I. La Antífona de Entrada de la Misa, recoge unas palabras de la Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas, que nos pueden ayudar a valorar la importancia de lo que estamos celebrando: Nosotros –dice el Apóstol– hemos de gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: –y nos explica por qué– en Él está nuestra salvación, vida y resurrección.
- Su sacrificio nos ha salvado.
- Su muerte nos ha dado nueva vida, y nos ha liberado de la esclavitud del pecado.
Es difícil –casi imposible– imaginarse a Candas sin su Cristo Marinero. Esta imagen es parte indisoluble de este pueblo, y permite entender la premura, –cuando fue destruida por los avatares de la guerra– permite entender la premura con que se encargó realizar otra imagen similar a la que había sido encontrada en la mar.
Si echamos la vista atrás, podemos imaginar la emoción de aquellos antepasados vuestros, de aquellos marineros candasinos que rescataron a mediados del siglo XVI, en unos tiempos revueltos, de guerras y persecuciones religiosas, de quema y destrucción de imágenes representativas del culto católico, cuando encontraron flotando en el mar, esta imagen del Crucificado, y casi sin darse cuenta ya lo tenían a bordo de su embarcación.
II. Todo este suceso encierra un simbolismo precioso. Aquellos marineros, testigos de tantos naufragios, que habrían sufrido seguro tantas pérdidas, viendo como la mar se apoderaba de amigos, familiares y compañeros sin poder hacer nada, conseguían salvar y subir a la barca la imagen de Cristo Crucificado.
La imagen de un hombre muerto en la cruz, Jesús de Nazaret, que entrego su vida por nosotros. La imagen del Hijo de Dios, para quienes tenemos fe.
Pienso que, al tener al Cristo junto a ellos, la sensación que les embargó fue de emoción, y seguro que la besaron y abrazaron recordando a tantos seres queridos que habían encontrado su sepultura en las aguas.
Es hermoso imaginar, que esta imagen que surgía de entre las olas, esta cruz que, desde la muerte de Jesús, es esperanza y luz para los cristianos, llegaba hasta ellos trayendo un mensaje de amor, el recuerdo de todos los que en la mar se habían quedado.
III. Los candasinos supieron captar inmediatamente el mensaje, y convirtieron a esta venerada imagen en su tesoro más preciado, viendo muy pronto que Él, era esperanza y consuelo para todos.
Llegaba de la mar para abrazaros y quedarse siempre a vuestro lado. Y así, desde entonces se ha convertido en vuestro confidente, testigo de cuanto os sucede: nace, muere, llora, ríe con cada uno de vosotros.
Así ha sido durante siglos y también ahora, aunque los tiempos han cambiado. Seguís celebrando su fiesta.
He sido testigo hace unos momentos de la devoción y el cariño con que acompañáis la sagrada imagen, arropada por esas rosas y claveles que, como dice la canción popular, le ofrecéis cada 14 de septiembre.
Me ha gustado que su madre, la Virgen el Rosario, patrona de la Cofradía de Pescadores le acompañe en la procesión.
Es hermoso participar en esta manifestación de fe por las calles de Candas.
Y es importante mantener viva la tradición que conserváis y hacéis realidad cada año. Una tradición que os une a vuestras raíces, que os trasmite valores y costumbres de vuestros antepasados.
Tal vez vuestra relación con el santo Cristo, no sea tan fluida como la de vuestros mayores, pero este Cristo Marinero sigue siendo una realidad para todos los candasinos, y estoy seguro de que Él os quiere invitar a que seáis sus enviados para brindar consuelo y ayuda a tantos que atraviesan momentos de dificultad.
Estoy seguro, de que nuestro mejor regalo –el vuestro y el mío– en esta mañana que celebramos su festividad, es la de mantener siempre nuestros brazos abiertos para acoger, y nunca para separar.
Que así sea.
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