domingo, 23 de octubre de 2022

''El que se humilla será enaltecido''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos encontramos en una cita especial en el corazón de este mes de octubre: el DOMUND, pero no caigamos en el error de reducir este día o jornada solo a la campaña de "Las Misiones"; celebremos el domingo XXX del Tiempo Ordinario en el que la Palabra de Dios nos orienta y la eucaristía nos vivifica. Sólo partiendo de ésto tiene sentido el "Domingo Mundial para la Propagación de la Fe".

I. Sin miedo de gastar la vida

La epístola de San Pablo a Timoteo, en los fragmentos que interiorizamos en esta celebración entra en una dimensión hermosa; el autor del texto encara el final de su existencia terrena y lo hace, además, poniendo en valor el don del martirio bajo la seguridad de que está llamado a cerrar los ojos para esta vida en esa forma. La vocación misionera es también vocación martirial, es tratar de corresponder al amor de Dios que hemos descubierto y al que estamos llamados a dar a conocer. La misma Santa Teresa de Jesús siendo niña, quiso fugarse con su hermano de casa y marchar de misioneros a tierras moriscas para dar a conocer a Cristo, aunque les costara el martirio. Este es el tesoro que aportan los misioneros a la Iglesia, no principalmente el número de ellos, ni las importantes obras sociales, ni las conversiones... El gran regalo de los misioneros a la Iglesia Católica son sus mártires; es la certeza de que han dado su vida hasta la última gota, hasta la última consecuencia en el anuncio. Cuántos cada año son secuestrados, maltratados, encarcelados y asesinados. Pidámosles a esos que ya gozan del premio del Señor por el martirio, que intercedan por los que siguen con las manos en el arado.

II. Agrademos al Señor

La primera lectura tomada del libro del Eclesiástico nos presenta una realidad muy a tener en cuenta hoy: la balanza de nuestra existencia, en la que siempre nos cuesta tanto equilibrar la vida de piedad y oración con la exigencia moral del evangelio. La primera frase es bien elocuente: ''El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas''. Esto es muy común en nuestra sociedad, que desde el refranero popular afirma: "¡coge fama y échate a dormir!"... A veces hay personas que tienen buena fama y sus vidas están llenas de trastiendas franqueadas con ocultas cortinas, mientras que otras cargan con estigmas, rumores y habladurías adjudicadas, cuando en realidad llevan una vida más próxima al bien que aquellos que los critican. La misión del cristiano no casa con famas: ni perseguimos la buena ni nos quita el sueño la mala; vivimos con la seguridad de que tanto nuestra oración como nuestra buena acción sólo la conoce el que la debe conocer, al igual que sabe cuando no oramos o no obramos bien; podemos engañar al mundo, pero no a Dios. Por tanto, no perdamos el tiempo en agradar al mundo cuando la vida del "mundo futuro" que proclamamos en el Credo, no está aquí. 

III. Fariseo o Publicano

El evangelio de este día nos presenta el texto del capítulo 18 de San Lucas, donde el Señor nos regala la parábola del fariseo y el publicano. El evangelista nos revela por qué el Maestro se puso a contar este relato o, mejor dicho. a quiénes de los presentes iba dirigido: ''algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás''... Como es un relato por todos bien conocido, a menudo caemos en simplificar que el Fariseo es el malo y el publicano es el bueno, y que hay que verlos a ambos en separado. Pero quizá la exégesis más valiosa sea descubrir cómo ambos personajes cohabitan en nuestro ser y actuar, cómo a ratos somos publicanos y a otros fariseos; auténticos o falsos, buenos o malos... Jesús para ahondar aún más en las mentes de sus coetáneos cambia los papeles de los personajes; es decir, para nosotros está claro que el fariseo es el malo y el publicano es el bueno, pero en tiempos de Jesús los fariseos eran las personas más admiradas por ser los más fieles cumplidores de las leyes sagradas, mientras que los publicanos eran las personas más despreciadas por su oficio de recaudadores de impuestos, además de por tratar y comerciar con los paganos. Quizá la mejor lección para esta semana sea precisamente saber desmitificar las famas; ignorarlas buscando lo bueno de todos y vivir la autenticidad desde la humildad. El publicano, a pesar de saber que por todos era considerado el malo de la historia se acerca al Señor con el corazón contrito, y por eso su plegaria es escuchada.  Aquí se hace verdad las palabras que se ha proclamado en la primera lectura: ''La oración del humilde atraviesa las nubes''. Salgamos al mundo para ser misioneros de lo cotidiano; sin apariencias ni etiquetas, desde la sencillez del día a día sabedores de que "el que se humilla será enaltecido". 

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