(LNE/Chus Neira) El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, (Madrid, 1955), verá mañana amanecer un nuevo 18 de enero con el que dará por cumplidos sus 70 años. El franciscano celebra su cumpleaños en Covadonga, donde está de ejercicios espirituales. Ayer, en un alto a esas horas de oración y silencio, concedió un encuentro a LA NUEVA ESPAÑA para echar la vista atrás y hablar también de su futuro, ligado, confía, a la región.
-Uno cumple setenta años, echa la vista atrás y se pregunta...
- Pero, ¿soy yo?
-Y en realidad no es el mismo, ¿verdad? Sus células son otras. Han cambiado
-Y tantas veces... Uno piensa que lleva una andadura larga. Hay una autora alemana, Adrienne von Speyr, que dice que la vida es un viaje en tren. Te subes a un tren en marcha, hay gente que te recibe en su trayectoria, gente que se baja, pasas por diferentes territorios, te asomas a la ventana, ves paisajes primaverales, veranos calurosos, otoños mágicos... Es una metáfora bonita sobre la vida. Has conocido personas, tenido experiencias, recibido encomiendas, tenido miedos y alegrías. Y todo eso te va modelando. Dios está entre los pucheros, decía Santa Teresa, y también está entre esas fechas y escenarios.
-¿Dios le acompaña desde el principio en ese tren?
- Como toda relación, tienes un primer flechazo, y según pasa el tiempo, cuando esa persona te corresponde, se te hace más adecuada, amas de forma más clarividente, más correcta y acabas encontrando una fidelidad a tu lado siempre. Nací en una familia cristiana y desde que aprendí a hablar me enseñaron a rezar. Crecí como un pequeño creyente, en catequesis, en la parroquia. Así que ese Dios por el que me pregunta ha ido creciendo como crece toda amistad cuando es madura y es hermosa.
-Aunque no llegó directamente al sacerdocio
-No tengo una vocación tardía, sino retardada. Regresé de unas colonias de verano en Noja, Santander, cuando tenía 8 o 9 años y dije en casa que me iba al seminario porque quería ser cura. Mi madre se emocionó. Mi padre dijo que ni hablar: ''haz una carrera, obtén un trabajo y luego hablamos''. Fue el primer berrinche de mi vida por esa especie de contradicción. Pero aquello fue sabio, providencial. Hice bachillerato, estudié Economía y Derecho Mercantil y cuando parecía que lo tenía todo, mi trabajo, mi novia... ''Toc, toc, toc''. Siempre hay una esquina donde Dios te está esperando.
-¿Que le dijo su padre?
- Que era fiel a su palabra, que ahora cumpliera la mía pero que a él no le hacía ninguna gracia. Mi madre seguía emocionada, yo era el mayor de ocho hermanos...
-¿A que se dedicaban sus padres?
-Mi madre era madre de familia, muy buena esposa, no tenía teletrabajo, trabajaba diariamente con ocho chavales. Mi padre era gerente en Repsol y había sido bancario. La reconciliación fue el día de mi ordenación sacerdotal. Guardo una foto preciosa en la que viene a mí a darme un abrazo, totalmente emocionado. A partir de entonces tuvimos una relación preciosa.
-Decía que ese retraso fue providencial
- Porque te permite no ser el único protagonista de tu vida. Cuentas con otras personas que te matizan, que te abren horizontes, que te los recortan.
-¿Como vive estos días de retiro espiritual?
- Me vienen bien para esta especie de ''revival''. No me voy a contar mi vida, pero sí que la repaso: los momentos importantes, las personas que me han marcado. En estos días de mayor silencio, de escucha, es más fácil. Yo no estoy predicando estos ejercicios, además, es el obispo emérito de Pamplona quien lo hace. Así me voy preparando, porque soplar setenta velas supone tomar mucho aire.
-¿Cómo vive aquí, en Covadonga?
-Me levanto a las siete, higiene personal, desayuno, primeras oraciones con la liturgia de las horas y luego tenemos una propuesta de palabra, una meditación. Tenemos mucho tiempo libre en silencio, otra segunda charla, la comida y una tercera y última charla. Después, un tiempo de oración y silencio, y terminamos el día con la misa. Las comidas son en silencio, con música clásica de fondo, y entre nosotros guardamos silencio, aunque podemos requerir a a algún compañero para pedirle luz, discernimiento, alguna duda. Son días de poner en paréntesis... Respiras, te asomas y ves desde otro horizonte. Quizás las cosas no cambian pero sí tu forma de mirarlas.
-¿Se desenchufa también de las redes?
- No del todo. A veces tengo que atender cosas urgentes. Pero me mido, porque sino estoy todo el día colgado.
-Pero publica en su cuenta de X
-Sí, el primer día subí algo, pero en ese sentido también me estoy cuidando para vivir estos días seriamente.
-¿Por qué le gusta tanto estar ahí, en ese mundo de debates tan polarizados?
-No es que me guste, pero no me disgusta. Es una responsabilidad. Los cristianos, y máxime los que tenemos cierta responsabilidad no podemos estar callados ni ausentes. Yo me rebelo siempre contra la tentación que hay de hacernos mudos e invisibles. Mediré si mi palabra es adecuada y mi presencia no crispante, pero tengo que tener palabra y presencia, porque detrás de ti tienes todo un pueblo que te está esperando y que necesita que tú digas algo. Las redes sociales te permiten evitar el mutismo. Por eso me gusta escribir, para emitir un juicio desde una clave moral y cristiana. Pero no me callo, aunque a algunos les gustaría que desapareciera.
