(In virge virtutis) En los días que corren la Iglesia está sumida en la angustia por el estado sumamente delicado de la salud del Papa. No cesan de sucederse las noticas, los partes médicos, las oraciones de los fieles por la salud de su pastor. Es por ello que, para iluminar estos momentos, ofrecemos aquí un comentario a los textos eucológicos y bíblicos que la página del misal ofrece para la misa por los moribundos.
I Misterio
La muerte es una realidad tan humana y tan repulsiva que nunca nos acostumbraremos a ella. La muerte es finitud y límite de lo humano. La muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente es fruto del pecado. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida.
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Por ello, cuando estamos al borde de la misma, hemos de prepararnos pidiendo el perdón de nuestros pecados y soportando con paciencia los sufrimientos que la agonía impone para gozar plenamente de las “alegrías del cielo”.
II Celebración
El formulario que ahora analizamos es de nueva incorporación salvo la oración de pos-comunión que contiene un fragmento del misal romano de 1570.
La oración colecta usa dos atributos divinos: frente a la debilidad humana, Dios es el “Todopoderoso” el cual, cuando el hombre se halla ante las puertas de la muerte, usa de su misericordia, es el Dios “misericordioso”, que, en su hijo Jesucristo, ha abierto las puertas del cielo para los humanos (cf. Lc 23,43). La oración está centrada en el individuo enfermo “mira con piedad a tu siervo que lucha en agonía” y describe su estado terminal como una pugna entre la vida y la muerte usando una duplicación terminológica “luchar en agonía”, pues “agonía” en griego significa “lucha”. La oración usa el concepto de asociación con Cristo y a su pasión, que tan importante es para entender tanto la liturgia como el misterio del sufrimiento humano. La asociación consiste, básicamente, en una unión estrecha e íntima con Cristo y sus misterios. Respecto a la enfermedad y a la proximidad de la muerte, el hombre se une, por ese medio, al misterio pascual de Jesucristo en favor de la redención del mundo. Y esto le vale como purificación de sus pecados y consecución de la vida eterna.
La segunda oración colecta está destinada para las personas que, se presupone, van a morir hoy. El Dios, aquí también, “Todopoderoso” y “misericordioso” mantiene, por amor, vivas a todas sus criaturas (cf. Sab 11, 22-23), porque para Él todos están vivos. La oración presenta un concepto sobre la muerte desde una doble perspectiva: salir y descansar. Eso es la muerte para los cristianos: salir de este mundo y descansar en el Señor y en su misericordia.
La oración sobre las ofrendas vuelve a estar dirigida sobre el individuo moribundo pidiendo tres gracias sobre él: 1. El perdón de los pecados; 2. Soportar los dolores y 3. Conseguir el descanso eterno.
La oración para después de la comunión, cuya segunda sección está tomada del misal romano de 1570, presenta tres efectos de la Eucaristía respecto del moribundo que la recibe en forma de viático: ser confortado en la enfermedad, vencer al demonio y ser acogido por los ángeles en el cielo.
Los textos bíblicos seleccionados para este formulario son: Rom 14, 7-8 para la antífona de entrada, donde se nos recuerda que tanto la vida como la muerte son gestos de la providencia de Dios hacia nosotros. Mientras que para la antífona de comunión encontramos dos opciones: Col 1, 24 que es una exhortación a vivir la enfermedad en una perspectiva redentora, asociándonos a Cristo en su Pasión; y Jn 6, 54, pues la comunión con el Cuerpo y Sangre del Señor, en forma de viático, es prenda de salvación para el que muere.
III. Vida
El formulario que acabamos de analizar nos ofrece algunas perlas literarias que nos permiten hacer una breve reflexión sobre la muerte y de cómo enfrentarnos a ella cristianamente.
Como conclusión, traemos a colación una breve antífona del oficio de difuntos que, con extraordinaria raigambre bíblica, recoge perfectamente lo que el hombre debe pedir cuando se encuentra al borde de la muerte: “In paradisum deducant angeli, in tuo adventu suscipiant te martyres et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem. Chorus angelorum te suscipiat et cum Lazaro, quondam paupere, aeternam habeas réquiem (=Al paraíso te conduzcan los ángeles, a tu llegada te reciban los mártires y te conduzcan a la ciudad santa de Jerusalén. El coro de los ángeles te reciba y con Lázaro, el que fue pobre, tengas el descanso eterno)”.
Solo Dios sabe cómo se resolverá la situación física del Romano pontífice. Nuestro deseo es su recuperación, pero la voluntad de Dios es libre de disponer lo que quiera. Todo esto significa que nuestra oración a Dios debe ser por el moribundo y su salvación. Nada importa tanto en este mundo, como ganar el otro para siempre.
Oración por el Papa Francisco:
Dios omnipotente y misericordioso, que, al decretar su muerte,
abriste misericordiosamente al hombre
las puertas de la vida eterna,
mira con piedad a tu siervo Francisco, nuestro Papa, que lucha en agonía,
para que, asociado a la pasión de Cristo y sellado con su Sangre,
pueda presentarse ante ti limpio de todo pecado. Y si conviene a tu voluntad y al bien de tu Iglesia, restablécele la salud y la plenitud de sus facultades.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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