domingo, 24 de marzo de 2024

Con Jesús en la borriquita entremos en la Semana Santa. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este Domingo de Ramos día 24 de marzo de 2024 es una fecha especial para la historia de nuestra Cofradía y de nuestra Parroquia, pues miramos a Jesús montado en la borriquita, talla que saldrá por vez primera por nuestras calles y al que queremos acompañar con nuestras palmas, nuestros pasos y oración, de forma que la procesión que celebraremos a las 13,15h nos ayude a rememorar de una forma más especial aquel primer día de ramos de la historia cuando nuestro Salvador fue recibido entre vítores a las puertas de Jerusalén. Os invito a todos a participar en la procesión, independientemente de la eucaristía a la que acudáis; hoy es un día en que en Asturias hasta el vermouth y la comida suelen ser bastante más tarde que otros domingos por aquello de esperar a padrinos o ahijados para recibir o entregar la palma o ramo. A propósito de este día quisiera compartir tres brevísimas ideas que nos ayuden a vivir la celebración:

1ª En una borriquilla

La primera idea es esta: el motivo por el que Jesús manda a dos discípulos a buscar a este animal a una aldea cercana cuando estaban próximos a Jerusalén tenía más de una intención; el mismo evangelista San Mateo nos la aclara: todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta: "Decid a la Hija de Sión: 'He aquí, tu rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga''. En segundo lugar fue una muestra de humildad; se abaja nuevamente. Jerusalén era meta de peregrinación y más en aquellos días de Pascua y, sin embargo, el Señor no quiere entrar de forma ostentosa, sino discreta y pobre. Jesús era llamado Salvador y algunos esperaban de él un cambio político para su Tierra... Si hubiera entrado a caballo como si se tratara de un conquistador o triunfador hubiera sido un escándalo y habría sido mal interpretado; sin embargo, en aquella época entrar alguien de la fama de Jesús en un animal tan humilde era como llegar con una bandera blanca gritando: ¡vengo en son de paz!. Y en tercer lugar, se revela como rey, pues era un animal vinculado a la antiquísima monarquía judía del antiguo Israel. Desde los tiempos de Saúl los judíos residentes en Jerusalén solían celebrar cada año el ritual de coronar a un rey simbólicamente e introducirlo en la ciudad a lomos de una asna como anticipo y preparación para cuando viniera el Mesías esperado, conscientes de que lo haría de esa manera. Por eso en cuanto le vieron llegar, los niños y las gentes de toda edad corrieron a recibirlo, pues llevaban siglos esperando aquel día de la llegada de su Mesías: ¡el Rey de Israel!

2º ¿Por qué Jesús no sonríe? 

Alguno igual esperaba que la imagen del Señor en el borrico plasmara una sonrisa de oreja a oreja como hacen los artistas en sus pasarelas o los políticos en sus visitas y recepciones... ¿Cómo iba a estar contento Jesús si sabía que empezaba la cuenta atrás y que caminaba hacia su muerte?. Seguro que le alegró ver a los niños aclamarle viendo la ilusión y alegría con que le recibían, pero cuánta angustia escondería su corazón sabiendo que se acercaba la hora de su supremo sacrificio. Alguna vez ya me lo habéis escuchado: a las afueras de Jerusalén se conserva una capillita que se llama la ''Domus flevit''; allí el Señor lloró al divisar la ciudad, y en este lugar dijo unas palabras que se han cumplido y que con los enfrentamientos horribles que desde hace meses se viven entre israelíes y palestinos dan mucho que pensar. Así nos lo cuenta San Lucas: ''Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Todo esto pasará porque no reconociste la hora en que Dios vino a salvarte» (Lc 19, 41-44). También esto nos pasa a nosotros, esperamos que el Señor se nos manifieste de formas grandilocuentes, y lo ignoramos cuando viene a nosotros humilde en cada jornada, sin ser capaces de reconocerlo. 

3º Traición, Pasión y...

Quizá una interpelación puede ser: ¿Qué celebraba cada persona que salió con su ramo o palma a aclamar al Señor aquel día? Pues habría motivos varios: unos porque pensaban que iba a ser el que restaurara la monarquía desaparecida de Israel, otros porque le verían como la solución a todos los problemas (resucitaba muertos, curaba enfermos, acabaría con el hambre...: nos conviene tratarle en alfombra de terciopelo y que sea nuestro líder pensarían no pocos). Otros le veían como el que expulsaría a los romanos poniendo fin a su dominio; quizá algunos fueron por seguir a los demás sin tener muy claro nada, pero entre aquella multitud había un grupo que no le falló al Señor como eran los pobres, los niños, los pecadores, las mujeres, los ancianos... Los últimos, los que nada tenían que perder pues ya eran un cero a la izquierda y sabían que sólo Él podía cambiar sus vidas, devolverles la dignidad perdida por el pecado y la necedad humana, y convertirles así en los primeros de su reino. Por esto es el Rey de la Gloria, pues nada tiene que ver con la pequeñez de este mundo; por eso es Señor de los Pobres, pues ellos son sus predilectos, sus favoritos. Los pecadores, los abatidos y todo caído al borde del camino es mirado con sus ojos de misericordia; Él nos devuelve el aliento y nos ayuda a ponernos en pie y seguir sus huellas. El Señor entra sin esconderse, sin escoltas delante, ni trompetas de aviso, pero tampoco por la puerta de atrás. Entra para su victoria, para su triunfo que no será el de una batalla para conquistar el lugar, sino la ofrenda de su propia vida. Por esto el rojo es el color del Domingo de ramos, pues vemos al Señor entrar solemnemente a Jerusalén, pero no para un acto bélico, sino para ganarnos con su amor, con su sumisión, con su dejarse condenar, torturar y crucificar callado y silencioso, como anunció el profeta Isaías: como oveja. Subamos a Jerusalén, acompañemos al Señor en estos días santos, no nos quedemos tan sólo con lo bonito de los ramos. No hagamos como aquellos que le alabaron un día para pedir su muerte en la misma semana, no aceptemos la injusticia como aquel pueblo necio que prefirió a Barrabás que al Señor. En este día hermoso salgamos a su encuentro con las palmas de nuestra fe y que ojalá nunca se sequen, sino que permanezcan verdes y en flor hasta el ocaso de nuestra vida terrena mientras ''anunciamos su muerte, y proclamamos su resurrección''... 

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