martes, 11 de febrero de 2025

Como incienso en tu presencia (I). Por P. Francisco Torres Ruiz

(In virga virtutis) Quisiera exponerles hoy algunas claves para valorar y acoger un elemento litúrgico que, no sé por qué, despierta más detractores que defensores. Les hablo del tan amado y odiado incienso en la liturgia. Esta sustancia resinosa que, al ser quemada, despide abundante humo blanquecino, de olor agradable; que sube como columna de humo e impregna el lugar de su uso y a las personas que en él se encuentran.

Historia del uso del incienso en la liturgia cristiana

Aunque hoy nos parezca normal verlo en las iglesias, no siempre fue así. Su introducción en el culto cristiano no fue del todo pacífica. Su uso es antiquísimo, precristiano. Muy común en las diversas culturas y religiones como símbolo de honor a los difuntos, de respeto a las autoridades, sacrificio a los dioses y como signo de alegría y atmósfera sagrada. Este uso estrictamente pagano duró hasta el s. IV, sobre todo reservado a emperadores y dioses. Solo tras la paz de Constantino (313) fue progresivamente desapareciendo esas connotaciones paganas, entrando, así, poco a poco, en el culto cristiano.

Algunos datos de su paulatina entrada nos lo ofrecen el diario de viaje de la Peregrina Egeria en la Anastasis de Jerusalén en el s. IV; Constantino regaló incienso a la basílica de Letrán para perfumar su ambiente, pero no para uso litúrgico en el mismo siglo; y las pinturas de san Vitale en Rávena del s. VI. Por el contrario, los más acérrimos enemigos de esta inclusión fueron Tertuliano, quien en su Apologeticum argumenta «… que de las hostias que mando ofrecer le ofrezco la opima, la mayor, la oración nacida de un alma cándida, de un ánimo inocente, de un pecho donde el Espíritu Santo habita. No le ofrezco granos de incienso, lágrimas de un árbol que valen un maravedí, sino lágrimas de un corazón quebrantado; no dos gotas de vino , sino la sangre de las venas; no la vida de un buey sarnoso , reprobable, deseoso de morir sino la vida misma que me dio. Estas inmundicias ofrecéis vosotros con conciencias más sucias que las víctimas, y me admiro mucho que teniendo ministros para que examinen las entrañas de las reses que se han de sacrificar por si tienen algún vicio, no cuidéis también de que se examinen el corazón y las entrañas de los mismos que las sacrifican» (30) y san Agustín en sus Enarrationes in Psalmos dice «Podemos estar tranquilos, no tenemos que ir a Arabia a buscar incienso, ni registrar los fardos del avaro negociante: lo que Dios pide de nosotros es un sacrificio de alabanza» (49,14).

El caso es que, aún con cierta oposición, acabó entrando en el culto cristiano. Al inicio, tanto los cirios como el incienso formaban parte del honor con el cual era rodeado tanto el Evangeliario (libro de los Evangelios) como algunas personalidades. Pues era parte de los usos ceremoniales de la magistratura, de las cuales participaban los obispos, considerados como magistrados y funcionarios del aparato burocrático del estado. Veamos los hitos más importantes de esta interesante historia:

*VII-VIII es un gesto de honor tributado al Papa y al Evangeliario.
*Ordo romano I: el incensario es usado respecto al Papa cuando es recibido por el clero, cuando se dirige al altar, cuando se lee el Evangeliario y cuando el Papa regresa a la sacristía.
*Sacramentario gelasiano: dice que cuatro diáconos llevan cuatro Evangeliarios precedidos de dos incensarios.
*Pontifical de la Curia del s. XIII: reserva la cruz y el incienso para la llegada del emperador.
*En el s. IX la misa romana se ve influenciada por la liturgia galicana introduciendo en ella el uso del incienso tanto para el altar, como para el clero y las ofrendas.
*Ordo romano XIV de Mabillon(1300): regula el uso del incensario substancialmente como lo hallamos en las rúbricas del misal de 1570.

Hasta aquí la historia del uso de este elemento litúrgico.

