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lunes, 23 de enero de 2017
Santa Mariana de Molokai
(Rel.) Nació el 23 de enero de 1838 en Heppenheim, Alemania, y fue bautizada con el nombre de Bárbara. Con un año de edad, sus padres labradores y católicos hasta la médula emigran a Estados Unidos y se establecen en Nueva York. Allí estudia en una escuela católica para niños pobres. Tuvo una infancia difícil, al ser la primogénita y tener que cuidar de sus padres minusválidos y de tres hermanos pequeños. Muy joven entró a trabajar a una fábrica, donde se convirtió en una líder por su carisma para organizar, exigir y cumplir sus deberes. A los 15 años quiso seguir su vocación religiosa, que no tenía clara aún, pero la situación familiar le obligó a esperar. Aprovechó este tiempo forjando su alma en la oración y la atención a los necesitados. Al fin, con 24 años cumplidos, tomó el hábito de las Hermanas de San Francisco de Filadelfia con el nombre de Mariana, y se dedica, como las demás religiosas, a la enseñanza y la asistencia de los pobres. Trabajó con inmigrantes, sobre todo alemanes, dándoles oportunidad de inserción en la sociedad. En 1873, con solo 35 años fue elegida Superiora General, trabajando por los necesitados, por las vocaciones y sobre todo por los enfermos, las madres solteras, los parias y olvidados de la sociedad. Hasta 50 hospitales se llegaron a abrir en los Estados Unidos durante su fecunda labor.
A los 45 años, en pleno rendimiento, según el mundo, se ofrece como enfermera para auxiliar a los leprosos de Molokai, cuando muchas religiosas y enfermeras se negaron a ir allí. En Maui funda un hospital y se entrega totalmente a los pobres leprosos, siendo más que una enfermera, una madre. “Solo por Dios” era su lema, cuando la tentaban la repugnacia y el miedo al contagio. En 1888 se cierra su hospital y junto a todos los leprosos tiene que trasladarse a Molokai, donde estaba ya enfermo el ángel de los leprosos, San Damián de Molokai (15 de abril y 10 de mayo). Trabajaron juntos hasta 1889, cuando el santo falleció. Ella le sucedió en su labor evangelizadora y social por los leprosos. Escribió, exigió y clamó por los abandonados, sacudiendo las conciencias de los estadounidenses, logrando incluso que otras religiosas se ofreciesen para ayudarla. Plantó huertos, exigió medicamentos y derechos, construyó un colegio, ayudó en la iglesia de Santa Filomena y además, construyó otro hospital solo para las mujeres, para preservarlas y cuidar su dignidad. Enseñó a trabajar a los que podían, devolviéndoles la dignidad hurtada.
La Madre (como le llamaban) Mariana murió en Kalaupapa, el 9 de agosto de 1818, a los 80 años de edad, luego de más de 30 sirviendo a los enfermos. Fue sepultada entre sus amados leprosos. Benedicto XVI la beatificó en 2005 y la canonizó en 2012.
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