martes, 13 de febrero de 2018

''Salud de los enfermos''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Hoy quisiera abordar un tema que nunca es repetitivo por repetida y constante que sea la acción pastoral al respecto, como es la atención espiritual de la Iglesia hacia los que sufren cualquier mal en su cuerpo y en su alma.

Una gratísima sorpresa que no he parado de renovar en los años que llevo en Lugones, es la costumbre que un elevado número de fieles aún conservan al llamar al sacerdote en el tiempo de la enfermedad o cuando ésta torna hacia el final. Doy gracias a Dios por tantas personas que me concedieron la gracia de acompañarlas a bien morir, para con ello empezar a bien vivir yendo debidamente preparados a la casa del Padre.

Nuestra Comunidad Parroquial siempre ha cuidado con mimo a estos feligreses preferenciales, los cuales son miembros de ésta desde sus hogares, hospitales o residencias. Junto a los pobres y marginados, son objetivo principal en toda pastoral que se precie. Y muy especial ayuda para todos los sacerdotes que hemos pasado por la Parroquia, han sido y siguen siendo las religiosas del Santo Ángel y el equipo de Pastoral de la Salud. También en los últimos años hemos intensificado esta presencia y cercanía con las eucaristías mensuales en las residencias geriátricas, celebraciones colectivas de la Unción de Enfermos, el Viático del Jueves Santo o las jornadas de visita a hogares que el párroco realiza en tiempos litúrgicos especiales como Navidad, Cuaresma u otras fechas importantes del año.

Durante el curso pastoral la Iglesia nos señala dos fechas importantes para orar y acompañar a nuestros hermanos que viven la experiencia de la cruz en la enfermedad: el día diez de Febrero, y la segunda, el quinto domingo de Pascua: la Jornada Mundial y la Pascua del enfermo. La Jornada Mundial coincide con la celebración litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, advocación mariana tan querida, donde vemos a María como salud de los enfermos, como así decimos a diario en el Santo Rosario. En el contexto de esta fiesta, hemos venido convocando la celebración del sacramento de la Unción, pues es conveniente que este ocupe el lugar destacado que se merece en nuestras vidas, y no sólo al final de ellas.

Se ha generalizado en el tiempo un cierto convencimiento que es preciso desmentir, y es que este sacramento era considerado de “extrema unción”, pero hay que dejar claro que, sobre todo, es de Unción de Enfermos, pudiendo recibirlo las personas de una edad avanzada, aquellos que se van a someterse a una intervención quirúrgica, o personas que aun siendo jóvenes sufren una enfermedad crónica... Cada cuál puede discernir si necesita acercarse a este regalo que busca ante todo fortalecer la fe y consolidar la esperanza.

Se puede recibir tantas veces en la vida como sea necesario cuando las causas lo justifiquen; no hay que esperar a estar en agonía o próximos. Con esto también aprovechamos para sugerir a las familias que se vean con un familiar muy enfermo o en el trance final, que por favor avisen al sacerdote cuando la persona esté consciente para ellos, pues ocurre, en ocasiones, que cuando éste llega la persona ya lleva mucho tiempo inconsciente o incluso ha fallecido. Entonces la Unción tiene poco o ningún sentido y sólo cabe ya la oración por el difunto.

Hay también familiares que son bastante reacios a que el sacerdote acuda, ya sea a casa o al hospital, a administrar la Santa Unción, por “miedos” propios. Miedo a que el familiar se ponga peor; a que se identifique con el final, o, como decía un compañero, a que entienda que venimos “a sellarle el billete para el otro barrio''. Esto es un error. Una persona que se muere no es ni mucho menos el último en enterarse y suelen aceptarlo con naturalidad. Más que despertar nerviosismo, la experiencia nos tiene demostrado todo lo contrario. Quien ha vivido con Dios en su horizonte lo quiere y acepta cerca en la partida. El sacerdote da serenidad y confianza al enfermo, el cual en su final se siente acompañado por él y por Él.

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