lunes, 5 de febrero de 2018

Los supuestos brotes verdes de la vida religiosa en España. Por Jorge González Guadalix


Seguro que lo recuerdan. Corría el año 2009 y la crisis económica en España era profunda. Vamos, que la cosa estaba más negra que uña de mecánico. No se trataba de nubes oscuras, sino que los nubarrones se hacían más negros por momentos y se barruntaba granizo, rayos, truenos, centellas, gota fría y temporal invernal, todo al tiempo.

 Todos lo veían, excepto el presidente de gobierno, que comenzaba a observar brotes verdes. Dios le conserve la vista.Hacía tiempo que no había vuelto a leer esa expresión de los brotes verdes, tan desprestigiada desde entonces. Hoy la veo de nuevo en un medio de información religiosa en el que, aprovechando que ayer se celebraba en la Iglesia el día de la vida consagrada, se nos dice que se empiezan a notar brotes verdes en la vida religiosa en España. Sin problemas. Que Dios les conserve la vista.

La realidad de la vida religiosa en general, y en España en particular, es tristísima. Cada mes cierra un monasterio contemplativo, y las estadísticas nos dicen que hoy en España hay la mitad de religiosas que en los años 70, y seguimos bajando.Los datos de CONFER nos muestran una nueva caída en el último año de un 3 % en el número de religiosos en España. ¿Brotes verdes? Apenas alguna congregación que se mantiene o incluso aumenta vocaciones.

Complejas las causas. Pero una de ellas, y a mi modo de ver muy importante, la apunta la presidenta de Confer, María Rosario Ríos, cuando subraya que “hay jóvenes que están buscando sentido a la vida", y afirma que muchos encuentran la vocación religiosa al hacer voluntariado o al conocer a religiosos en contacto con realidades de pobreza.

Este es el problema principal, y de hecho se mantienen mucho mejor las órdenes contemplativas que las de vida activa. Hay un empeño en identificar la vida religiosa como un servicio a los pobres, en detrimento, creo yo, de su radicalidad en el seguimiento de Cristo y de un comprender la vocación como consagración el Señor. Tenemos multitud de órdenes y congregaciones beneméritas en el servicio, el compromiso con los pobres y que, aunque cuentan con voluntariado, no consiguen vocaciones. Las únicas que aún las tienen, en medio de la sequía que algunos dicen produce ciertos brotes verdes, son congregaciones como las Misioneras de la Caridad o las Hermanas de la Cruz que han sabido unir admirablemente el servicio a los pobres con una profunda espiritualidad.

Nunca volverá la vida religiosa en España a los números de los años sesenta. Familias con un hijo o dos, sociedad secularizada, una formación católica deficiente con mucho compromiso y poca gracia, a lo que ahora se unen unos conventos envejecidos, no es fácil que exploten en un excepcional repunte de vocaciones.

Presentar la vida religiosa como un estar juntos para ayudar a los pobres es falsear su identidad más profunda y ya vemos los frutos que está dando. La vida religiosa se tiene que mostrar esencialmente por lo que es, no por lo que hace. Y es consagración, espiritualidad, dedicación al Señor, radicalidad de vida personal y comunitaria.

¿Brotes verdes? Servidor lo único que comprueba es el cierre de conventos, unificación de provincias religiosas, abandono de obras institucionales que se hará muy llamativo cuando los religiosos no puedan mantener ni siquiera lo más emblemático, como ha pasado con el convento de San Marcos en Florencia. La solución no es fácil, pero o pasa por renovar la consagración, la radicalidad evangélica, la espiritualidad profunda, o apaga y vámonos. Y hay apagones y hay muchos vámonos. Triste.

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