jueves, 18 de mayo de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo

La sociedad líquida: Zygmunt Bauman

Es uno de los signos de este tiempo: la pluralidad. Vivimos en un mundo donde no todos piensan, ni viven, ni sienten lo mismo. El tiempo de las grandes convicciones que tutelaban los valores que permitían ver las cosas de modo semejante generación tras generación, ha cambiado profundamente. Lo ha descrito uno de los filósofos y sociólogos más importantes que ha fallecido hace sólo unos meses: Zygmunt Bauman. Este pensador polaco ha descrito como pocos lo que él llamaba la sociedad líquida.

Pocas cosas vemos que puedan tener la solidez de lo que perdura en el tiempo aguantando los diversos climas de todas las estaciones climáticas, los diferentes humores de los cómicos de una época, los distintos amores de los dramáticos que nunca nos faltan, los escenarios variados que nos pintan un horizonte halagüeño o sencillamente trágico. Así, en la vida cotidiana estamos de continuo retratándonos con nuestras palabras o silencios, con nuestras acciones comprometidas o nuestras omisiones fugitivas y cobardes. Todas las estaciones de cada año, en un ininterrumpido devenir que nos deja como beneficiarios o rehenes del frío de cada invierno gélido y mohíno, de la explosión fecunda de cada vivaracha primavera, del sosiego de cada plácido estío y de la magia otoñal tan mansa y serena.

En este ambiente agitado e inconsistente, se nos diluyen por exceso o por defecto esos valores que antaño permanecían inmutables en la transmisión que hacían los mayores a las generaciones que venían empujando. No era algo cíclicamente reiterado sin más prurito que repetirse como si no hubiera nada nuevo bajo el sol, como decía el sabio bíblico. Había novedades que venían a enriquecer lo anterior, mejorando lo heredado pero sin anular ni contradecir cuanto se legaba como una tradición no traicionada. Acaso se purificaban los excesos, se aquilataban los defectos, mientras la vida misma era acrisolada en lo que se soñaba y deseaba como algo mejor. Era la sociedad fundadamente sólida, que no se reducía a un etéreo gaseoso evanescente ni a un inasible líquido fugaz.

Pero algo ha fallado en la transmisión, algo no tenía la aparente solidez ni el incuestionable fundamento, cuando tan fácilmente se ha embarcado la sociedad en esa abstracción gaseosa que nos venden demasiados vendedores de humo, o cuando nadie es capaz de afirmar algo que no tenga tan prontamente su fecha de caducidad. Lo vemos en cualquier proyecto que implique fidelidad madura y probada capaz de vivirse y desvivirse en todos los escenarios en los que seguir pronunciando un sí a lo que es verdadero, lo que es bondadoso y lo que es de suyo bello. Y así podemos comprobarlo en la debilidad que sufre el amor y sus caprichos que lo hacen voluble, tramposo e incierto, y la que soporta también la esperanza que se torna en quimera incapaz de conmovernos hacia algo que valga la pena, y la que padece la fe que por ser confusa y pendenciera termina por no creer en nada al intentar inútilmente creerlo todo.

Esta sociedad líquida hace vulnerable al matrimonio o renuncia a él en una relación descomprometida sin nexos, y también desliza la debilidad en la respuesta de otros caminos humanos y cristianos en la sociedad e incluso en la Iglesia. Es bueno saberlo, para situarnos en nuestro momento. En estos tiempos recios volver a desear humildemente, a soñar con audacia y a trabajar desde la compañía de Quien nos sostiene con su gracia, para que nuestra vida responda a la solidez de lo que no pasa, con la fidelidad creativa de quien reestrena cada mañana lo que Dios escribió en nuestro corazón y confió a nuestras manos en la tarea que nos ha entregado como misión.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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