martes, 5 de julio de 2016

La libertad de los Hijos de Dios. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Para empezar, ni que decir tiene que el concepto de libertad es un tanto abstracto y de compleja definición, si bien, los diccionarios refiriendose a ella, nos hablan de ``la facultad que posee todo ser vivo para realizar una acción de acuerdo a su propia voluntad´´. Si este concepto lo insertamos en la vivencia de la fe cristiana, nos veremos muchas veces abocados a un comportamiento de conducta, el cuál, libre de lastres y prejuicios y acorde con nuestra condición y compromiso evangélico, nos llevará en más de una ocasión a situaciones de conflicto ``ad intra y ad extra´´.

Cuando nos acercamos a la figura de Jesucristo, modelo y referente moral para todo cristiano, nos encontramos con un ser totalmente LIBRE, pero al que desde visiones principalmente sociologicas y filosóficas, siempre han apelado algunos para justificar postulados de todo tipo, tratando de manipular en sus teorias maniqueas su figura presentandola unas veces como ``carameloso´´, aterciopelado y consentidor (casi cómplice de miserias) y otras, ideologizandolo como si de un revolucionario de pátina libertaria se tratase. Lo cierto es que por no ser uno, ni lo otro, y por ser verdaderamente libre en sus actos y palabras, acabó en la Cruz.

Él tenía perfectamente claro -sabía que iba a ser así, y que ``los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz´´(Lc 16,8); sin embargo, no se calló ni se arrugó ante los romanos imperialistas ni ante el acomodado y faraónico Sanedrín: ``Esta forma de hablar es insoportable, ¿quien puede hacerle caso?...´´(Jn 6, 60). Los satisfechos que mandaban, no le mataron de entrada , no; antes , igual que ahora , al cristiano disidente que habla y actúa en libertad, se le injuria, desacredita, humilla, difama y calumnia previamente en un calvario que pretende ante todo la ``muerte social´´, mediante la afilada y envenenada espada de la lengua, que desde la soberbia es portadora y proyecta casi siempre envidias y frustraciones.

El día de Pentecostés los discípulos ``se llenaron de alegría al ver resucitado al Señor´´. Estos vivían ``con las puertas cerradas por miedo a los judíos´´ (Jn 20, 19). Tenían miedo de correr su misma suerte, al igual que muchas veces nosotros tenemos nuestros propios miedos y acomodos, sin embargo, aquellos recibieron de Jesús la fuerza del Espíritu Santo -que renovamos en cada Eucaristía- para trasformarnos en valientes testigos , y toda su autoridad para perdonar o retener los pecados: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos´´(Jn 20, 23). Pasaron de la cobardía a la acción y testimonio militante: ``no tengáis miedo de los que pueden matar el cuerpo´´ (Mt 10, 24) ; Si al dueño de la Casa lo han llamado Belzebú, ¡Cuanto más a los de su Casa! (Mt 10,25). Y, sobre todo: ``Ay si todo el mundo habla bien de vosotros...!(Lc 6,26).

Por lo tanto, el que hoy día quiera seguir desde la libertad de su conciencia a Jesucristo, que no le quepa la menor duda que tendrá problemas: ``mirad que os envio como corderos entre lobos´´ (Mt 10, 16) pues el becerro de oro, barnizado muchas veces de falsa religiosidad, sigue teniendo adoradores; y el verdadero cristiano militante habrá de enfrentarse continuamente a los nuevos ricos y Epulones de este mundo, a los Herodes y mandamases y a los variopintos ``Sanedrines´´ que en sus pútridas conciencias, al sentirse denunciados por un ser libre seguirán prefiriendo a Barrabás y gritando: ¡Crucificalo!, ¡Crucificalo!...

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