En la mañana del pasado domingo del “Corpus”, Lugones se despertaba deslumbrado por el colorido hermoso de la alfombra floral preparada y rematada por nuestras mujeres a lo largo de toda la noche. La labor realizada no es “moco de pavo”, fueron muchas horas de minucioso trabajo. Semanas enteras de recogida de flores, picado de verde, trazado de dibujos… horas y horas de entrega gratuita para algo destinado a ser pisado. Eso sí, no por un cualquiera, sino por el más grande de todos, por el mismísimo Señor.
Para que luego digan que las mujeres
no pintan nada en la Iglesia, cuando fue sin duda el mismo Jesús en su tiempo
quiso levantar y reconocer a la mujer del lugar dónde se encontraba relegada
por aquella sociedad. Así lo vemos en los episodios de la mujer siriofenicia y
los perros bajo la mesa, la pecadora que en casa de Simón le ungió los pies con
perfume, la adultera que iba ser apedreada, la samaritana del pozo y otras
tantas a lo largo del evangelio.
Nos levantamos algo cansados todos
pues la víspera había sido una jornada muy intensa. Yo me apresuré a encender el
ordenador y ver como estaba el Facebook, y, ¡sorpresa!: Todo el mundo se hacía
eco de este espectáculo digno de ver y recomendaba a todos a acercarse hasta la
iglesia. Entre las primeras fotos y comentarios me llamó la atención el de
nuestro querido amigo Justo Roldán,
que como siempre precisaba como nadie el contexto al decir: “Nunca seremos
pueblo ejemplar, pero somos un ejemplo como pueblo”. Y, qué gran verdad. Puede
que en las listas estemos los últimos, pero a la hora de la verdad, que
satisfechos podemos estar de los avances que día a día hacemos por ser un gran pueblo
sin necesidad de bambalinas.
En ello juega un papel esencial nuestra
feligresía, que trata de encarnar las palabras del Papa Francisco: ``La
Parroquia tiene que estar en contacto con los hogares y con la vida del pueblo,
y no puede convertirse en una prolija estructura separada de la gente o en un
grupo de selectos que se miran a sí mismos´´.Y es que está claro que todos
tienen derecho de recibir el Evangelio, y los cristianos tienen la obligación,
por su vocación, de anunciarlo sin excluir a nadie. Estas cosas y otras,
grandes o pequeñas, que desde la Parroquia se llevan a cabo, no pretenden otra
que atraer a aquellos que le han dado la espalda a la fe y a los que el Señor
no se cansa de esperar como en la parábola del “Hijo Pródigo”. Y al tiempo,
llenar de orgullo y satisfacción a los que vivimos con alegría y “obras” (que
son “amores”) nuestra fe.
Sin ir más lejos, uno de los
sacerdotes que acudió a la primera misa de nuestro querido Alejandro (y esto
hay que contarlo) se le cayó al suelo la cartera al subirse al coche camino de
Oviedo. No había aún llegado a casa cuando le llamaron para informarle de que
la habían encontrado, recogido y llevado a la Comisaria con todo lo que tenía
en su interior cuando le cayó. Este mismo cura, se acercó boquiabierto a la
Parroquia para decirle a Don Joaquín: “¡esto
sólo pasa en Lugones”!. Y es que este pueblo rompe todos los moldes y
tenemos muchos motivos para sentirno orgullosos de él, pues: “somos su pueblo y ovejas de su rebaño”
(Sal 79).
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