Uso del incienso en la celebración de la Santa Misa

Actualmente el incienso en la celebración de la santa misa puede ser usado ad libitum en cualquier misa rezada o cantada (cf. OGMR 276). Este misal, lejos de restringir el uso del incensario más bien hace lo contrario: lo libera mucho más. Hagamos una comparación entre las rúbricas actuales y las del misal de 1570 sobre el uso del incienso:

Misal Romano 1570 (1962)
Las incensaciones que deben hacerse en la misa solemne, pueden realizarse también en todas las misas cantadas.

Misal Romano 1970 (2002)
El incienso puede libremente usarse en cualquier forma de Misa.

Se aprecia claramente el cambio operado para el uso del mismo. De pasar de estar reservado para las misas solemnes o cantadas a estar liberado para cualquier forma de misa sea cantada o rezada. Pero el cómo y el cuándo de su uso si esta minuciosamente reglado en la liturgia. Veamos estos momentos:

    1.Incienso durante la procesión de entrada: costumbre que viene, como vimos anteriormente, del s. VII y que ya estaba en la corte del emperador. Pretende aromatizar el recorrido por donde ha de transcurrir la procesión de ingreso a la nave hasta el altar.

    2. Incienso en los ritos iniciales en torno al altar: dice la OGMR 49 «… el sacerdote, según los casos, inciensa la cruz y el altar». El incienso llegó a expresar la elevación mental de la comunidad en oración, de su vuelo hacia Dios. El uso del incienso al principio de la Misa aparece en el s. IX, aunque se menciona por primera vez en el s. XI. Su sentido principal es el de dar al lugar sagrado el mayor realce envolviendo al altar y al celebrante en una atmósfera sagrada para separarle de este mundo de pecado. En este momento de la celebración (no podemos olvidar que son ritos iniciales y, por tanto, preparatorios) solo se inciensa la cruz, el altar y, si hay, la imagen de la Virgen o del santo en honor de quien se celebra la misa. La incensación del altar ha de hacerse del siguiente modo según dice la OGMR 277a que es el caso más habitual en nuestras iglesias: «si el altar está separado de la pared, el sacerdote lo inciensa rodeándolo».

    Respecto de la cruz, en el mismo número se dice más abajo: «si la cruz está sobre el altar o junto a él, se inciensa antes que el mismo altar. En otro caso, el sacerdote la incensará cuando pase ante ella». Se trata de una incensación devocional, con el fin de solemnizar la celebración y centrar el espacio sagrado donde se realizarán los misterios divinos.
    1.Incienso en la proclamación del Evangelio: hemos visto ya que es el rito más antiguo y el origen de la inclusión del incienso en la liturgia. No abundaré en esta idea. Simplemente recordar que la incensación al Evangelio responde a la verdad teológica de saber que no es otro sino el mismo Cristo quien habla a la asamblea de fieles reunida y, por tanto, toda la secuencia ritual va encaminada a manifestar esta realidad espiritual.

    2. Incienso en el ofertorio: aparece por primera vez en el 832 en el área carolingia, pues a Roma llega en el s. XI. Se realiza con gran solemnidad. Es un modo de expresar nuestra ansia de participar en las cosas sagradas y su realización simbólica al encontrarnos envueltos en su nube. Se pide a Dios que haga subir el incienso a su trono y derrame sobre nosotros su bendición. La actual OGMR 144 dice: «luego, si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario, lo bendice sin decir nada e inciensa los dones, la cruz y el altar. El ministro, de pie al lado del altar, inciensa al celebrante y después al pueblo».
Si respecto de la incensación al altar en los ritos iniciales dijimos que era devocional, la incensación del ofertorio es de carácter proléptica. ¿Qué significa proléptica? Viene de la palabra griega “prolepsis” significando una anticipación de algo que ha de venir. Aplicado a este momento de la celebración podemos decir que las ofrendas no se inciensan por ser pan y vino sino por lo que serán, esto es, Cuerpo y Sangre del Señor.

