domingo, 9 de diciembre de 2012

Abecedario del Año de la Fe. Por Javier Leoz


(Pamplona)

Adquirir exacta conciencia de la fe para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para proclamarla.

Beber de las fuentes de la Palabra para impulsar una auténtica evangelización, con nuevos métodos y con nuevo ardor. Sólo, desde la Palabra, sabremos a quién transmitir, por qué y para qué.

Confesar y trasferir sin miedo los contenidos de nuestra fe cristiana. Presentar aquello que creemos sin dulcificaciones ni temor a ser rechazados.
Dar valor y sentido divino a la caridad de tal forma que, nuestra generosidad, sea fruto de la íntima relación con nuestra fe. Que nuestra caridad sea cristiana y no sólo humanitaria.
Estimular e incentivar a los diversos grupos existentes en la parroquia para que conozcan y profundicen más en las sagradas escrituras.
Facilitar el Sacramento de la Reconciliación como llamada a la perfección de la vida cristiana y a saborear la misericordia de Dios a través del perdón de los pecados
Gustar y consolidar la amistad con Jesucristo. Para ello, como recuerda el Papa Benedicto XVI, es necesario abandonar los desiertos excesivamente mundanos en los que se diluye nuestra vida cristiana.
Hacer de este Año de la Fe una lectura objetiva, eclesial y renovadora del Concilio Vaticano II. Alejarnos de los radicalismos (en un sentido y otro) será una oportunidad para redescubrir aquel acontecimiento eclesial que ha marco un antes y después en la vida de la Iglesia.
Irradiar con alegría la experiencia de Jesucristo muerto y resucitado mediante la recitación confiada y pública del Credo.
Jalonar toda la acción pastoral del presente Año de la Fe visualizándola en el ámbito de la caridad. El presente año, y en la coyuntura de crisis, es una oportunidad para demostrar los quilates de nuestra identidad cristiana.
Leer con más detenimiento e interés la Palabra de Dios. Debemos descubrir la necesidad de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido a todos los que son sus discípulos.
Memorizar como oración cotidiana el Credo. Con ello retomaremos una buena costumbre presente ya desde los inicios del anuncio evangélico.
Nostalgia de Dios. Es decir; recuperar el deleite por las cosas de Dios a través de la liturgia, de la piedad popular, de la música sacra, polifónica, canto gregoriano, los sacramentos y de la fe celebrada en comunidad.
Orar para que la Iglesia, con todos sus miembros, nos sintamos llamados a una constante conversión hacia el que es el único Salvador del mundo: Jesucristo.
Percibir los signos de los tiempos como una convocatoria a comprometernos mucho más desde nuestra condición de cristianos. No sirve ya el lamentarse o detectar el mal de nuestra sociedad. Es preciso ser sal, levadura y luz allá donde nos encontramos.
Querer y buscar espacios de reflexión, estudio y oración. Los jubileos bíblicos llevaban siempre al pueblo de Dios a la meditación sobre las acciones salvadoras de Dios y sobre el compromiso de la alianza
Resolver y abandonar la timidez apostólica en la que frecuentemente caemos los católicos. ¿Por qué no se hace sentir mucho más la voz de los cristianos en los ámbitos políticos, económicos, sociales, etc?
Sintetizar, para una mejor comprensión y conocimiento, el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica con motivo del 20 aniversario de su publicación.
Testificar y transmitir ante las realidades que nos rodean el don de la fe. Sólo desde la experiencia, profunda y real, podremos dar razón de aquello que decimos sentir y creer.
Unir nuestra fe a la del Papa y a la de la misma Iglesia. Ésta no es otra que aquella que está basada en el cimiento de la roca de los apóstoles: una sola fe, un solo Dios y Padre.
Valorar la fe como un don recibido pero también como una tarea a realizar. La Iglesia, por sí misma, es misionera. Un miembro de la iglesia o es misionero o le falta algo a su fe: testimonio vivo de Jesucristo.
Web, blog y creatividad para hacer presente el mensaje de Jesús de Nazaret con las técnicas de los nuevos tiempos y con el tesoro que llevamos entre manos: la Nueva Evangelización.
Yuxtaponer en todo momento la fe a las opciones de cada día, la Palabra que ilumina a las decisiones
Zambullirse de lleno, como cristianos, en la vida eclesial. Colaborar con ella en aquello que podamos realizarnos y, sobre todo, estar orgullosos de pertenecer a la Iglesia Católica.

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