viernes, 20 de diciembre de 2013

Testimonio de un joven español en Alemania

(REVISTA ALFA Y OMEGA)
 
Vida, testimonio de otra Vida
Juan Antonio Olazábal es un joven español que falleció durante la primavera pasada en Alemania, donde se encontraba estudiando, gracias a una beca universitaria Erasmus. Pocos días antes de morir, escribió a sus amigos de la Congregación Mariana relatando sus experiencias y contando especialmente cómo era su vida de fe y su deseo de dar a conocer a Jesús en un país con una gran presencia luterana y muy descristianizado. «Al final, somos el único vínculo con Dios que muchos pueden tener», escribía
 

El joven con un grupo de compañeros erasmus,
en la ciudad de Eisenach
 
Actualmente, estoy viviendo en Göttingen, Alemania, beneficiándome de la cada vez más menguada beca Erasmus. Es una ciudad universitaria de cerca de 100.000 habitantes, en el corazón de Alemania; es pequeña, pero tiene su encanto y, sobre todo, es una zona muy frondosa y con muchos árboles, lagos, parques. Ahora en otoño, os aseguro que es una preciosidad. Nunca había visto tantos colores en un bosque en mi vida. Aparte de las exquisiteces medioambientales, la ciudad está muy animada y tiene muchísima gente joven: estudiantes de universidad, de Máster y gente que se ha venido a Alemania de prácticas, o a encontrar su primer trabajo. La comunidad española, latina y latinoamericana es muy fuerte, pero también hay muchísima gente de todas partes del mundo: Uzbequistán, Kazajstán, Corea, Islandia, China, Japón, Jordania, Estados Unidos, Rusia, Camerún, Turquía...
Sobre mi vida espiritual, la verdad es que es un tema bastante personal, pero como la Congregación en gran medida es mi familia, pues os cuento. Venir a Alemania no ha supuesto un avance en mi vida de piedad en cuanto a cantidad; aquí es mucho más difícil conseguir la feliz rutina de la Eucaristía diaria y frecuencia sacramental. Las iglesias tienen horarios muy malos y suelen estar cerradas, con lo cual no puedes acercarte a rezar. Sin embargo, en calidad creo que estoy ganando. Aunque pensaba que mi fe ya era madura, al estar en un país protestante y en un entorno, como el que envuelve a los erasmus, tan descristianizado, mis respuestas a cuestiones de fe tienen que ser más sólidas y claras que nunca, para poder permanecer fiel. Se me está poniendo a prueba constantemente, tanto a nivel intelectual como en los aspectos prácticos del día. Ahí es donde se tiene que notar bajo qué bandera quiero pelear. ¡Qué bien me vendrían unos Ejercicios! Pues eso, si yo no defiendo la fe, no la va a defender nadie. Con lo cual creo que por ahí estoy aprendiendo mucho y tratando de mejorar en muchísimos aspectos.
Por otro lado, no soy el único español que va a Misa. Hay una niña de Valencia, otro chico de Bilbao, uno de Madrid y otro de Murcia, que estamos quedando para ir a Misa y ayudarnos en estas cosas: es una suerte poder estar arropado. Además, cuando empiece el curso voy a tratar de apuntarme a un grupo de jóvenes que hay en una parroquia un poco lejana de donde vivo, y así aprovecho y aprendo alemán y rezo a la vez.
En fin, yo creo que, aunque ahora no esté en mi mejor momento espiritual, venir a Alemania me va a venir fenomenal para madurar espiritualmente. Sin todas las comodidades de poder elegir el horario de Misa que más me convenía (recuerdo que en Madrid sólo en la universidad tenía hasta dos Misas todos los días), hablar con mi director sobre mis dudas o dificultades, sentir el calor del acompañamiento espiritual de las actividades de la Congre, poder confesarte prácticamente en cualquier momento... Estoy empezando a valorar mucho más los sacramentos.
Además, en estas tierras del Lutero estoy tratando de hacer un cierto apostolado. No sólo tirando un poco de los que ya van a Misa, sino suscitando el debate entre mis compañeros no creyentes y animándoles a que vengan a Misa. Hay una amiga italiana que estaba de vuelta de la fe, pero que me ha dicho que quiere empezar a venir a Misa.
El Evangelio de la propia vida
 

Foto de Juan Antonio Olazábal
 
Desde luego, me doy cuenta de que, aparte de la mala prensa que recibimos de forma gratuita, los católicos nos vendemos muy mal. Pero nos vendemos muy mal especialmente cuando no somos coherentes. Hay mucha gente que no entiende por qué la Iglesia dice una cosa..., y los cristianos hacemos otra. Efectivamente, somos humanos, y como tales erramos, pero creo que tenemos que rezar mucho por la santidad de todos nosotros. Al final, somos el único vínculo con Dios que muchos puedan llegar a tener. El otro día, una mejicana no entendía las muestras de odio que tenía un católico amigo suyo hacia unos que, la verdad sea dicha, eran unos impresentables. Pero para ella era paradójico que en una persona que se declaraba católico pudiera existir el deseo de realizar el mal a otras personas que pensaran de manera distinta, cuando nuestra religión predica lo diametralmente opuesto. La verdad es que no me quedó más remedio que reconocerle que tenía razón y que, efectivamente, los pecados se nos cuelan a todos y, sin darnos cuenta, hacen daño a terceras personas de manera indirecta. ¡Cuántas veces yo no habré actuado como un cristiano en tantos ambientes en los que se me conoce como tal, y en qué lugar estoy dejando el nombre de Jesús! Es ésa una de las cosas que, aunque la tenía interiorizada, creo que tiene cada vez más importancia: la coherencia del cristiano, la trascendental relevancia de unas vidas que sean testimonio de otra Vida, y la necesidad de llevar nuestra felicidad imperecedera a todos los demás.
Quería incluir en este testimonio que, en la visita a París, tuve la oportunidad de renovar mi consagración en Montmartre, junto con María y Amalia. Fue una gozada poder hacerlo en ese lugar tan emblemático para nosotros que tenemos un carisma ignaciano tan marcado. Ahora, estoy en mi primera semana de universidad y sigo encantado, pero, a pesar de ello, extraño también el calor de la fe que nos da la Congre.
Un abrazo muy fuerte a todos. ¡Todo AMDG! (A mayor gloria de Dios)

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