domingo, 30 de agosto de 2020

Homilía en la Fiesta de la Visitación de María a su prima Santa Isabel

 Querido hermanos en el Señor:

En este domingo XXII del Tiempo Ordinario en nuestra Parroquia nos vestimos de fiesta, por ello los sacerdotes no usamos el verde cuyo color indicaría la liturgia del día, sino de blanco. Alguien me comentó: Don Joaquín qué bonitas las casullas que llevan el azul y blanco como la bandera y el escudo de Lugones. Yo respondí: cierto; coincide muy bien, pero antes de ser los colores de la localidad son los colores de María y de Isabel que fusionamos también hoy aquí. Si el escudo de Siero es un jarrón con azucenas, símbolo de la Inmaculada, podemos decir que el azul y blanco de Lugones no es porque seamos del Oviedo -la mayoría- sino por que hacemos nuestros los colores de Nuestra Señora y de su Prima, tan presentes en nuestra vida local. El azul es color mariano por antonomasia y, además, es el de la imagen de Santa Isabel que va de blanco y azul, como azul igualmente es el color del manto de Nuestra Señora del Buen Suceso en el Carbayu. Hasta en los más pequeños detalles nos habla el Señor; hagamos nuestra entonces esta catequesis del amor y devoción a Santa María. 

Este año nuestras fiestas han sido “silenciosas”, pero no por eso no ha habido ni deja de haber fiesta. La celebración empieza en el corazón de los que sintiendo estos días muy suyos como buenos lugonenses, no quieren dejarlos pasar como unas fechas ordinarias sin más, sino como en verdad es, una de las principales del Pueblo. La festividad este año se reduce a lo esencial y primordial: la Santa Misa en la Parroquia, contexto en el que esta celebración -como las demás- surge, aunque a veces se olvide o se pretenda obviar. El ambiente que respiramos actualmente de secularización y laicismo lleva a la intención de que todo lo que nos recuerde a Dios o nos “huela” a Iglesia ha de ser relegado, borrado o suprimido. Por eso desde la Parroquia los creyentes hemos de preservar y cuidar con mimo ya no tanto lo que es de la Iglesia -que nada quiere tener que no sea suyo ya- sino lo que es del pueblo fiel que a su vez ha recibido como regalo y legado de sus antepasados a los que hoy también recordamos y honramos. Esta localidad supo perfectamente desde antaño por qué celebrar a estas dos grandes mujeres, a estas benditas primas. Si no cuidamos el aspecto espiritual de esta fiesta que empezó siendo la “Visitación de María a Santa Isabel” y por reduccionismo y acomodo en la abreviación quedó en “Santa Isabel,” dentro de no poco tiempo -ya se pretende en algunos casos- serán únicamente “las fiestas de Lugones”, pues ya hasta “Santa Isabel” empieza a ser un nombre incómodo para algunos. 

Personalmente estoy muy contento y satisfecho del nuevo enfoque que le hemos dado a esta celebración con las dos imágenes y el rito de bendición de las embarazadas. Es una catequesis visual, un canto a la vida, un momento de emoción sentido desde la fe, la tradición y la verdadera historia. Ojalá el año que viene podamos recuperar toda la grandeza de la fiesta, la religiosa y la alegre en las calles, que bien vividas pueden ser el complemento perfecto. 

María, apenas adolescente y en un contexto histórico y sociocultural donde la mujer no tenía consideración alguna, se hace valer por sí misma. Se presenta como la persona sensible ante la situación de su prima; se nos da como la mujer valiente partiendo hacia “Ain Karem”, se nos ofrece como la creyente plena que a lo largo de toda su vida no dejó de subir y “zigzaguear” montañas, consciente de que las sendas más difíciles que se encontraba se hacen más fáciles de la mano del Señor. 

No nos cansemos nunca de contemplar, de meditar y hacer nuestra esta escena preciosa de la vida de María. Decía San Juan Pablo II que "la Visitación" no sólo fue un acto de solidaridad humana, sino una muestra de caridad autentica, algo que sólo crece en uno cuando Cristo está presente. María en lugar de pensar en su salud antepone la situación de su prima por delante de ella misma hasta el punto de enfrentarse -embarazada- a un viaje de 130 kilómetros. 

Los primeros días del confinamiento, quizá por el humano miedo a la falta de control sobre lo que siempre manejamos, nos hizo a todos más sensibles, y me llamó la atención que todas las personas que nos cruzábamos casi a hurtadillas por las calles -que éramos pocos- nos saludábamos o nos interesábamos por los demás; parecía que en esos días hasta los vecinos enfadados se amigaron y nadie negaba el saludo a nadie. En esta vida nuestra de prisas y ruidos, egoísmos y orgullos, hemos olvidado decir “hola”, de interesarnos por los demás, de elevar la empatía… 

María nos da una lección sublime en “la Visitación” e interés por su prima, siendo para nosotros modelo de preocupación solidaria por los demás: ¿intentamos nosotros ponernos en la piel del otro? ¿cuidamos de verdad a los que tenemos cerca, o intentamos acercarnos a los que están lejos?... Vayamos pues, como Ella a la montaña, superemos nuestras cuestas, fobias, manías y recelos, y hagamos de nuestra vida -que se nos escapa volando- y de este mundo un lugar mejor donde vivir. 

En la Visitación aprendemos que no basta con no ser malo, con rezar uno sus devociones. ¡No!; hemos de salir de nosotros y visitar a quien nos necesita aceptando las diferencias (que es mucho más que ser “tolerantes”; palabra no exenta de carga punitiva y peyorativa) y llevar a Cristo en la mochila, pues Él no viene a quitarnos nada ni a someternos a nada, sino a darnos la libertad plena y verdadera que tanto anhelamos y nos sale por la boca so pena de vivir esclavizados de otras cosas en su búsqueda. 

No vamos a negar que el panorama está feo para la Iglesia, pero también para los políticos, para los estudiantes, para los artistas… Nuestra sociedad está tan saturada de todo que ya no cree en nada y en nadie. Un religioso comentaba al respecto que hoy es más difícil predicar el evangelio que hace dos mil años, pues entonces Jesús y los apóstoles hablaban para judíos o para paganos; es decir, para creyentes de diferentes deidades pero abiertos a la trascendencia. 

Hoy la moda atea impera y prospera, dicho sea de paso, debidamente promocionada y subvencionada. Es un triunfo temporal del mal; cierto, pero nunca tiremos la toalla ni hagamos batallas con los que no nos quieren bien. Nadie dijo que seguir a Cristo fuese tarea fácil, máxime hoy, pero el mismo evangelio nos recuerda y anticipa ya: ‘’Dichosos vosotros cuando os insulten -os critiquen-, calumnien y persigan de cualquier modo por mi causa”… 

Ojalá nuestras miradas, nuestras palabras, nuestras escuchas y latidos se acompasen a los de nuestra Madre del cielo y a los de su prima Santa Isabel. 

La Visitación a Isabel tampoco ha de ser sólo hoy, la fiesta no se limita a un día; no perdamos de vista las palabras de San Lucas: ‘’María se quedó tres meses con Isabel’’. Que el gozo, la paz, la sonrisa, la esperanza, no dure sólo una jornada. Hemos dejado atrás un duro camino y seguimos subiendo una gran montaña, ahora prolonguemos el gozo de sabernos visitados y saludados por el mismo Dios; hagamos nosotros lo mismo con los demás.

Joaquín, párroco

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