jueves, 11 de mayo de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Cuatrocientos y la Virgen



Es una de las imágenes más tiernas que recuerdo de mis años niños. Aparecía Jesús como un pastor bueno que rodeado de ovejas, llevando una sobre sus hombros, era alguien a quien su rebaño le importaba de veras: cuida de sus ovejas, las llama por su nombre, ellas reconocen su voz, las conduce hacia praderías de hierba fresca, y está atento especialmente cuando atraviesan cañadas oscuras o peligrosas. Este domingo pasado hemos celebrado el domingo del Buen Pastor, Jornada mundial de oración por las vocaciones de especial consagración. Y así lo hemos vivido también nosotros en nuestra diócesis de Oviedo, subiendo en peregrinación con más de cuatrocientos jóvenes al Santuario de Covadonga el sábado pasado.

A través de los bosques, sorteando preciosos recovecos en donde bajo un inmenso paraguas verde el sol llenaba de luz nuestros rostros, gozamos del canto de los pájaros que nos ofrecían su inédita sinfonía compuesta esa mañana por el mismo Dios Creador. También fue hermoso el murmullo de las aguas del río Covadonga que corre premuroso al encuentro del río Sella con quien se fundirá más abajo para bogar juntos hasta las aguas bravas de nuestro mar Cantábrico. Son tres horas de subida, con nuestra gente joven, acompañada por sacerdotes, religiosas y catequistas. Una bendición a la que uno no se acostumbra nunca, ante una belleza humana y cristiana que Dios mismo y nuestra Madre la Santina nos hacen ver que siempre está por estrenar.

Con todos ellos celebramos de víspera esa Jornada mundial de oración por las vocaciones. Quisimos alargar un poco más la convocatoria, y decir cuatro cosas sobre las tres grandes vocaciones que componen la vida cristiana, las que forman propiamente hablando el Pueblo de Dios: los laicos, los consagrados y los sacerdotes.

Se daba el caso que un matrimonio muy joven, casados hace poco más de un año, que no pocas veces hicieron esa marcha a Covadonga, habían tenido hace tres meses su primer retoño: una preciosa niña. Subieron con ella, en un cochecito de bebé adaptado para esto. Era hermoso ver cómo Dios llama, con auténtica vocación, a tantos chicos y chicas adultos para que formen una familia cristiana, abierta a la vida, en fidelidad para siempre, diciéndose en mil circunstancias y escenarios el sí de sus amores esponsales bendecidos por Dios Amor. Eran y estaban felices, como quedó de manifiesto.

Una religiosa joven también nos testimonió su gozo en el seguimiento de Jesús desde el carisma de su congregación. Entregar la vida por el Señor y su Iglesia, haciendo tuyo este o aquel momento que nos dejó prendidos Jesús cuando bendecía a los niños, curaba a los enfermos, enseñaba a la multitud, salía en defensa de los más excluidos. Son los distintos carismas con los que se sigue predicando aquel mismo evangelio a través de la vida de las personas consagradas y su misión.

Finalmente, fue un sacerdote ordenado hace poco más de un año, quien nos quiso compartir también su alegría en el ejercicio de su ministerio como cura. Tantas escenas de la vida que le esperan para que diga una palabra, acerque una gracia, sea él bendición, mientras con los sacramentos de Dios va construyendo la comunidad cristiana que le ha sido confiada. Caminar con su gente, saber brindar por sus gozos y conmoverse ante las dificultades, acercando siempre lo que Dios pone en sus manos, en sus labios y en su entraña, como puente que une en su persona la oración de su pueblo y la escucha de Dios. Oramos por las vocaciones a las que Él nos llama en su Iglesia, para ser una Buena noticia que llene de esperanza y alegría la ciudad.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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