-Lo asume como una exigencia...
-Aunque trato de evitar ser el Pepito Grillo, un cantamañanas, porque no eres el mensaje, eres un hombre mensajero. Estoy en la Ejecutiva de la Conferencia Episcopal y cuando mis hermanos obispos me dicen que estoy muy presente y soy muy activo yo me pregunto por qué los demás no. Algunos no tienen esa necesidad de levantar la voz y otros lo consideran menos complicado, porque te compromete mucho menos estar callado que hablar. Pero no te puedes callar por miedo o por cobardía, esa es la pregunta que todos deberían hacerse.
-El 30 de enero cumplirá 15 años ejerciendo como obispo de Oviedo. ¿Qué balance hace de su tiempo con nosotros?
-Viene un prejuicio prestado. La gente de Aragón me decía ''no sabe usted donde le mandan, allí incluso los curas son malhablados, dinamiteros y peleones''. Me bastó una semana para darme cuenta de que estaban mal informados. Aquí me he encontrado con curas mayores y paisanos de una nobleza que conmueve. A veces estás con una persona y por detrás te clavan un puñal malayo en la intercostal. Aquí no. Aquí sabes siempre delante de quién estás. Te lo pueden decir de maneras mejores en algún caso pero saben lo que quieren y lo que esperan de ti. Cuando esa nobleza se acumula con una tierra de tanta belleza natural me hace feliz. Asturias no me cabe en la mirada. Después de quince años mi palabra es de gratitud.
-¿El trabajo?
-Muy bien. Con la gente que tengo más cerca y con las 934 parroquias, los 315 sacerdotes y ese millón de cristianos, practiquen más o menos. He trabajado muy bien y no he tenido disgustos. Firmaba otros quince años que no los voy a vivir como obispo, porque a los 75 tenemos que decir hasta aquí hemos llegado. Don Gabino se jubiló con 77 años. En mi caso no hay temor ni peligro de cambio en el tiempo que me quede. Me quedaré, tan ricamente, aquí, en Asturias.
-Cinco años, o siete pueden ser mucho tiempo
-Estoy a lo que me diga la Iglesia, pero ojalá no me digan nada. Aquí estamos bien para culminar nuestros proyectos. En todos los niveles. En el Seminario nos va muy bien, con 40 seminaristas en la actualidad. Con las nuevas titulaciones que tenemos, como la de Fisioterapia en Medicina del Deporte. Con proyectos pastorales... Hay partido porque hay proyectos.
-Y está relanzando una misión asturiana
-Siempre hemos tenido misioneros y una vez cerrada la misión de África quiero abrir alguna en tierra de habla española. He estado este verano en México y hay varias ofertas. también en Cuba.
-¿Que experiencia tuvo en México?
-Es una de las zonas más violentas de los corredores del narcotráfico. Estamos en Tlapa, en el Estado de Guerrero., a 3000 metros de altitud y con 30 personas, y tuve que parar una primera comunión por un tiroteo, una balacera, como dicen ellos. Tuve que pedir a uno de los presentes de la comunidad que tenía un walkietalkie que hablara con quien fuera. Me dijo: ''Puede usted seguir porque van a parar, tenemos media hora''. Y así finalizamos una Primera Comunión preciosa. Allí, como entenderá, no puedo hablar de las florecillas ni del trino de los pájaros, cuando se están matando. Ellos saben a qué estamos allí cuando vamos con los Toyota, y a veces te escuchan de mala gana. Tienes que combinar prudencia y libertad, pero no podemos perder la larga tradición misionera de la Iglesia asturiana.
-Estamos en Covadonga, donde en la última misa del día de la Santina la ausencia de las autoridades del gobierno regional avivó sus críticas. ¿Cómo están las relaciones?
-Fueron tres ausencias: el presidente, la delegada del gobierno y el presidente de la Junta. Con Adriana Lastra me he visto antes y después y tenemos una relación muy correcta, casi afable. Con Juan Cofiño tuvimos un encuentro extraordinario. Pudimos sincerarnos y se lo agradezco. Y con el presidente Barbón nos hemos saludado en varias ocasiones pero no hemos tenido el momento para tener un espacio y hablar. Con los tres hay una relación correcta e institucionalmente no están los puentes rotos. Sentí que no vinieran porque no solamente es a título personal. A mí también me invitan a actos y vas con la camiseta de tu equipo, representando a los que están detrás. Y me pueden incomodar determinados discursos homiléticos, pero aguantas el tipo. La homilía del día de Covadonga es, quizá, la más cuidada y pensada. Por otro lado, tengo una clave moral que se deriva del evangelio. No estoy haciendo un mitin, sino un juicio de paz, familia y libertad.
-¿Confía en que regresen este año?
-La invitación se les va a cursar y el deseo de que vengan es claro. En la distancia corta, insisto, el trato no sólo es cordial sino afable.
-Hablamos además, de dirigentes católicos y practicantes.
-Sí, pero la presencia laicista del PSOE puede determinar posiciones cuando presionan en demasía. Adrián (Barbón) y Adriana (Lastra) se confiesan católicos, pero el hecho de que vengan a una celebración y no hagan ningún gesto, que estén cual estatuas, es extraño. Si no tienes convicciones religiosas lo veo coherente, pero cuando las tienes me parece grave una censura de partido que les dice ''vosotros, quietos, y lo mínimo de lo mínimo''
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