martes, 4 de septiembre de 2018

Acción de Gracias en el Aniversario de la Hermana Amparo Alonso. Por Rodrigo Huerta Migoya

Un año sin la hermana Amparo, aunque en realidad ya llevábamos mucho tiempo sin ella, no sólo desde su traslado a Oviedo con lo que dejó atrás esta Parroquia, sino desde que su salud física y principalmente mental nos mostró que la Amparo que nosotros conocíamos era ya otra distinta.

Las veces que la visitamos en la Comunidad ''Madre Serafina'' de Oviedo nos partió el corazón al ver cómo sus ojos no nos conocían y sus palabras tampoco eran capaces de demostrarlo. Bien cuidada, querida y arropada por sus hermanas, fue afrontando su final, el final de una mente que cada día borraba sus datos y el final de un cuerpo cada día más gastado.

Pero había algo curioso en nuestra hermana, ya apenas reconocía ni a su familia y sin embargo cuando las hermanas de Lugones la visitaban, y en especial cuando la hermana Bibiana le lograba encauzar una conversación, Amparo concluia: “a ver cuándo me llevas contigo, que tenemos eso muy abandonao''. ¿Qué era “eso” a lo que se refería la hermana?... pues los enfermos, los mayores, los solitarios... Aún estando como estaba, ni siquiera se sentía ella enferma sino que se sentía incumpliendo su misión de llevar consuelo y de llevar a Cristo a los demás.

Por esta vida de una mujer buena que con sus limitaciones y dones quiso servir al Señor, damos gracias hoy en el aniversario de su partida de este mundo al Padre. Hemos pedido por ella en la Santa Misa para que ese Cristo que ante nuestros ojos ha querido entregarse de nuevo por nuestra salvación, lave de toda mancha el alma de nuestra hermana para poder ser contada así en la asamblea de los bienaventurados.

Orgullosa de su pueblo, de sus mártires y de su modélica familia, siempre buscó la perfección que le exigía el ser hija de quien era, el ser feligresa de quien era y el ser hermana de quién era... Amparo estuvo sin duda muy a la altura con creces de lo que se podía esperar de ella en este mundo.

Era una enamorada de la Iglesia, de la Parroquia, de la pastoral... quería mucho, mucho, a los sacerdotes por los que pedía especialmente, al igual que por las vocaciones. Todos los días rezaba por el Papa, pero también por su obispo y de forma muy especial por su Párroco.

Era de justicia no sólo celebrar una misa por ella, o su funeral, sino que era de justicia que la Parroquia de San Félix de Lugones ofreciera todo lo que podía para su despedida como reconocimiento público a tanto y tan bueno que la hermana desempeñó en el seno de esta comunidad cristiana.

Ciertamente, la labor de Amparo en la Parroquia fue muy grande y no sólo se limitó a la visita de enfermos, la pastoral de la salud, la catequesis, el Consejo Pastoral, la liturgia y tantas realidades en las que quiso contribuir con su buen hacer, sino y especialmente con su oración constante por todos ante Jesús Sacramentado; aquí en la parroquia o en la capilla de su comunidad.

Su paso entre nosotros aún es palpable cuando entonamos alguno de los bellos cantos que nos enseñó; cuando rezamos en el rosario una de sus oraciones preferidas... y así, un largo etc. La sencilla vida de Amparo fue la verdad sencilla del Evangelio del ''conmigo lo hicisteis''. Ayudar al pobre, visitar al enfermo o llevar un poco de esperanza a la familia de un difunto al tanatorio es una obra de misericordia que ella practicó junto con la Hermana Bibiana, su compañera de camino, pero aunque parece fácil, por desgracia ni todos valen ni incluso algunos lo harían ni pagándoles.

A nuestra Hermana, siempre alegre y cantarina, le gustaba entonar eso de ''con vosotros está y no le conocéis'', pues fue una monja atenta y despierta; era de las vírgenes prudentes que esperaba a que el esposo viniera, y quería que la encontrara en vela. Por eso no perdía ocasión de echar una mano, no fuera que el Esposo llegara y le echara en cara: ''tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui forastero y no me acogiste, enfermo o en la cárcel y no viniste a verme''. Justo lo que el padre fundador el Beato Luis Ormiers pedía a sus hijas: ‘’Las Hermanas del Ángel de la Guarda tienen por fin trabajar en su propia santificación por la práctica de los consejos evangélicos y en la santificación del prójimo por la educación de la niñez y la visita a los enfermos’’

Te reciban los Ángeles en su Ciudad y te reciban los mártires en su amistad. A su hermana de sangre, la Beata Mártir Otilia, a su Párroco el Beato Mártir Genaro Fueyo Castañón, y a sus vecinos los Beatos Mártires Antonio, Isidro y Segundo, la encomendamos para que intercedan por la Hermana Amparo, para que el Señor en su misericordia la acoja en la mesa celestial.

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