Celebramos esta solemnidad de la Epifanía o manifestación del Señor, que familiarmente conocemos como de los Reyes Magos. En estos día de Navidad hemos contemplado el gran misterio del nacimiento del Salvador junto a su Octava, dentro de la cual hemos festejado también a la Sagrada Familia de Nazaret, y hemos cerrado la Octava mirando a María como madre de Dios. A fin de cuentas toda la Navidad en sus celebraciones más solemnes o en las memorias más discretas como el Dulce nombre de Jesús del pasado 3 de enero, nos llevan a interiorizar una única verdad, y es que el Hijo eterno que existía y existe desde siempre se ha hecho hombre y permanece como tal sin dejar de ser Dios: ''Dios y hombre verdadero''; lo profesamos cada domingo en el credo, pero quizá la parte que con más devoción que afirmamos en estos días es ''que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen''. Pero en este día 6 de enero lo que realmente nos ocupa es que Jesucristo no vino para un grupo reducido o de selectos o amigos, sino que ha querido darse a conocer a todos los pueblos de la tierra.
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lunes, 6 de enero de 2025
''Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila
En la primera lectura de Isaías, vemos cómo el profeta inspirado por Dios parece estar viendo ya como quien sueña con los ojos abiertos, este día muchos siglos antes de que ocurriera, por eso sus palabras desprenden ilusión y gozo desbordante: "¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!" He aquí la entraña de lo que viene a ser la Epifanía: se da a conocer la salvación de Dios de modo universal. En España tenemos esta tradición en la que vienen los Reyes a adorar al Niño Dios en primer lugar, y a traerle sus ofrendas que profetiza muy bien Isaías: ''llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor''. Los magos también traen un mensaje: que sean de diferente color de piel conlleva una lección preciosa de esta verdad de la Epifanía, y es que en esta teofanía el Señor elige a los gentiles para poner de relieve que el mensaje salvífico no tiene frontera o límite. Este Niño no viene para salvar sólo a los suyos; es un error que sigue muy presente hoy, como cuando hay quienes afirman que Jesús nació en Palestina para salvar a los Palestinos. ¡Por favor! No ideologicemos la Navidad! También en la época de Jesús había quienes pensaban que el eterno esperando vendría a solucionarles sus problemas con Roma, y es que se nos olvida una y mil veces que su reino "no es de este mundo", que Cristo no ha venido para que nuestra única preocupación sea la justicia social, sino para que siguiendo sus pasos "seamos santos e irreprochables ante Él por el amor"; es decir, que encaminemos nuestra vida hacia la santidad.
Y vienen guiados por una estrella, algo que también Isaías anuncia de algún modo al decir: ''Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora''. Y la estrella les lleva y nos lleva hasta esa pobre gruta donde en el establo estaba el niño Dios envuelto en pañales. Por eso en Belén, en el lugar exacto donde nació Jesús no hay una cruz o un cartel, sino una estrella de catorce puntas en el suelo que simboliza una promesa cumplida con un texto que reza: «Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est» (Aquí de la Virgen María nació Jesucristo). Los que ya creemos en Él no tenemos problema en adorarle, en reconocerle como nuestro Señor o postrarnos ante Él. La oración del salmista va más allá augurando: ''Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra''. Será en un futuro indeterminado, en un momento del que desconocemos el día y la hora. Pero no se nos oculta todo; el misterio de Dios mismo se ha dado a conocer sin restricciones, más allá de las cerrazones de tantos corazones y mentes. Por eso San Pablo afirma en su carta a los efesios al igual que en su misión de predicador: "se le concedido la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles''
El Catecismo de la Iglesia nos dice en su nº 528 que ''La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo''. Mientras que el martirologio romano pone de relieve lo siguiente: ''Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que se recuerdan tres manifestaciones del gran Dios y Señor nuestro Jesucristo: en Belén, Jesús niño, al ser adorado por los magos; en el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y reconocido como Hijo por Dios Padre; y en Caná de Galilea, al hacer patente su gloria transformando el agua en vino en las bodas''. Dios se manifiesta, se da a conocer, se nos revela ciertamente; luego está la respuesta personal de cada uno a este Niño en quien vemos hecho realidad lo que canta la liturgia de estos días: ''el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra''. El evangelio nos regala ese relato de los magos que siguen una estrella y que vienen de Oriente, y que vengan de tan lejos es una lección también con mucha enjundia para la reflexión, y es que no van a adorarlo los fariseos, saduceos y demás sabios de la ley hebrea, sino que los que acuden a postrarse ante el Rey de reyes son personas de otra religión diferente a la judía y, además, ''vienen desde muy lejos'' -como diría el villancico de malograda Sor Canción- teniéndolo sus paisanos judíos tan cerca. He aquí lo que tantas veces recordamos en la profecía cumplida: ''vino a los suyos, y los suyos no le recibieron''. Dejémosle nosotros ser rey de nuestros corazones, que este Rey no viene en busca de súbditos, sino a servir; no viene a quitar, sino a dar; no viene a traer muerte, sino a traer la paz y dar vida, y ésta en abundancia.
Feliz Epifanía del Señor, buen día de Reyes: ojalá que hayan sido generosos sus Majestades, sobre todo con los niños y con que los han esperado como a Él de corazón.
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