuestro trabajo pastoral.
Por supuesto que todo tiene sus matices, y que eso de disfrutar puede ir acompañado de una idea malévola que lo convierta en mero conformismo, desidia y triste pasotismo. No lo entendí así. Más bien quise comprender que de nada sirven el agobio, los nervios, los auto reproches. Al revés: nos destruyen, y que lo bueno es aprender a dar gracias, gozar de nuestro ministerio y alegrarnos de tanto como Dios pone a nuestro lado. Dios mismo irá haciendo su obra.
Fue una buena mañana. A mí al menos me hizo mucho bien.
P.D. Alguno ahora me llamará pelota del obispo. Ni lo he sido ni lo soy. Ayer me gustó el retiro. Punto. Me vino bien.
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