miércoles, 1 de enero de 2025

Maternidad de María y Navidad. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

El 1 de enero dicen algunos que es el primer día del año nuevo civil, y ciertamente lo es, pero para los cristiano es también una jornada muy especial pues celebramos la Solemnidad de Santa María Madre de Dios con la que concluimos la Octava de la Navidad: ocho días después de nacer Jesús, cumpliendo la tradición judía en la que tiene lugar el rito de la circuncisión: ''Brit Milá''. Hasta la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II el 1 de enero era la "fiesta de la Circuncisión del Señor", luego el Papa San Pablo VI, con gran acierto decidió colocar en este día esta celebración mariana para poner de relieve que la Natividad del Señor está inseparablemente ligada a la maternidad de María. Por otro lado, es la mejor forma de iniciar el año civil pidiendo a la Santísima Virgen su amparo y auxilio para nuestra vida. 

Acercarnos al misterio de María como Madre de Dios nos lleva a remontarnos muchos siglos, nada menos que hasta el año 649 con el Concilio de Éfeso. El Catecismo de la Iglesia Católica en su nº 495 nos recuerda: ''Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús", María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" -como dijo Santa Isabel- desde antes del nacimiento de su Hijo. En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos]''. María llega a ser la Madre de Dios por ser tal su pureza, humildad y disposición a los planes del Creador, que el Verbo mismo del Altísimo se hizo carne en sus entrañas virginales y así el Hijo de Dios acampó entre nosotros.

San Pablo en el breve fragmento de su epístola a los Gálatas que leemos en este día, nos resume la esencia que encierra esta unión entre navidad y maternidad: ''Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial''. Es un lenguaje riquísimo que encierra mucho en pocas palabras. Durante siglos se esperó el nacimiento del Mesías, y no llegó tarde ni pronto, pues Dios sabe cuál es el momento exacto para todo, y así nació Jesús según lo expresa el Apóstol: ''en la plenitud del tiempo''. Y nos dice más: ''nacido de una mujer''; es decir, como tú y como yo. La grandeza sorprendente de nuestro Dios es tan humilde que acepta encarnarse en nuestra pobre carne. Y nacido ''bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley''. Esto no significa que Jesús venga como un antisistema que llegue a poner fin a las normas; Él nos dirá de su propia voz: ''no he venido a abolir la ley sino a darle plenitud''. El sentido auténtico de la ley va más bien enfocada a esa manipulación que había de lo sagrado, de lo normativo-impositivo de los mandamientos, de ese cumplimiento de los preceptos como arma arrojadiza contra los semejantes, en lugar de aplicarlos como mapa de camino hacia la vida más perfecta. 

En el evangelio de esta Solemnidad contemplamos a María con Cristo en sus brazos, adorados por los pastores que fueron presurosos ante la presencia de San José y su familia con aquel recién nacido que San Lucas nos detalla que estaba ''acostado en el pesebre''. Y María, ¿Qué sentiría en aquella situación? Tiene que dar a luz a su hijo en un establo, no hay posada para ellos; lógicamente necesitaría unos días para reponerse siendo una jovencísima madre primeriza que había tenido que viajar en estado de buenaesperanza ya en la recta final de su gestación apremiados por el censo. Y de pronto, el secreto que apenas Ella y José sabían sobre aquel niño empieza a dejar de ser un secreto, pues comienzan a llegar los que sí creen que ese niño es el Mesías y tienen esperanza en Él. Y aquí sí que los últimos fueron los primeros: los humildes pastores del contorno estrenaron las peregrinaciones a aquella gruta santa de Belén. Quizá María lo pasó mal, que los vieran allí en un establo y no tener nada que ofrecerles; que les hablaran de lo grandísimo que sería aquel pequeño, mientras sus padres lo tenían acostado en un comedero de animales. San Lucas, pese a todo, describe con fineza y ternura lo que estaba viviendo la madre: ''María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón''. Os invito como propósito de año nuevo que imitemos a María y pasemos por el corazón lo bueno y malo de cada día, por la palabra de Dios y las lecturas de este día, por un rato de oración ante el Sagrario y entre las cuentas del rosario...

Tanto la primera lectura como el salmo nos han hablado de bendición; también de corazón yo pido al Señor del tiempo, al que es el Alfa y la Omega que bendiga vuestras vidas, personas, proyectos y retos para este 2025 en que no puede faltarnos la Esperanza. En este año jubilar que también comenzamos somos llamados a peregrinar como testigos de la virtud que jamás defrauda. 
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra: ¡ruega por nosotros! 

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