Los fieles no son incensados por ser simples fieles, sino por ser “ofrenda permanente” que es unida a Cristo. Este es un rito importante que no debe ser amputado en ninguna de sus partes: se deben incensar todos estos sujetos sagrados sin merma de ninguno. Además, la incensación a los fieles se recoge en Ordo romanus V con estas palabras: «los incensarios son llevados por el altar y después se trasladan a las narices de los hombres y el humo es llevado con sus manos hasta su boca» con esta rúbrica se indica que la incensación de los fieles llegó a considerarse de carácter sacramental siendo quizá más expresiva en su ritualización que la forma actual de la misma.

    1.Incienso en la ostensión del pan y del vino: dice la OGMR 150b: «si se utiliza el incienso, el ministro inciensa la hostia y el cáliz cuando se muestran tras la consagración». Este rito se introduce en el s. XIII cuando frente a las herejías que negaban la presencia real de Cristo en la Eucaristía comenzó a acentuarse el aspecto de adoración de esta en la misa, así como la verdad de fe de la presencia real.

    Uso del incienso en la Liturgia de las Horas

Al celebrar las horas mayores del Oficio Divino, esto es, laudes y vísperas, encontramos las siguientes rúbricas que ponemos juntas: « A los cánticos evangélicos Benedictus, Magníficat y Nunc dimittis se les ha de conceder la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a oír la proclamación del Evangelio.[mas adelante] Mientras se profiere el cántico evangélico, en las Laudes matutinos y Vísperas se puede incensar el altar y, a continuación, también al sacerdote y al pueblo» (OGLH 138.261). Este uso está ligado al que tiene respecto del Evangeliario.

La Liturgia de las Horas emplea el incienso al entonar el cántico evangélico, bien sea el Benedictus en laudes, bien el Magnificat en vísperas. Su uso – según Righetti – aparece por ver primera en una carta enviada desde Roma a san Bonifacio en Alemania (744). Según Sicardo de Cremona este rito se realizaba en todas partes en el s. XI.

Uso del incienso en la Liturgia de difuntos

Desde antiguo es considerado como un signo de honor y respeto hacia el difunto. En las exequias suele incensarse el cadáver mientras se canta y se reza por él. Estos mismos honores se tributaban a los mártires. En la baja Edad Media este gesto litúrgico referido a altares y cadáveres fue adquiriendo un carácter apotropaico, es decir, para enfrentar a los demonios y alejarlos. El incienso al ser puesto en el incensario se le dota de una bendición y esto lo vuelve un factor de santificación.

El actual ritual de Exequias une al rito de incensación del cadáver dos ideas teológicas: 1. La dignidad del cuerpo como templo del Espíritu Santo y la unción con el oloroso perfume del crisma. Veamos este texto del ritual:

«Ahora vamos a perfumar este cadáver con incienso; este gesto nos recordará que el cuerpo de nuestro hermano fue templo del Espíritu y que en su iniciación cristiana no solo fue vinculado a la muerte del Señor, sino que también, al ser ungido con el óleo perfumado de la confirmación, se significó que, como Cristo, era destinado a la resurrección y a recibir del Padre el ósculo de su amor. En la persona de Cristo, el Padre hizo que nuestro hermano se sentará con él en el cielo» (Formulario común II, 149).

Uso del incienso en imágenes y otros

También las imágenes sagradas destinadas al culto pueden ser incensadas, pero de modo distinto a como se inciensa al Señor o lo relacionado con él. A este respecto es muy aclaratorio lo señalado por OGMR 277:

Se inciensan con tres movimientos dobles (1.2-1.2-1.2) lo siguiente:

1. El Santísimo Sacramento.
2. Las reliquias de la Santa Cruz.
3. Las imágenes del Señor expuestas a la veneración pública.
4. Los dones para el sacrificio de la Misa.
5. La Cruz del altar.
6. El Evangeliario.
7, El Cirio pascual.
8. El sacerdote.
9. El pueblo.

Se inciensan con dos movimientos dobles (1.2-1.2):

1.Las reliquias expuestas a la veneración pública.
2.Las imágenes de los santos y la Virgen expuestas a la veneración pública.

Ambas solo al principio de la celebración y después de incensar el altar. En caso de que fueran incensadas fuera de la celebración litúrgica se tomarán como una incensación devocional y no estrictamente litúrgica.

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