sábado, 8 de septiembre de 2018

La Santina se nos muestra como Reina. Por Rodrigo Huerta Migoya

A lo largo de este año jubilar me pareció muy poco acertado escuchar críticas a mi juicio totalmente fuera de lugar hacia los carteles con el lema del jubileo y todo lo que hacía alusión a la Santina como Reina. Que personas ajenas a la vida de la Iglesia lo hagan me parecería hasta normal, pero que religiosos y seglares comprometidos se presten a ello demuestra hasta qué punto uno se puede llegar a contaminar con las cosas del mundo.

Personalmente no le encuentro ningún desacierto en llamar a Nuestra Señora ''Reina''; Ella es la madre del Rey, la que ha sido coronado como reina de cielos y tierra, a la que nuestros antepasados reconocieron como Madre y Reina... ¿Por qué entonces ahora esas críticas? Bueno, pues algunos ya han disparado por ahí sus teorías: que María de Nazaret no quería coronas de oro y demás cantinelas que todos nos conocemos ya bien, no sólo por ser más viejas que la tos, sino porque lamentablemente en esta diócesis han sido como un disco rallado durante muchísimos años, y aún quedan algunos ecos.

En primer lugar hay que desmentir por completo que la Virgen Nuestra Señora era una "prubitina" que vivía casi en la indigencia y no tenía ni "alpargates"; que San José era un proletario mal pagado y Jesús un obrero rebelde. Como si en aquellos tiempos todos tuvieran la suerte que tuvo María de formarse en el templo, como si nadie se acordara de que José era de la estirpe de David o que por ejemplo Jesús -por lo que podemos intuir- hablaba tres idiomas a la perfección dado que proclama las escrituras en la sinagoga. ¿Entonces que me expliquen cómo la Sagrada Familia siendo según algunos predicadores entendidos personas de "exclusión social" cumplen rasgos que les distinguen ya por completo de la clase más baja de su época? No diré yo que eran de clase acomodada, ni mucho menos, pero tampoco vivían en miseria. Eran lo que hoy en día podríamos decir "personas normales".

Decimos que María era humilde y sencilla porque acepta la pobreza de dejarse en las manos de Dios, de confiar ciegamente en Él y tratar de imponer su criterio. Ella misma se autodefine como "esclava" en el Magnificat, pero eso no quiere decir que María no pueda ser o no deba ser Reina. Acepta la voluntad de Dios siempre, por ello se convierte en madre de Dios en la Anunciación, por ello se convierte en madre de toda la humanidad en el Gólgota, y en Reina de todo lo Creado en su Asunción.

Es lo que se recuerda al coronar una imagen de María, que Dios ya la ha coronado y enaltecido por haber elegido siempre el camino de la humildad. La Corona de la Santina, que sus hijos de Asturias sufragaron con su pecunio, la que los monarcas de entonces presentaron y que el Señor Cardenal Primado de Toledo, el asturiano Victoriano Guisasola Menéndez, le impone a la Madre y al Niño, fue una expresión de amor del pueblo fiel. Pero lo que la convirtió en una pieza única e ideal fueron las manos de su orfebre el lenense D. Félix Granda, sacerdote secular del presbiterio diocesano de Oviedo, que sin duda fue la persona idónea para esbozar, realizar y llevar al mejor puerto aquel ambicioso proyecto de coronar a la Madre de Asturias. La joya de Covadonga fue en verdad el fruto la de la Iglesia que peregrina en Asturias.

El título completo de la Santina no es sólo Nuestra Señora de Covadonga, sino que en verdad es Santa María la Real de Covadonga, pues esta advocación no sólo tiene un enfoque de auxilio o de lucha, sino que da forma especialísima, además, al significado espiritual de la realeza.

Realeza de una madre y realeza de un pueblo noble que fue pionero en defender que nada se anteponga al amor de Cristo a nuestra nación. Con la batalla de Covadonga no nace un mito, sino que se abre una reconquista y nace un reino; se lleva a Cristo no sólo hasta Granada sino hasta América y hasta miles de rincones del orbe que no conocían el Evangelio. Por eso Covadonga no es solamente cuna de España, sino raíz de Europa y símbolo de hispanidad.

Todo en Covadonga habla de realeza, desde sus orígenes de Real Abadía a Real Sitio, Real Colegiata, Real Congregación...

Cuando Pelayo se refugia con sus hombres en la Cueva y su montaña ya sabía él que no era cualquier lugar aquel sitio, sino que era ya ''Covadonga'', la Cueva de la Señora, el templo de María Santísima que aquella oquedad que ya recibía culto por el pueblo cristiano y que quizá tenía ya tenía su pequeña corona sobre la cabeza, formando parte de la misma talla.

¿Qué rezarían a la Virgen aquellos cristianos asediados por los enemigos de la Cruz? No lo sabemos; quizá un "Avemaría", una "Salve" o un "Bajo tu Amparo"... Curiosamente, datándose esta última oración de mediados del siglo III es ya una petición de auxilio ''Sub tuum praesidum''. Lo que sí sabemos es que la Madre buena atendió sus ruegos y no sólo los asistió en la lucha sino que acompañó durante toda la Reconquista hasta su final. Nosotros le rezamos especialmente cantando su himno donde volvemos a decir ''Reina y Madre del pueblo que hoy te corona'', y es que seguimos coronandola cada día, cada año, cada centenario... ¿Puede haber mejor Reina que la madre del Rey de reyes y una Madre que lo es de todos?...


¡Virgen de Covadonga, Virgen gloriosa!
flor del cielo, que aromas nuestra montaña,
tú eres la más amante,
la más hermosa.
¡Reina de los que triunfan, Reina de España!

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