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sábado, 18 de junio de 2016
Comentario a la Palabra. Por Fray Gerardo Sánchez Mielgo O.P.
1ª) ¡Jesús pregunta sobre la opinión que la gente tiene de él!
¿Qué dice la gente? Llamativa y sorprendente actitud de Jesús. ¿Quién tiene interés en estas preguntas? ¿Fue Jesús realmente el que planteó estas preguntas a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de él? ¿Para qué? ¿Fue acaso la comunidad posterior a la pascua la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? En todo caso, la figura de Jesús ha suscitado siempre preguntas inquietantes. El relato evangélico está sembrado de estas preguntas sobre Jesús. ¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? Todas las respuestas corresponden a las esperanzas de Israel y revelan las esperanzas que las gentes abrigaban. Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios. Es delicado leer una página de los relatos evangélicos que hoy tenemos entre manos porque se entrecruzan tres planos expresados en el texto, pero que suscitan no pocas dificultades para su comprensión. Lucas escribe para una comunidad que cree ya en la realidad mesiánica y divina de Jesús. El propio Lucas comparte esta convicción. Pero esto ha supuesto un proceso lento que arranca especialmente de la pascua y del don del Espíritu.
¿Qué confesó Pedro en el momento en que Jesús le pregunta sobre su identidad? Pedro profiere una respuesta que desborda sus esperanzas mesiánicas. Israel espera la llegada de un Mesías con determinadas características. En ese Mesías cree Pedro quien, además, pudo pertenecer a algún movimiento de liberación por medios más o menos violentos. El Mesías procedía de la dinastía real davídica. Pero la respuesta de Pedro alcanza más lejos. Esta realidad, que desborda la comprensión judía del Mesías, es el reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo único, singular e irrepetible. Así lo cree Lucas. Hoy somos invitados, en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que, partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Para esta tarea hemos sido convocados los discípulos de Jesús. Por la palabra y el testimonio sincero podemos ofrecer al mundo la clave que necesita para interpretar los avatares de su historia.
2ª) ¡Es necesario guardar el secreto, para evitar tergiversaciones y malentendidos!
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. En la estructura del relato lucano, la comprensión de las Escrituras y la persona de Jesús es tarea del resucitado que les abre la inteligencia para que puedan comprenderlas (Lc 24,25ss; 24,44ss) y puedan entrar en el misterio de su persona y de su misión y les entrega la clave para superar el escándalo de la cruz. Era necesario pasar por la cruz, momento en que se purifica la esperanza mesiánica, para poder entrar en la realidad mesiánica de Jesús. Mientras Marcos insiste en el secreto mesiánico como preocupación teológica y clave para comprender a Jesús, Lucas insiste una y otra vez en el pensamiento de que es difícil comprender a Jesús. Después del tercer anuncio de la Pasión, ya a las puertas de Jerusalén y después de un largo viaje en que dedicó mucho tiempo a la enseñanza de sus discípulos, escribe Lucas: Ellos, sin embargo, no entendieron nada de esto; aquel lenguaje les resultaba totalmente oscuro. Y no podían comprender el sentido de sus palabras (18,34). La pascua proyectará la luz que necesitan para entrar en su misterio. Hoy como ayer, el creyente ha de estar atento para que no se desvirtúe el verdadero mesianismo, la verdadera misión de la Iglesia en el mundo. Comprometida con lo temporal, anuncia y proclama que el verdadero mesianismo, la verdadera esperanza de los hombres trasciende la historia, la temporalidad y las barreras de este mundo.
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