sábado, 24 de febrero de 2018

''Curas obreros''. Por Rodrigo Huerta Migoya


Es un tema del que he leído mucho, pues sin duda para entender la historia contemporánea de buena parte de la Iglesia del siglo XX es una cuestión imprescindible. Sin embargo, a la hora de contar los hechos hay que relatarlos de principio a fin, y el final, en el caso de los llamados curas obreros, se suele omitir porque esencialmente aquel experimento fue un calamitoso desastre que no aportó nada nuevo ni relevante al ministerio de los presbíteros.

Mucho se ha deformado el término ''curas obreros'' al englobar genéricamente en éstos a los sacerdotes de corte liberal, progresista, moderno, aperturista... pero sin ser sinónimo, ni parecido.
Recientemente me encontré en Gijón un cartel (que adjunto aquí) que anunciaba la presentación de una colección de biografías de religiosos bajo el título ''CURAS OBREROS, en el antifranquismo gijonés''; y todo ello bajo una imagen en color sepia de la fachada de la Iglesia de San José. Imagino que se deberá a esa fama que se le dió a la Parroquia por los famosos encierros y demás, pero lo que se dice "curas obreros" en ella, que me conste no hubo ninguno llamativo que digamos. Personalmente, considero un craso error haber elegido esa fotografía, pues un buen gijonés conocedor de su historia y que se precie, sabrá que la fachada de ese templo de "antifranquista" tiene poco, cuando fue el entonces sacerdote, Don Segundo de Sierra y Méndez (años después Arzobispo de Burgos) y el arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo (dos "fachas" de tomo y lomo, como dicen algunos) los que sacaron adelante el templo y esa hermosa fachada que hoy se puede ver bajo el lema del "antifranquismo". Si hubieran puesto otra más acorde con dicho pensamiento hubiera sido más acertado, sin lugar a dudas. Luego ya, ni qué decir tiene, qué pintará ese antifranquismo gijonés con las biografías de un sacerdote diocesano de Guadalajara, un jesuita madrileño y un maño asentado en Madrid.

Realmente los curas obreros, en líneas muy generales, han aportado a la Iglesia una estela a tener muy presente, ante todo en la garantía de que ese camino no ha sido un referente, pues las cifras y resultados hablan por sí solos. Ahora bien, sí que hubo buenos curas obreros que cumplieron una línea auténtica de su sentido sin "politizarse", aunque en Asturias y en España son mínimos los que cumplieron con ese prisma de origen francés y que nació entremezclado con el espíritu de Mayo de 1968. Ese ser ministro de Dios, renunciando al sueldo de la diócesis para ganarlo con el sudor de su frente, sin abandonar el ejercicio del ministerio sacerdotal pleno, renunciando al acomodo propio en pos de la ayuda a los necesitados.

Cura obrero fue por ejemplo Don Tirso Suárez, que sin dejar de celebrar misa a diario trabajó de electricista, y con apenas unas pesetas en el bolso vivió en la obediencia a la Iglesia sin por ello renegar de sus ideas o forma de ser. Una vez jubilado, se puso en manos de la diócesis para colaborar donde hiciera falta y así seguir arrimando el hombro. De él si se puede decir que fue un cura obrero; no ocurrió lo mismo con otros que llevaron más fama por sus populismos mediatizados.

Muy pronto surgirían problemas de todo tipo en la opción de estos sacerdotes: la primera fue que las ocupaciones laborales empujaron a reducir su vida ministerial únicamente al domingo. La segunda fue el convencimiento de que a esa vida laboral debía de ir acompañada una vida familiar, al igual que sus compañeros de jornal, lo que formó parte de la llamada "desbandada de secularizaciones" en los años setenta y ochenta. Pero el tercer gran problema vino por la cuestión monetaria. La evidencia de una infinita mejor nómina y jubilación de "la empresa" -frente a la ínfima de la diócesis- llevó a muchos a olvidar la pobreza y acabaron por convertirse en acomodados y casi burgueses jubilados, con su piso en el centro de Oviedo o Gijón, su coche de última gama y un tren de vida muy por encima del clero medio y "trabajador", a pesar de ser estos "obreros".

Cura proletarios y obreros pero con visa oro, vacaciones en las islas Fiyi y "Mercedes" como transporte; paternalistas y moralistas con los demás y parternizados en lo biológico, los cuales en  no pocos casos, fueron el ejemplo dejado. Molesta mucho que aún haya "cantamañanas" por ahí que salgan cada dos por tres con estos cuentos que ya son "del abuelo cebolleta", pero que en los últimos cuarenta años no han parado de vendernos sus mil y un aventuras, memorias, cartas, exhortaciones casi episcopales, declaraciones, panfletos y demás chorradas en una sociedad (también la "religiosa") "tragatodo", de la que ya auguró Julián Marías que llegaría a cambiar "la exaltación de la excelencia por la exaltación de la mediocridad y la cutrez".

Entre los que aplauden la iniciativa aludida en el cartel, están los de la izquierda de siempre, casposa y nostálgica de sus hazañas con  la Iglesia; es decir, el mismo Grupo que en septiembre de 2017 pidió que se vigilaran y revisaran las inmatriculaciones de la Iglesia Católica en el municipio de Gijón, se le cobrara el IBI y se terminara con sus "privilegios". Está claro que en esta historia hay algunos con pocas luces: ¿O los curas y cristianos con "Síndrome de Estocolmo" o una izquierda que pretende ser amiga de su "Sparring" de toda la vida?.

Me pregunto yo ¿cuándo se hará memoria de los curas obreros de verdad? Sí; de esos a los que les ha tocado levantar las parroquias que otros dejaron arrasadas -después de dejar el ajedrez vacío, claro está-. Aquellos sacerdotes que en silencio trabajaron como hormiguitas y que nunca aspiraron a nada sino a servir a Dios, y que tampoco se jubilaron con 3.000€ mensuales. Esos que dieron no sólo su sudor sino hasta su sangre... esos curas que sin panfletos ni excentricidades edificaron, sirvieron y construyeron el Reino de Cristo entre obreros, ganaderos, mineros y "caleyes". Cuántas gracias hay que darle a Dios por aquellos que se mantuvieron fieles cuando las modas postconciliares hicieron estragos. Cuando algunos nos trataban de vender "atajos" para llegar a Dios sin confesionario, sin vestimentas, sin identidad ni identificación, sin reglas... a la carta gourmet, creyendo así que les seguirían multitudes... Lo único que consiguieron fue dejar iglesias vacías y escándalos entre los muchos fieles que al final se fueron para casa. 
Advertía Jesús que había que saber distinguir, pues: ''el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, ése es un ladrón y un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas'' (Jn 10,1-2).

Ojalá nuestra sociedad -los fieles lo tienen bastante claro en líneas generales- sepa valorar y devolver al lugar que se merecen no solo a los que pusieron ladrillos para un mundo que se queda aquí, sino a tantos presbíteros que pusieron los ladrillos de Reino; los que no se ven y que al igual que el Rosario, levantaron una escalera para llevar al cielo a tantas almas buenas.

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