miércoles, 5 de julio de 2017

El Cura que devolvió a Gijón la Semana Santa

Parte de este artículo comencé a escribirlo estando aún él entre nosotros, pues quería que lo pudiera leer (quizá hubiera tenido otras componendas). Ahora, con motivo de la concesión por parte de la Asociación Amigos de la Iglesia de San Pedro de Gijón del premio ''San Pedro 2017'' a la junta de Hermandades y Cofradías de la Ciudad, me pareció el momento de desempolvar y configurar de nuevo este escrito. 

El Cura que devolvió a Gijón la Semana Santa

Quizá nuestro protagonista no sea a primera vista un personaje tan distinguido como para presentar sus memorias en tres entregas en algún diario popular (aunque sin duda divertidas, aterrizadas y tan dignas o más que otras). Pero he aquí que algunas de las pequeñas faenas de este pastor que despedimos recientemente, se han vuelto tan grandes y significativas como para merecer ser reseñadas, agradecidas y reconocidas por muchos.

El asunto podría parecer un tanto delicado, pues como todo, dependerá del cristal con que se mire. Me refiero a Gijón, su Semana Santa y su vinculación con la Parroquia de San Pedro el Mayor.

Lo primero que cabría decir es que los gijoneses nunca perdieron el afecto por sus tradiciones, sino que fue la deriva del postconcilio la que motivó que por una parte significativa del clero local se erradicasen muchas tradiciones en relación con la religiosidad popular, no con mala intención, sino quizá por una equivocada conclusión que pretendía llevar a cabo el "aggiornamento" a los modelos del momento,  lo cual provocó el que incluso "no hubiese gente para sacar a los santos".

Janel Cuesta, afirmaba en un articulo publicado en "El Comercio" en 2011 que el insigne y peculiar párroco de San Pedro entonces, Don Bonifacio, opinase respecto a las manifestaciones de religiosisdad popular  ''que eran cosa de otra época; que tenían un coste económico; que había mucho teatro; que la Iglesia de Cristo era otra cosa; que interrumpían el tráfico por las calles; que había que acudir a la Policía Municipal...''  Don Boni acabó reconociendo  que "era necesario recuperar lo que se había perdido", como así matizó Jose Luis Llorens en una entrevista hecha por Cuca Alonso para LNE en 2010 y donde afirmaba: ''...en 1994, estando don Boni de Párroco, comentó que deseaba recuperar las procesiones...''

Bien, ¿Y qué tiene que ver "mi" protagonista con todo esto?... Muy sencillo, y quizá porque muchos no lo sepan, hoy Gijón tiene de nuevo Semana Santa gracias, sin duda, al trabajo de personas como Don Jose Luis. Desde su misma llegada a la Parroquia en 1982 empezó a preparar el camino para recuperar tradiciones perdidas. Su método para persuadir a Don Boni fue como "la gota china"; no hizo efecto por su fuerza, sino por su constancia. Don José Luis comenzó a bucear en la historia de las antiguas cofradías de la Villa, a informarse de cómo eran los hábitos, a consultar a la gente mayor de Cimadevilla... En un primer momento Don Boni le dio permiso para algún acto puntual dentro del templo, pero aún había algunas piedras en el camino. Para hacer ver al cura que no estaba sólo, de vez en cuando algún feligrés se hacía el encontradizo con el Párroco y le dejaba caer lo bonito sería volver a tener procesiones. Y este guiso se fue preparando a fuego lento. Tras pasar tres años en San Pedro sin aparentes grandes logros, Don José Luis se va trasladado de Párroco a Berducedo, pero no se apagó por ello ni su ardor ni compromiso con la causa.

Corre el año de 1993 y Don Boni se encuentra en una encrucijada; los "fervorinos" que Don José Luis había dejado en el horno sobrepasaban al Párroco, hasta el punto de que él mismo empieza a ser consciente de que había que dar respuesta a esta sensibilidad interpelante. La Parroquia de San Pedro casi se siente "obligada" a ello, pero ningún sacerdote de la Parroquia se veía asumiendo esa papeleta... Como decía "el ama del cura" en una película postconciliar: ``50 años predicando contra los bailes, para ahora montar una discoteca en la sacristía´´...

Don Boni acude a Don Gabino y le ruega que Don José Luis retorne a la Parroquia, pues pensaba que sólo él podría llevar esta misión a buen puerto, y, además, por haber sido él el que abrió "la caja de Pandora", que también "cargase con el mochuelo". Los que no sabían por qué este cura repitió destino, ya lo saben; y los que no sabían quién es el autentico artífice y promotor de la Semana Santa Gijonesa, saben ya por estas pobres letras que "Mosén" fue un susurro crucial para devolver a la Villa de Jovellanos parte de su pasado religioso popular.

Gijón y sus cofradías se hicieron presentes en su funeral dando gracias a Dios por él. La homilía del Sr. Arzobispo no sólo fue brillante y bella, sino que además no omitió lo que no pocos ya sabíamos y algunos callaban, y sobre lo que otros ironizaban. Él nunca hubiera imaginado las despedidas habidas y entrañables recuerdos de su persona, quizá su humildad y sencillez le impedía pensar en ello, pero ciertamente, cabe se hacer justicia con un hombre bueno tantas veces denostado hasta el sarcasmo por ser coherente en su personalidad y criterio pastoral. Había un numeroso grupo de curas concelebrando su funeral, a mi me parecían pocos, pero como un conocido apuntó: ''cuando él vivía nunca tantos le hablaron ni quisieron''.

Quizás se quede en el tintero un reconocimiento mayor: claro que merecía una calle en su villa, o la medalla de Gijón a titulo póstumo, o incluso una elección de predilecto, pero Don José Luis era feliz con las cosas más piadosas y sencillas; para él, como diría Santa Mónica, le bastaba y llenaba ser recordando ante el altar del Señor.

Rodrigo Huerta Migoya


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