domingo, 18 de febrero de 2018

La homilía del Domingo. Del desierto a la China

En su homilía de este domingo, nuestro párroco nos ha hablado del desprendimiento tan necesario en la vida del cristiano para poder de verdad entrar en el desierto y encontrarse con Dios y con uno mismo. Si para este camino no hacemos renuncias y llevamos con nosotros aquello que nos distrae no pasaremos por el desierto y éste no pasará por nosotros para responder a la llamada al Amor Primero.

Nos habló de que en la vida había dos tipos de cuaresma, la que nosotros queremos hacer y la que nos vemos obligados a llevar a cabo sin nosotros desearlo. Por ejemplo, nuestros abuelos que vivieron la guerra pasaron hambre -no ayunaron-; pidieron limosna -no la dieron-; y no se preocupaban tanto por rezar por otras causas ya que la principal tragedia la tenían en sus casas. Hoy, sin vivir grandes desgracias como aquellas nos sigue pasando parecido, unas veces nos adentramos al desierto por gusto y otras por obligación.

En la vida del cristiano no faltan las pruebas, las tentaciones y, en especial, la sequedad que se vive muchas veces en nuestra relación personal con Dios. Cuando uno quisiera rezar y parece que el cuerpo le echa para atrás; algo que los mismos santos vivieron y que tan bien explican en sus obras. Este secarral de oración lo han denominado los místicos como ''cedia'', y en este primer domingo de cuaresma le pedimos precisamente a Jesús que la sequedad no ahogue nuestra oración sino que Él mismo nos enseñe su camino y nos instruya en sus sendas.

Finalmente, aprovechando la tan comentada fiesta del Año Nuevo Chino: "Año del perro", que este fin de semana se está celebrando en Lugones, Don Joaquín ha alabado ''la perseverancia del pueblo chino que lleva tantos años atravesando su propio desierto bajo un régimen que trata a los animales como objetos y con total desprecio y a las personas peor incluso que los animales, explotándolas y esclavizándolas para generar el sucio dinero de su Imperio desde una prácticas mafiosas y defraudatorias a costa de la sangre, el sudor y el hambre de inocentes que se ahogan y desaparecen desde los gritos del silencio. Y que a nuestros políticos, sin ética ni moral, no les importe la procedencia y origen de tan poderoso y sucio caballero''. También recordó a San Melchor de Quirós, que aunque no fue mártir en china sino en Vietnam, si fue martirizado por la intolerancia.

Recordó la difícil situación de la Iglesia china que vive en la clandestinidad por ser fiel a Pedro y no al gobierno de la República Popular; así como deseó públicamente que los responsables de la diplomacia vaticana no cometan el error de negociar con los perseguidores de los seguidores del crucificado en esa hermosa tierra. En palabras de nuestro cura, ''Si la Iglesia cediera ahora a las presiones del gobierno chino estaríamos despreciando la memoria y la entrega de tantísimos mártires que regaron con su sangre ese suelo''.

Pidamos a los Santos Mártires chinos (obispos, sacerdotes y laicos) que esta Iglesia que peregrina en el país de la Gran Muralla, derribe sus muros y salga cuanto antes del desierto al que se ve forzada y en ella pueda profesarse la fe en Cristo sin miedo a perder la vida, de igual modo que aquí se pueden llenar las calles de farolillos y celebrar el año del perro''.

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