jueves, 4 de mayo de 2017

SEMANA SANTA. Por Ramón Alonso Nieda

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Hubo un tiempo en que creíamos que la Semana Santa formaba parte, con la Liga, con el NO-DO y parte nacional, con el contubernio de Munich, del 'atrezzo´ del Regimen. Que un día quedaría arrumbada en el desván de la historia con el resto de los juguetes rotos, los cachibaches del subdesarrollo. No imaginábamos entonces la España del AVE y de los vuelos `low cost',pero, de haberlo imaginado, no la hubiéramos imaginado con las procesiones de Pasión y el tantán de los redobles. Y he aquí que, al cabo de cuarenta años de rutina democrática, el futbol y las celebraciones de la Semana Santa se mantienen como ''los fenómenos de sociedad'' más vigorosos. Más vigorosos y también y también más transversales, pues se manifiestan con igual pujanza en los feudos de la derecha que en las satrapías de la izquierda.

Nada le disponía a uno favorablemente a esas manifestaciones multitudinarias. La revelación llegó on una emisión de la cadena franco-alemana Arte, un jueves santo en Estrasburgo: una antología de las diversas manifestaciones de la pasión a lo ancho de España; las imágenes acompañadas de una información sobria y rigurosa, marca de la cadena.

La Semana Santa española se descubría como la manifestación cultural, verdaderamente popular y colectiva, más bella de Europa. Vino después la experiencia de Zamora, la procesión de Viernes Santo en las últimas horas de la tarde, adentrándose la noche en el silencio y el recogimiento; en un respeto unánime. O la Semana Santa en Baeza: dieciocho cofradías, ¿no crean un vínculo social más fuerte y más saludable que os desolados botellones de la posmodernidad?.

Unamuno detestaba, como Clarín, el laicismo por considerarlo una ''religión del estado'', y sentía horror ante la brutalidad del anticlericalismo de izquierda; justifica, sin embargo, que el frente popular prohibía las procesiones por ser estas, a su juicio, ''paganísimas y escándalo para los verdaderos creyentes''. A lo mejor no le falta razón. Pero la paganía de esas celebraciones no las haría censurables. ¿no habría de valer para el cristianismo lo de ''nada de humano me es ajeno''?. Al fin y al cabo , el otro nombre de la Semana Santa es la Pasión. Pasión en el sentido pleno de sufrimiento infligido y vehemencia de los sentimientos.

Pasión, tragedia, cuyo núcleo oscuro es siempre el crimen. Quebranto del vínculo más fuerte, el de la filiación, que anuda todos los demás. Imposible reparar el crimen imposible restablecer el vínculo, imposible resarcir la sociedad doliente. Pero el arte cura amorosamente las heridas con la epidermis inmaterial de la belleza. Jesús yacente en el regazo de María, la talla más hermosa jamás esculpida, es al mismo tiempo compendio del cristianismo y de la condición humana que busca en la piedad y en la belleza remedio a lo irremediable, tregua al desconsuelo.

Las Panateneas eran las fiestas patronales de Atenas; el punto culminante era la procesión que ascendía del Cerámico a la Acrópolis. Los talleres de Fidias la inmortalizaron en el friso del Partenón. Trinidad constante de la celebración, la piedad y la belleza. Los pasos de Semana Santa con imágenes labradas en los talleres más prestigiosos, son las panateneas cristianas. Ya está tardando las burocracias de la UNESCO en reconocer como Patrimonio de la humanidad e esplendor de esta liturgia colectiva que el pueblo celebra por su cuenta, en margen de la Iglesia, en todas las poblaciones de España.

Y he aquí que estando en estas celebraciones, los asturianos, ''pobres majaderos'' fueron insultados descaradamente por unos cantamañanas metidos a gacetilleros. No pocos incurrimos en el error de tomarlos en serio, entrando al trapo y olvidando que sólo ofende quién puede. Y que es este caso la osadía venía de una simpleza básica, de una majadería (la suya) faltona y descompuesta. ¿Discutir de antropología con esa gente?.

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