sábado, 23 de marzo de 2024

Palabras de nuestro Párroco ante el inicio de la Semana Santa


Como los niños Hebreos

Queridos Cofrades, Feligreses y amigos:

Hasta donde mi memoria alcanza, la Semana Santa comienza para mí hace mucho ya con recuerdos infantiles en un perezoso despertar; muda y zapatos nuevos, con ropa a estrenar de punta en blanco y al son del “talán, talán, talán…” de las campanas de mi iglesia llamándonos a todos para un nuevo “Domingo de Ramos”. A continuación, con las palmas en la mano la procesión cantando “Los niños hebreos…” yendo acompañados de todo el pueblo: ¡sí; todo el pueblo! En aquél entonces todo el pueblo iba de tiros largos y de estreno, como yo, a la misa del Domingo de Ramos y a la procesión. En ese tiempo yo no sabría situar en un mapa Israel o Palestina, ni quiénes eran tan siquiera los niños hebreos, pero imaginaba que habían tenido mucha suerte de poder conocer a Jesús en persona y de poder acompañarle en su entrada triunfal en Jerusalén. Y aún resonaban en mis oídos las palabras del evangelio para tomar prestada aquella borrica para el Señor…¡Qué gente más buena! -me decía-. No sé cómo sería hoy, aunque quizá no muy diferente de como fue entonces: «¡Hosanna al Hijo de David!» Pero, cuando los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo, se indignaron y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». Y Jesús les respondió: «Sí; ¿no habéis leído nunca: “De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza”?». (Mt 21,15-16)

''Pueri Hebraeorum, portantes ramos olivarum, obviaverunt Domino, clamantes, et dicentes: Hosanna in excelsis'' (Los niños hebreos llevando ramos de olivo salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo). Esta es la antífona que resuena ese día de Ramos no sólo en la Plaza de San Pedro del Vaticano, sino en tantos lugares del orbe católico en la mañana en la que damos inicio a la Semana Santa. Este año de forma especialísima la Semana Santa de Lugones la iniciaremos por todo lo alto con la primera procesión de la Entrada de Jesús en Jerusalén por nuestra Localidad. Que la llegada de esta nueva imagen, de esta talla realizada con primor por su autor Manuel Ángel Fernández Escobar, sevillano de Triana, sea -¡ojalá!- un momento de gracia que nos ayude a ser como niños, cumpliendo así lo pedido por el Maestro: ''Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos'' (Mt 18,3). En Lugones ya hubo procesiones de ramos en el pasado, ciertamente, pero nunca hasta la fecha habíamos tenido imagen que represente ese singular acontecimiento que tanto entusiasma a los niños de ver a Jesús montado en la borriquilla bendiciendo con su mano al pueblo, que con ramos le acompaña y aclama. Un antiguo padre de la Iglesia, San Andrés de Creta, nos regala una predicación hermosa sobre este hecho: «Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas... Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994).

El relato de la llegada del Señor a Jerusalén nos presenta esa aclamación popular, algo que a Jesús no le gusta. Si nos fijamos en su vida pública siempre trata de escapar de esas situaciones, y es que lo que Cristo quería impedir era un malentendido de su misión. Algunos pensaban que era el Mesías, pero no el que venía de parte de Dios a salvar lo espiritual, sino a solucionar la situación política del país bajo dominio romano. En algunos lugares incluso querían coronarle rey, y él huía del lugar. En esta escena de su entrada en la Ciudad Santa se mezcla de nuevo la confusión; algunos veían en él al futuro rey mundano, el solucionador de su conflicto político, cuando en realidad Jesús se presentaba como rey, pero no de los que entran con solemnidad y boato, sino un rey humilde montado en un asno. Luego, en el evangelio de La Pasión vemos que corona le pondrán dentro de unos días, no de oro y piedras preciosas, sino de espinas. ¿Y para qué entra Jesús en Jerusalén? ¿A que sube a la Ciudad Santa? ¿va únicamente como peregrino a vivir allí la Pascua?... Bien sabemos que esta entrada del Señor en Jerusalén es el principio del fin, la recta final hacia su muerte. Pero también de un fin transitorio, igualmente anticipado. Lo anunció muchas veces en los tres años de vida pública y, sin embargo, la mayoría quedaron sobrecogidos de los acontecimientos que se les presentaron de "improviso", los cuales les llenaron de temor y les empujó a huir. No le pasa esto a Jesucristo, él sabe perfectamente a qué sube a Jerusalén: ¡a consumar su misión! Para esto ha venido al mundo, para hacer la voluntad de su Padre. Como interiorizaremos en esta Semana Santa, el lado humano de Cristo se revela: tiene miedo, llora, pide auxilio... Pero no da un paso atrás, acepta finalmente la inminente hora de su muerte, la hora puesta por Dios, la hora suprema del sacrificio redentor. A veces sólo queremos al Señor con gestos externos y dejamos vacío el interior, pero estos días son para crecer sobre todo "ad intra": ''se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad'' (Jn 4, 23-24)

Se nos regala toda una lección humildad y humanidad viendo a este rey que no tiene caballo, sino borrico; que no tiene adornos y oropeles, sino golpes y heridas... De qué forma tan bella nos lo dice en esta liturgia San Pablo en su carta a los Filipenses: ''Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos'' (Fil 2, 6-7). Ahora nadie quiere ser humilde, nadie quiere dejarse pisar ni mucho menos aún verse desfigurado como ese siervo sufriente que nos ha descrito Isaías en la primera lectura: ''ofrecía la espalda a los que me apaleaban''. He aquí plasmado el sinsentido para tantos de que un rey se haga esclavo por propia voluntad en beneficio de los demás. He aquí la ''Kénosis'', el vaciamiento de sí mismo, de lo que es propio y humanamente irrenunciable. Ojalá sepamos nosotros imitar en esto al Maestro vaciándonos no sólo de tanto que nos sobra, sino y a su ejemplo, hasta de nosotros mismos. En estos días que nos quedan hasta el Jueves Santo aprovechemos el tiempo para hacer una confesión seria, profunda, con un examen de conciencia previo que nos sirva de revisión de cómo va nuestra vida respecto a Dios, respecto a nosotros mismos y respecto a los hermanos. Preparémonos interiormente para acompañar a Jesús este Triduo Pascual y vivirlo como si fuera el último, el primero y el único. 

Que nuestra Semana Santa sea una vivencia de Dios y no sólo unos días de descanso para ir a la montaña o a pescar, sino que busquemos tiempo para participar en los Oficios, en las celebraciones de piedad que nos ayudan a entrar en los misterios que celebramos y, de forma especial, no acudamos el domingo de Ramos para no acudir el domingo de Pascua: ¡no tiene sentido! Es absurdo que nos quedemos con la parte triste de nuestra propia historia y omitamos el mejor final de todos y para todos, y por el que haremos fiesta dentro de una semana. 

Feliz, provechosa y Santa Semana de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor


 Joaquín Manuel Serrano Vila, 
Consiliario de la Cofradía 
del Cristo de la Piedad 
y Nuestra Señora de la Soledad 

No hay comentarios:

Publicar un comentario